
El niño levantó la mano cuando dijeron si alguien quería preguntar algo. No tendría más de diez años, pero no vaciló para pedir la palabra ni cuando subió al escenario. Le acercaron el micro y dijo: «¿Cuándo volveremos a vernos en la ‘Linterna Mágica’?»
Para quien no lo conozca, la ‘Linterna’ fue una iniciativa pedagógica y cultural que se desarrolló durante tiempo atrás en Guadalajara -también en Zaragoza- y que ofrecía a niños y niñas de primaria la posibilidad de formar parte de un cineclub pensado especialmente para ellos, donde, una vez al mes, acudían a ver una película en una cita que aunaba educación cinematográfica, animación infantil, aprendizaje, etc. Unos días antes de cada sesión, estos jóvenes socios recibían en su domicilio una pequeña revista que les anunciaba cuál iba a ser la próxima película; luego acudían al Teatro Moderno acompañados por sus padres, que se quedaban a la puerta; y, durante dos horas, aprendían, se divertían, disfrutaban y participaban de manera autónoma de una actividad que hacía las delicias de estos jóvenes cinéfilos, que además descubrían, de manera amena y divertida, a Charlie Chaplin, a Buster Keaton, a Harold Lloyd o a Jacques Tati.

La crisis y los recortes en ayudas culturales cercernaron la ‘Linterna Mágica’ hace ya un tiempo. Pero gracias a un acuerdo de colaboración entre el Cineclub Alcarreño y el Centro Asociado de la UNED en Guadalajara, el pasado sábado, durante unas horas, se recuperó esta iniciativa que todo el mundo recuerda como increíblemente enriquecedora y creativa.
Aunque el escenario había cambiado -del añorado Moderno al salón de actos del Centro San José- , la respuesta fue igual de masiva y entusiasta, tanto por parte de antiguos socios de este particular cineclub como de pequeños que venían a descubrirlo por primera vez: cerca de trescientos niños y niñas coparon la práctica totalidad del patio de butacas, donde eran recibidos por parte del gran Luis Orna -grande no sólo en tamaño, sino también en talento y simpatía- quien les iba dando la bienvenida al tiempo que ya les iba contando algunas cosillas, de manera muy amena, sobre los orígenes del cine… antes de la celebrada aparición del aclamado Carlos Jano, quien, a ritmo de guitalele y pandereta, no dejaba de canturrear: «La Linterna, la Linterna, la Linternaaaa… qué mágica eeees… ya podría seeeeer… una vez al meeeees»…

Con música en directo a cargo del pianista Mariano Gómez González y narración del propio Jano, el auditorio disfrutó con Los extraordinarios inventos, una serie de cuatro cortometrajes de cine mudo realizados en la década de los años veinte del pasado siglo por el injustamente desconocido Charlie Bowers que aunaban imaginación e ingenio a raudales gracias a insólita mezcla de imagen real y animación stop-motion, y donde pudimos ver desde minúsculas pulgas que bailaban bajo un microscopio hasta pequeños automóviles que salían de huevos empollados al calor de un motor, pasando por máquinas para atender clientes en un restaurante o ratones de armas tomar (literalmente). Una proyección llena de risas y jolgorio para deleite tanto de los espectadores como de los propios miembros de la organización.
Finalizada la película, y encendidas de nuevo las luces, los presentadores volvieron al escenario. «¿Lo habéis pasado bien?»; «¿Os ha gustado?»; «¿Alguien quiere hacer alguna pregunta?». Y entonces llegó la gran cuestión: «¿Cuándo volveremos a vernos en la ‘Linterna Mágica’?» De improviso, un chaval puso a voz a la gran incógnita que a todos nos había rondado la cabeza durante toda la mañana. Luis y Jano se quedaron sin palabras. Algunos incluso aguantamos la respiración. Nadie se movió ni dijo nada durante apenas dos ó tres segundos que transcurrieron a cámara lenta. «Bueno… disfrutemos hoy que estamos todos juntos», fue lo único que acertó a responder Luis.
Chicos y chicas empezaron a desfilar hacia la salida. Quien esto escribe, encargado de la proyección y de las luces durante este esperado evento, veía todo el panorama desde el ventanuco de la cabina, y otro niño, con esa mezcla de vergüenza y entusiasmo tan propia de los críos, se me acercó a preguntarme: «Entonces, ¿esto va a ser todos los meses?». Y yo, que no sé mentir a un niño, sólo pude contestar: «Si nos dejan…».

La Linterna. Qué mágica es.
Y ya podría ser una vez al mes.