Goyas 2014: «Cuerdas», la salvación frente al aburrimiento

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Pedro, exultante, luce su ‘cabezón’ por ‘Cuerdas’. Foto (C) Alberto Ortega / http://premiosgoya.academiadecine.com

Nunca antes habíamos sufrido tanto viendo una gala de los Goya: ahí estábamos, con los nervios a flor de piel y pegados a la pantalla, viendo cómo Álex O’Dogherty interpretaba una alegre y divertida cancioncilla en homenaje a los cortos de animación, comiéndonos las uñas, impacientes, casi histéricos, con el corazón a punto de salírsenos por la boca… hasta que por fin alguien dijo la palabra mágica de siete letras: Cuerdas. Y saltamos, y gritamos, y botamos, y nuestro querido amigo Pedro Solís bajaba por la escalinata del patio de butacas camino al escenario, donde su segundo cabezón le estaba esperando.

En un discurso sublime, Pedro se ha acordado de su productor Nicolás Matji, del equipo de La Fiesta P.C. que había colaborado desinteresadamente en este proyecto durante los últimos dos años, de toda la gente de Guadalajara “cuyos gritos los estoy escuchando desde aquí” –y entonces volvimos a gritar y a aplaudir- , de sus padres y hermanos… pero sobre todo, y como ya sabemos, de sus hijos Alejandra “por haberme inspirado esta historia”– y Nicolás “ojalá nunca me hubieses inspirado esta historia”– y de su mujer Lola, por todo el apoyo y el cariño y “por todo lo que no has llorado delante de mí”. Emocionado pero contenido, manteniendo el tipo ahí delante de los Bardem, los Trueba y el resto de la plana mayor de todo el cine patrio, con su presidente Enrique González Macho a la cabeza.

Cito al productor de la añorada Alta Films porque si Pedro ha sido la luz, el clímax, el momento más apoteósico de la ceremonia –al menos, para quien esto escribe, aunque sea por razones puramente personales- , el actual máximo responsable de la Academia ha sido justo el extremo opuesto. Con un discurso rancio, quejicoso, decimonónico y hasta destartalado –dos o tres veces se ha ido por las ramas, traspapelando incluso una de las páginas- , ha vuelto a repetir por enésima vez los que él y otros acólitos consideran los males innatos del cine español: la piratería, el IVA cultural, las trabas del gobierno… nada que no supiéramos ya, pero tampoco nada nuevo con respecto a su mismo speech del pasado año. Trescientos sesenta y cinco días después y sin un éxito clamoroso como bote salvavidas para nuestra taquilla –a pesar de los buenos resultados de títulos como Las brujas de Zugarramurdi o 3 bodas de más, esta temporada no hemos tenido un Tadeo Jones o un Lo imposible para competir de igual a igual con el Goliath Hollywood- , se hubiera agradecido algo más de autocrítica, o al menos, alguna idea para afrontar el complejísimo futuro que tiene ante sí el séptimo arte en nuestro país. Pero no: solo lamentos. Lamentable su velado pisoteo hacia las palabras y la labor de su antecesor en el cargo, Álex de la Iglesia, con esa referencia hacia internet y el futuro, un tipo que sí que supo atisbar los males de nuestra cinematografía y se lo cepillaron antes de poder mover un dedo para cambiar las cosas. Y ya no hablemos del peloteo hacia el presidente de la Comunidad de Madrid, quien, a diferencia del (ausente) ministro de incultura –como le calificó Javier Bardem– , sí estuvo presente en el patio de butacas.

El resto de la velada se ha movido por los parámetros más o menos esperados: una fiesta que no es una fiesta –en serio, ¿hace falta ser tan estirado para salir a presentar un premio, sin soltar un simple chascarrillo? Sólo Bardem pareció salirse del guion para aplaudir a la Marea Blanca- , una duración excesiva, un libreto que cada año es más soso que el anterior –qué decepción Manel Fuentes: sin chispa, sin punch, sin gracia- con momentos sonrojantes –ese lamentable numerito musical- y sketches muy, pero que muy flojos –a rescatar, si acaso, el enfrentamiento entre Alberto Chicote y el Caníbal Antonio de la Torre– . El ya citado Álex O’Dogherty sí que ha sabido darle un poco de salsa a la hora de presentar las tres categorías de cortometrajes. Pero el gran momento chanante, surrealista e impagable ha sido cuando Ernesto Sevilla, Joaquín Reyes, Julián López, Carlos Areces y otros miembros de su muchachada, acompañados por un divertidísimo Raúl Arévalo, han presentado y recreado, en vivo y en directo, cuatro candidatas ficticias y futuras a obtener premio: 23-F Transformers, [REC]ortados, Saber y ganar. La película y el musical Merienda-Cena. Siete minutos sublimes para guardar en videoteca.

¿Y sobre los premiados? Bueno, si acaso comentar que me da rabia que, tras una semana de intensa maratón de cine español, me he quedado sin ver la peli que finalmente ha triunfado: Vivir es fácil con los ojos cerrados. Como bien ha dejado caer su también galardonado protagonista, Javier Cámara, ojalá este palmarés sirva para que repongan la peli –un título, os recuerdo, que a fecha de hoy ni está en cartelera ni ha sido lanzada en formatos domésticos y/o plataformas digitales- . La cinta de David Trueba –quien se ha llevado a su casa dos cabezones, Dirección y Guion Original, tras veinte años sin conseguir ni uno- ha cosechado un total de seis galardones importantes –a los ya citados hay que añadir Mejor Actriz Revelación para Natalia de Molina y Mejor Música Original para Pat Metheny– . Ocho le han caído a Las brujas de Zugarramurdi, casi todos técnicos salvo por el de Mejor Actriz de Reparto para Terele Pávez –estaba casi cantado, y toda la sala se ha puesto en pie para homenajear a la inolvidable actriz de Los santos inocentes– . Y La herida no puede quejarse: Mejor Actriz Protagonista para Marian Álvarez y Mejor Dirección Novel para Fernando Franco; puede parecer poco, pero tras arrasar en San Sebastián y en los Premios José María Forqué, bastante buena cosecha ha tenido este sobrevaloradísimo dramón. Una lástima que, entre tanto reparto, mis dos películas favoritas se hayan ido casi de vacío: lo de Alacrán enamorado era casi de esperar –competía en cuatro categorías con rivales muy fuertes- , pero el imprevisible castañazo se lo ha dado La gran familia española, con un bagaje final de once nominaciones y sólo dos cabezones –Mejor Actor de Reparto, merecido, para Roberto Álamo, y Mejor Canción Original- , que saben a muy poco.

En general ha sido una gala aburrida, sin sorpresas, sin puntos fuertes, y cuyo estilo esquemático y repetitivo –lo de meterse en las películas nominadas está pero que muy visto; los números musicales hay que modernizarlos o eliminarlos- empieza a sonar a hueco y agotado. Esperamos, eso sí, un relanzamiento de la cinta de Trueba –y que nos llegue a los que vivimos en provincias- , y brindar con Pedro por su segundo cabezón, como se merece.

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Foto de familia de los premiados. A la izquierda vemos a Pedro, de cachondeo con Roberto Álamo. Foto (C) Alberto Ortega / http://premiosgoya.academiadecine.com
[Palmarés completo aquí]

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