Casualidad o no, lo cierto es que en los últimos tiempos no son pocas las películas que he visto firmadas por un tal François Ozon, y aunque siempre me propone planteamientos atractivos y con indudable potencial, me da la impresión de que nunca termina de redondear la jugada, que siempre se queda a dos aguas, y casi estoy seguro de que al poco tiempo lo habré olvidado…
Joven y bonita (2013), historia de una lolita adicta al sexo por no se sabe muy bien qué razones, va también en esa línea: te presenta unos personajes viviendo cierto tipo de situaciones, y todo desde una perspectiva distante, fría, sin querer mojarse en aquello que se nos cuenta. No hay denuncia, no hay mensaje… demasiado aséptico para mi gusto. [leer crítica]