No sé si recordaréis una película del año 1993 titulada En busca de Bobby Fischer. En ella, un profesor cree encontrar en un niño unas cualidades y aptitudes para el ajedrez dignas de todo un maestro. Todo el film gira sobre una gran duda: ¿es el chaval un superdotado para este deporte o está cegado su mentor, empeñado en ver a un gran campeón donde sólo hay cierta habilidad y afición a un juego?
Cuando llegué a Guadalajara, hace ya más de una década, me enamoré de las ingentes posibilidades que había para los que alguna vez habíamos soñado con poder gritar aquello de “acción” y “corten”: acababan de nacer la MAC y el Fescigu, había dos o tres nombres que ya se dedicaban con tesón a esto de hacer cortos, existía un sitio llamado Teatro Moderno donde poder proyectarlos al público y comenzaba a emerger con fuerza una asociación, entonces muy pequeña, pero que sería muy importante en los años venideros: Baidefeis.
Durante toda su trayectoria, muchos creadores han pasado por esta entidad cultural y han firmado aquí sus primeras obras. Con desigual fortuna, cierto, pero eso es algo que siempre ha sido secundario en Baidefeis; lo importante siempre fue aprender, divertirse y contar historias. Y siempre tuvimos el cariño y el respaldo del público alcarreño. Con el paso de los años, han ido surgiendo otras propuestas similares; personalmente preferiría que hubiésemos permanecido todos unidos, pero es sano y saludable que haya otras alternativas.

Es curioso que ahora que celebramos nuestros más altos éxitos dentro del mundo del corto –quién nos iba a decir hace un lustro que un vecino nuestro iba a ganar no un Goya, sino dos- es cuando más sombras que luces ilustran el actual panorama. Y es que la crisis, -sí, la maldita crisis- , unida a cierto desapego por parte de nuestra clase política dirigente, han hecho daño, y mucho, a nuestra modesta pero ilusionante, permítanme la expresión, industria alcarreña del cortometraje. No hablo sólo de los recortes en ayudas y subvenciones que, o bien han menguado, o directamente han desaparecido de un plumazo –caso de Diputación y Junta de Castilla-La Mancha- ; hablo también de un austericidio cultural sin parangón, que empieza con el cierre de un pequeño teatro –el Moderno– y continúa con la censura a una exposición fotográfica, asociaciones sin local o hacinadas en un vetusto y anacrónico edificio –el mal llamado Centro Cívico- o el cobro del uso de espacios públicos para poder realizar cursos y talleres, todo esto en una capital con un movimiento asociativo sin igual pero que, en pleno s. XXI, sigue sin tener ni centro cultural ni biblioteca municipal.
Hablo también de unos políticos que hasta hace unos años buscaban nuestro consejo –recuerdo cuando un importante cargo, no diré el nombre, pidió que le asesoráramos porque quería estudiar la posibilidad de crear una escuela de cine en la ciudad- y que ahora no acuden a nuestros actos, a nuestros estrenos, a nuestras exposiciones y a nuestras convocatorias culturales. Ya ni siquiera se molestan en excusarse. Eso sí, si les interesa, llamarán a posteriori para hacerse la foto de rigor con cierto premio cabezón en las manos.
Pero no hablemos sólo de nuestros representantes. La crisis nos ha apuñalado a tal nivel que muchos jóvenes cortometrajistas alcarreños han ido abandonando la provincia en busca de su sueño, o, sencillamente, a poder ganarse el pan. Gente que hace ya tiempo echó a volar y se dispersó por toda la geografía europea, desde Madrid hasta Hamburgo y más allá, y cuya trayectoria difícilmente volverá a estar ligada a Guadalajara a través de cualquiera de las múltiples plataformas que seguimos haciendo del cine nuestra bandera. En Baidefeis, sin ir más lejos, tenemos tres cortos con la postproducción paralizada debido a la emigración forzosa de sus directoras…

Aquí nos quedamos los viejunos de treinta y tantos a cincuenta y tantos, con menos tiempo que dedicar a nuestra vocación –yo mismo tengo la fortuna de haber encontrado un curro de oficina con el que pago las facturas- y obligados a luchar por recuperar lo que nos han cerrado y arrebatado. Es una triste paradoja: al mismo tiempo que celebramos los merecidísimos triunfos de Pedro Solís, el Cineclub Alcarreño sobrevive en un maremoto constante –ahora mismo es imposible garantizar su continuidad la próxima temporada- , el Fescigu nada sabiendo que puede morir en la orilla –su presupuesto es cada año más exiguo- , la MAC se ha quedado sin apoyos institucionales y las agrupaciones cinematográficas estamos desapareciendo o aguantando el tirón a duras penas, menguando cada día en número de socios. Proyectos como Nombre Grado Unidad (2008), Díselo tú (2010) o Alzheimer (2011) hoy serían inviables, no sólo desde el punto de vista presupuestario –y eso que fueron relativamente baratos, comparados con los trabajos que más triunfan en los festivales más importantes- , sino porque requieren un numeroso equipo humano que en la actualidad no es factible reunir.
¿Soy un pesimista?
Este pasado mes de marzo he empezado a impartir un pequeño taller de cine a chavales de entre 14 y 16 años de edad, en Cabanillas. En ellos me ha parecido ver ilusión y curiosidad, esperemos que también el entusiasmo necesario para querer lanzarse a este maravilloso mundo. ¿Serán ellos el futuro del cortometraje alcarreño? ¿O soy yo un necio que sigue buscando a Bobby Fischer?