Debo decir que me siento muy honrado de que directores con tanto talento como Pedro Solís –Cuerdas (2013)- o Félix Llorente –A veces viene (2013)- me concedan el privilegio de ver y opinar sobre sus últimos trabajos cuando éstos apenas han salido del horno. Eso me pone un poco en la piel de un controvertido Peter Parker bloguero, pues tal ‘poder’ conlleva una gran responsabilidad: la de comentar estas películas con gratitud pero también con honestidad, y, por supuesto, sin dar demasiados detalles sobre las tramas –los famosos/odiados/temidos spoliers– , sabiendo de buena tinta que cuando publico mis impresiones casi nadie ha tenido aún oportunidad de visionar estas cintas.
Esta semana he tenido el gusto de poder echar un vistazo, casi en exclusiva, al último trabajo del tándem Álvaro Moro & Óscar Cavaller, una pareja profesional que aborda su tercera obra conjunta tras Confesiones de un esbirro (2009) –divertida transgresión de los tópicos del actioner yanqui con imprevisible giro sentimental final- y Sun Sand Survival (2012) –tosco y rudo western contemporáneo cuya excelente factura técnica estaba muy por encima de su irregular guion- . Antes que nada, deciros que a Cavaller no tengo el placer de conocerle (aún) personalmente, pero a Moro lo vengo siguiendo desde sus primeros pasos en la MAC hace ya más de una década, aparte de haber trabajado juntos en no pocos proyectos de y para Baidefeis: desde ‘mi’ Retrato en gris (2005) hasta ‘su’ Carlitos (2007), pasando por Antenitas (Juan G. Grados, 2007), Nombre Grado Unidad (Julián de la Fuente, 2008) o Alzheimer (Jesús Alonso, 2011).

Fired on call (2014) está más próximo a su primera peli conjunta que a la segunda: hábilmente, sitúan al espectador en una situación cómoda y en cierto modo familiar –en esta ocasión, el épico enfrentamiento entre un superhéroe y su némesis que perfectamente podría ser el clímax de cualquier aventura Marvel- para luego romper con el estatus narrativo y llevarnos por senderos imprevistos y a la vez cotidianos. Moro y Cavaller apuestan por estética cómic a modo de lujoso envoltorio –espléndida la puesta en escena y los efectos especiales- que esconde un sainete melodramático, deudor del espíritu de Azcona, con buen sentido del humor y también profunda carga social más allá de su banal apariencia. Destaca también el trabajo de sus dos únicos actores, Rodrigo Poisón y Ramón Esquinas, que si bien su apariencia de x-men venidos a menos puede resultar a priori cuanto menos chocante –más próxima a la de aquellos Mystery Men (Kinka Usher, 1999) que a la de la lujosa pandilla uniformada del profesor Xavier- , su carisma consigue sobrepasar a sus disfraces, logrando que como espectadores veamos lo que en realidad son: un par de (entrañables) pringaos.
Tal vez este corto no sea del todo redondo, y es verdad que hay algunas situaciones algo reiterativas -¿era necesaria esa segunda llamada cuando todo el pastel se descubre en la primera?- ; pero se agradece la intención no sólo de divertir y entretener –como en Confesiones…- o de demostrar cierto virtuosismo visual –caso de Sun Sand Survival– , sino de reflejar, a modo de acertada sátira, las dificultades diarias y laborales de millones de españoles obligados a realizar auténticas superheroicidades para llegar a fin de mes.