… y ‘la presa’, al fin, vio la luz

Teníamos pendiente [en el blog 16:9 de LaComunid@d.info] una pequeña charla, debate o análisis acerca de las diferencias entre cortos y ‘películas cortas’. Mira tú qué oportuno: el estreno anoche de La presa número 7, el esperadísimo cortometraje de Luis Moreno y la asociación Cinefilia Films, me viene como anillo al dedo.

Montse de la Cal en ‘La presa número 7’

Seis, nada menos que seis años hemos tenido que esperar –todos: actores, técnicos, colaboradores, patrocinadores, pero sobre todo, público- para poder ver en su plenitud esta intensa y notabilísima pieza cinematográfica en todo su esplendor. Bien es cierto que ya hubo un pase previo de una versión inacabada en el Fescigu 2011; pero asistir a la puesta de largo donde deben verse las películas –esto es: en una sala de cine- era ya el colofón final, la guinda a un largo y doloroso parto pero que, bendito milagro, visto lo visto ha merecido la pena.

Largamente esperado.

Digo esto de ‘milagro’ porque cuando un proyecto se dilata así en el tiempo, cuando todos los elementos parecen conjugarse en tu contra, cuando un obstáculo detrás de otro te cambia por completo la planificación de manera constante, lo más fácil hubiese sido abandonar. Así, sin más: no sería el primer caso de ‘proyecto maldito’ en la Historia del Séptimo Arte que ha terminado durmiendo el sueño de los justos en cualquier cajón y bajo llave.

Rodaje de ‘La presa número 7’

Pero la constancia, la tenacidad y la fe ciega, a veces inconsciente, que todo el equipo –y su director a la cabeza- tenían en La presa número 7, por fin ha dado sus frutos. “El guión lo escribí hará unos diez años” nos cuenta el realizador, Luis Moreno, “y el origen surgió de un extraño sueño que tuve, en el que yo mismo era el preso número 7”. A partir de ahí, se fueron desarrollando diferentes versiones del guión, añadiendo cosas, quitando otras. “Organizar el rodaje fue muy duro: durante mucho tiempo jugamos con la idea de rodar en Cuba, pues había posibilidades de trasladar la acción allí”, una idea que se desechó para terminar filmando en exteriores mucho más cercanos, en El Sotillo”. Pero ahí no acabaron los problemas: cuando ya estaba todo listo para dar claquetazo inicial, unas fuertes tormentas obligaron a suspender la filmación, hasta el punto de tener que esperar todo un año, hasta el verano de 2006. Un rodaje muy duro, siete jornadas consecutivas íntegramente en exteriores y de noche, con las dificultades añadidas que eso supone, y manejando a un equipo de más de cuarenta técnicos y una veintena de actores. “Y ahora que por fin lo ha visto la gente en la pantalla grande, es el momento del subidón”. En términos muy similares se mostraba una resplandeciente Montse de la Cal, protagonista absoluta de la cinta: “Ha sido impresionante, ver la calidad de las imágenes, el impresionante trabajo de sonido… ¡qué buenos cortos hacemos en Guadalajara!” exclamaba mientras las docenas de espectadores que habían asistido a esta premiére se acercaban de manera constante para felicitarla por su trabajo.

“Ahora empieza todo el periplo de festivales”, nos confiesa Moreno, “pero lo de los premios es lo que menos nos importa; lo que queremos es que lo vea la gente”. De hecho, esta cinta ya ha sido seleccionada en dos certámenes, el Abycine (Festival Internacional de Cine de Albacete) y Karama Human Rights Film Festival 2012 (Jordania), y se espera que esté entre las obras que conformen la próxima –e inminente- décima edición de la Muestra Alcarreña de Cortometrajes.

Una terrorífica parábola de nuestra sociedad.

Más allá de los logros técnicos y narrativos de este trabajo –que los tiene: a destacar no sólo la puesta en escena de Moreno, sino también la fotografía de Fernando Fernández y la impresionante música de Sergi Herrero, elementos más que fundamentales en un film que carece de diálogos- , el destino, los hados o simplemente la casualidad han querido que La presa número 7, a pesar de haberse filmado hace más de un lustro, vea la luz en un momento en el que precisamente su mensaje está más de actualidad que nunca: y es que, bajo su apariencia de simple set-piece de suspense, se encierra una sutil y cruel metáfora de la realidad social y política que nos atenaza, y en la que el individuo anhela una ansiada libertad que luego se ve incapaz de manejarla, prefiriendo, finalmente, que lo embrutezcan, lo dominen, le despojen de todo lo suyo, sin importarle si al final le queda algo de pan y circo… siento no poder ser mucho más explícito, pero es que sería destripar una obra verdaderamente interesante, de una lectura mucho más profunda –que no densa- de lo que en principio uno podía esperar y, probablemente, el trabajo más maduro de su director.

A esto es a lo que yo me refiero con ‘películas cortas’: más allá de la anécdota, gag o la simple situación –que es en lo que caen muchos cortometrajes, ya sea por falta de ambición o porque desde el planteamiento la cosa no daba para más- , a veces te encuentras con alguna que otra pieza que, por encima de su breve metraje, contiene verdadero cine en mayúsculas, de muchos kilates, al que ni le falta ni le sobra nada. Sinceramente, creo que La presa número 7 es uno de esto pequeños, benditos milagros.

… ¿el futuro?

Ni Montse de la Cal ni Luis Moreno se plantean ahora mismo un futuro a corto plazo; sólo quieren celebrar el final de este capítulo. La actriz alcarreña seguirá trabajando y colaborando en Comando Teatral, mientras que el también director del Fescigu, aunque reconoce tener “muchos guiones en mente”, ahora mismo sólo tiene puesta la mirada en el certamen del próximo año –de hecho, ha dejado la distribución de la película en manos de una empresa especializada- . E insiste: “hay que conseguir financiación por algún sitio, pero está muy desolador el panorama de festivales: muchos han desaparecido, otros han reducido considerablemente la cuantía de sus premios, otros, directamente, ya no pueden  como hasta ahora sufragar los gastos de traslado y dietas de los seleccionados, con lo que para un director presentarse a un festival supone un desembolso muy, muy importante, y muy pocas veces les merece la pena”. Esperemos que nuestro muy querido Festival de Cine Solidario de Guadalajara no se convierta en otra muesca, en un número más, en una simple cifra dentro de un desolador y agónico panorama cultural.

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