El legado de River

rp1Recuerdo perfectamente cómo conocí la noticia y lo perplejo que me dejó. Acababa de encender la televisión –no recuerdo en qué canal- : emitían unas colas –en jerga profesional- acompañadas de una melancólica música con fragmentos de algunas películas más o menos recientes y, a la vuelta a plató, una presentadora de informativos que sentenciaba: “Con la desaparición de un viejo maestro y de una joven estrella nos despedimos hoy”. El shock fue instantáneo. ¿Esas palabras de verdad hacían referencia a las imágenes que acababa de ver fugazmente? ¿O era yo el que había entendido lo que no era?

A los pocos minutos todo se confirmó. El ‘viejo maestro’, Federico Fellini, nos dejaba con setenta y tres años y un buen puñado de obras maestras a sus espaldas. Le habíamos visto apenas unos meses antes, bastante mermado, cuando recogió un Oscar honorífico de manos de Sophia Loren; una pérdida que, aunque esperada, no por ello deja de ser triste. Sin embargo, debo decirlo, muchísimo más me conmocionó saber que la ‘joven estrella’ que compartían esas películas cuyos fragmentos habían emitido en el telediario era River Phoenix. Con apenas veintitrés años, las drogas lo habían fulminado a las puertas de un local de Sunset Strip (Hollywood, California) propiedad de su amigo Johnny Depp. Algunos amigos y familiares –entre ellos su hermano Joaquin- habían sido testigos impotentes del fallecimiento; ni ellos ni los paramédicos lograron hacer nada por salvarle la vida.

Para muchos, River, con su mirada desafiante y su aspecto adolescente era el relevo natural de James Dean –muerto también, décadas atrás, en trágicas e inesperadas circunstancias- ; para otros, fue el héroe trágico, urbano y filogay de Mi Idaho privado (Gus Van Sant, 1991), la película por la que ganó una Copa Volpi al Mejor Actor en Venecia. Para mí, siempre fue y será aquel niño regordete y con gafas de Exploradores (Joe Dante, 1985), esa aventura imposible en la que tres imberbes construían una nave espacial con un montón de chatarra y un destartalado Atari; o ese preadolescente de mirada intensa e infancia turbada que se adueñaba de cada plano de Cuenta conmigo (Rob Reiner, 1986); o ese hijo atrapado en una familia atípica y disfuncional, dando réplica a sus padres Harrison Ford y Hellen Mirren en La Costa de los Mosquitos (Peter Weir, 1986); pero sobre todo, fue el rostro vivaracho y juvenil del más grande héroe arqueólogo de todos los tiempos –el propio Ford sugirió su nombre a Spielberg y Lucas- en el prólogo de Indiana Jones y la Última Cruzada (Steven Spielberg, 1989).

Espías sin identidad (Richard Benjamin, 1988), Un lugar en ninguna parte (Sidney Lumet, 1988) –nominación al Oscar como Mejor Actor de Reparto incluida- , Te amaré hasta que te mate (Lawrence Kasdan, 1990), La última apuesta (Nancy Savoca, 1991), Los fisgones (Phil Alden Robinson, 1991), Esa cosa llamada amor (Peter Bogdanovich, 1993)… apenas un puñado de títulos en poco más de un lustro hasta aquella fatídica noche de Halloween del 93. Yo no soy de los que idolatran estrellas de la pantalla, pero hoy he vuelto a revivir aquellos momentos de atónita, triste y profunda conmoción ante una noticia que, en verdad, no podía creerme. Una sensación que las generaciones anteriores ya habrían vivido con las muertes del propio James Dean, Marilyn Monroe, Natalie Wood, Bruce Lee o Kurt Cobain, y las posteriores, más cercanamente, con Heath Ledger, Michael Jackson, Whitney Houston o Amy Winehouse. A mí, supongo que por proximidad en la edad, me marcó la desaparición de River.

rp2Aún hay quien hoy todavía le juzga por una actitud hipócrita y nada ejemplar, vendiendo de cara a la galería una imagen de chico sano y vegetariano mientras en realidad se drogaba en las discotecas. Otros sin embargo, defienden diferentes teorías en cuanto a sobredosis accidentales –que se metió ‘otra cosa’ o que confundió su copa con la de otro, mucho más cargada– . Yo no quiero entrar en eso. Si con su prematura y turbia muerte River Phoenix nos dejó un legado, quizá debiéramos aprender la lección, restituirle en el lugar que como artista se merece y recuperar algunos de sus magníficos trabajos en la gran pantalla. Talento y carisma le sobraba a raudales.

Una respuesta a «El legado de River»

  1. Yo no recuerdo esta noticia. Supongo que el referente más cercano para mí es Heath Ledger, que fue una gran sorpresa porque era un actor cuya carrera estaba subiendo como un cohete en aquel mometo. Una lástima. Para ambos, siempre nos quedarán sus trabajos.

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