En 1983, y disfrazada de inocente aventurilla juvenil, John Badham estrenó una terrorífica fábula sobre la paranoia militar que se respiraba durante los años más tensos de la Guerra Fría: Juegos de guerra. Sí, hoy puede parecer la típica americanada adolescente: pero hay que concederle el mérito de poner las bases del género, adelantarse a su tiempo en ciertos conceptos tecnológicos y, no sin audacia, criticar la obsesión bélica de los altos estamentos gubernamentales. Un título a recuperar y reivindicar como Clásico del s. XX, tres décadas después de su estreno… [leer crítica]