
Pasaban unos minutos de la medianoche cuando al fin pudimos ver una cara conocida de la cultura alcarreña: Hugo Mirò, de Huaja Malabares, aparecía en el escenario de la gala de los premios Goya para participar fugazmente (apenas unos segundos) en el número de magia de Jorge Blass que precedería a la entrega del galardón a los Mejores Efectos Especiales. Un ratito después, veíamos la segunda: Laura Domínguez y sus compañeras de las camitetas, en el vídeo de presentación de los nominados a Mejor Corto Documental, en una de las escenas de Regreso a La Alcarria. Y ya. Hasta ahí. Bueno, hay que decir que hubo una peli que sí llevaba algo de ADN de nuestra tierra, y esa es la aportación del amigo Pedro Solís como director de producción de Atrapa la bandera (Mejor Largometraje de Animación), pero, obviamente, él no subió a recoger el galardón. Sí lo hizo el director Enrique Gato, aunque TVE nos impidió verlo. Pero ya habrá tiempo de hablar de la nefasta realización de la cadena estatal.
A lo José Luis Moreno.
No hubo más sitio para Guadalajara en los trigésimos premios de la Academia del Cine Español. Ni referencias a la miel -y eso que al presentador Dani Rovira se le ha premiado en el último FITUR por sus chascarrillos del pasado año- ni cabezón con denominación de origen -el molinés Álex Catalán (Un día perfecto) se quedó sin Goya a Mejor Fotografía frente a Miguel Ángel Amoedo (La novia)-. Pero eso no fue lo peor: la gala, que comenzó con cinco minutos de retraso sobre el horario previsto, arrancó con un descastado número musical propio del Noche de fiesta o de cualquier otro show trasnochado y rancio de José Luis Moreno. Y los internacionales –y nominados- Juliette Binoche y Tim Robbins, mirando con cara de póquer. Sus rostros fueron objeto de no pocos memes en Twitter -estuve siguiendo y comentando el evento en directo a través de esta red social- . Algunos pensamos que, tras ese arranque, la cosa no iba a poder empeorar. Luego la Academia y TVE decidieron darnos un bofetón de realidad.

Arrancó rara la gala. Algo debió pasar, porque tras el musical de inicio, y sin presentación, ni bienvenida, ni nada, se entregaron los dos primeros premios –de récord con el doblete casi simultaneo de Lucas Vidal por la canción de Palmeras en la nieve (compartido con Pablo Alborán) y la partitura de Nadie quiere la noche). Luego salió Rovira y le falló el micro. Raro, raro. A las 22:45, es decir, cuarenta minutos de comenzada la ceremonia, me di cuenta de que solo se habían entregado tres premios. O aquello se iba a alargar más de la cuenta o luego les entrarían las prisas. Como así fue.
Sorpresas, imprevistos y un palmarés muy repartido.
El reparto de premios hizo potable la gran fiesta del cine español. Me gustan los años donde hay sorpresas y no está todo el pescado vendido de antemano. Y así nos encontramos con que todas las favoritas se llevaron al menos un cabezón. Si tuviera que escoger dos o tres momentos, me quedaría con los muy sentidos agradecimientos de Miguel Herrán (Actor Revelación por A cambio de nada) hacia su descubridor, Daniel Guzmán -que se haría también con el premio en una de las categorías más disputadas, Dirección Novel- ; la muy emocionada, y con razón, Natalia de Molina, que con Techo y comida se llevaba el segundo premio de su carrera y vencía nada más y nada menos que a Penélope Cruz, Juliette Binoche e Inma Cuesta; o el discurso, claramente inteligible, del homenajeado Mariano Ozores, con toda la platea puesta en pie. No le discuto este reconocimiento, Dios me libre, pero me pregunto qué pensará Tim Robbins como le dé por buscar el nombre del cineasta en YouTube y se encuentre con Los bingueros, Jenaro, el de los catorce, Yo hice a Roque III, El erótico enmascarado, Cristóbal Colón, de oficio descubridor o ¡Que vienen los socialistas! Canela fina.

Salió Antonio Resines, y dio un discurso interesante en el fondo pero algo errático en las formas. De hecho, ofreció un dato que fue objeto de no poca controversia en las redes: según el serrano presidente de la Academia, “en España se descargan ilegalmente 1.900 películas por minuto”. A algunos, desde luego, no nos salen las cuentas –deberíamos ser muchos más millones de habitantes en este país y, además, casi todos sufrimos las conexiones más lentas de toda Europa- , y, como siempre, se obvia un dato: ¿cuántas de esas descargas piratas son de títulos españoles? No seré yo quien defienda el tráfico ilícito de obras audiovisuales por la red, pero si de verdad se quiere dar una solución a este problema, hay que dar todas las cifras, dejar de llorar –así llevamos más de un lustro, y ya cansa- y empezar a proponer soluciones reales.
Aunque durante toda la noche imperó el fair play y todo el mundo defendió que aquello no era una competición, sino que cada película suma para el cine español, no se puede negar que Paula Ortiz y su equipo debieron quedarse, con perdón, con el culo torcido: solo dos premios (Mejor Actriz de Reparto para Luisa Gavasa y el ya mencionado de Mejor Fotografía) de doce posibles. Una pena, porque su película era mi favorita. Y eso que me alegré mucho, muchísimo, de que la gran triunfadora fuera la de Cesc Gay: para mí, es una de las tres mejores del pasado año (junto con B, que no optaba a premio gordo, y La novia), pero no es menos cierto de que, siendo sobresaliente, creo es una obra menos arriesgada, audaz y (en ese sentido) valiente. Cualquier productor del mundo se atrevería a hacer un Truman, pero muy pocos a llevar el lirismo de Lorca a la gran pantalla.
Y sobre el resto de premiados, poco más que decir, salvo que aplaudo como el que más que el muy querido Ricardo Darín por fin tenga su Goya y que sigo sin entender el criterio de Mejor Actor y Actriz Revelación: si es cierto que podemos considerar al debutante Herrán como revelación, no comprendo cómo Irene Escolar –que, por otro lado, considero que es una magnífica actriz- , con quince películas a sus espaldas antes que Un otoño sin Berlín, pueda entrar en esta categoría. Sé que las bases lo admiten, pero sigo diciendo que éstas permiten que se desvirtúe el sentido del premio.
[Ver Palmarés completo en este enlace]
TVE, de mal en peor.

No puedo terminar mi análisis de los Goya 2016 sin pararme a hablar de la nefasta realización de TVE. Lejos de corregir errores de ediciones anteriores y de probar cosas nuevas, y sin volver a repetir lo de los anticuados números musicales –y, la verdad, sacar a Serrat cantando Los fantasmas del Roxy no creo que ayudara a levantar esto-, anoche pudimos asistir, entre atónitos y molestos, a cómo la cadena estatal cortaban sin piedad ni rubor alguno los discursos de algunos de los premiados. Ninguno hizo un Almodóvar –alargarse en exceso agradeciéndoselo a la Virgen de Guadalupe o la del Perpetuo Socorro- , alguno incluso quiso acercarse a saludar a sus compañeros de nominación antes de subir al escenario, y, sin embargo, eso no impidió que, a los sesenta segundos exactos, se subiera la música escandalosamente y se cortara el micrófono del (inexistente) atril. Un gesto muy, muy feo, máxime cuando el maestro de ceremonias se extendió todo lo que quiso –a veces, demasiado- en sus intervenciones. Abrieron la veda con Jorge Coira (Mejor Montaje por El desconocido), nos impidieron ver a Enrique Gato compartir “su cachito de premio” ofrecido por Nicolás Matji (productor de Atrapa la bandera) para meter a capón el vídeo del ‘In Memoriam’ y hasta tuvieron la indecencia de interrumpir el speech de Natalia de Molina, cuando todo el mundo sabe que, en los premios más gordos, no pasa nada por conceder algo más de tiempo a los galardonados. Una actitud y un criterio, como digo, deleznables y que fueron objeto del reproche, en vivo y en directo, del propio Darín. Insólito y vergonzoso. Eso sí, perdí la cuenta de cuantas veces pincharon el plano de Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa, juntos en el patio de butacas. Parecía que tuvieran una cámara solo para ellos. Carne de Sálvame.
Esta gala duró, al menos, unos minutos menos que la del año pasado. Pero sigue siendo una fiesta sin ritmo y sin gracia, donde sobran chascarrillos tontos – de «Lorca, la ballena asesina» al «Pacto Donald”… sí, ese fue el nivel- y momentos de relleno que nadie comprende. ¿Un homenaje a Buñuel, pasadas las tres horas de ceremonia, con una tamborrada? Y Juliette Binoche, y a su lado Tim Robbins, que vinieron para no llevarse nada, mirando sin entender ni papa. Verás cuando lo cuenten en casa. Surrealismo puro.