‘Cazafantasmas’: A quién no voy a llamar

Leo en foros y blogs que, tras haber lanzado hace un par de días el primer tráiler de la nueva versión de Cazafantasmas (Paul Feig, 2016), Sony Pictures se está afanando por eliminar de sus redes sociales comentarios ofensivos, hirientes, malsonantes o sencillamente misóginos que tienen en el punto de mira a las cuatro féminas protagonistas de este más que anunciado blockbuster que llegará a los cines el próximo mes de agosto. Leo también que algunos blogueros defienden con cierto criterio que no debe juzgarse la película hasta ser vista, y que esas valoraciones chuscas deben ser erradicadas cuanto antes. Estoy completamente de acuerdo con lo segundo, pero no tanto con lo primero.

Vamos a ver. La mayoría de las opiniones que a mí me han llegado acerca del famoso avance no tienen nada que ver con el sexo de las protagonistas y sí hacen hincapié en los chistes malos, diálogos absurdos, personajes estereotipados y el esperado abuso del CGI como resumen del vídeo. Y una trama que, a priori, parece una fotocopia del primer Cazafantasmas (Ivan Reitman, 1984). Que yo no digo que no haya gente idiota y maleducada que haga supuestas gracietas o ataques de mal gusto hacia las actrices –y por extensión, hacia las mujeres- , e insisto en que son y deben ser intolerables ese tipo de comentarios; pero a mí por lo menos la sensación que me producen las imágenes que he visto nada tienen que ver con ellas y sí mucho con la idea de que nos encontramos ante otra película que nace de una clamorosa falta de ideas y de originalidad en la llamada Meca del Cine.

Sí, lo admito: estoy prejuzgando la película. Porque eso es lo que hace un tráiler: te da un cebo para que te hagas una idea, y a partir de ahí, como espectador, decidas si esa peli merece la confianza suficiente como para pasar por taquilla. En mi caso: ¿tiene algo que ver con que las protagonistas sean mujeres? No. Tiene que ver con que las sensaciones que me producen son de hastío, agotamiento y déjà vu. Como el bluf de Rajoy.

Los Cazafantasmas, con sus virtudes y sus defectos, eran hijos de la cultura pop de los ochenta, del Saturday Night Live, de los sketches televisivos y de un emergente gremio de los efectos especiales artesanales que, desde su explosión en La Guerra de las Galaxias (George Lucas, 1977), buscaba ir un poquito más lejos en cada nueva producción. Si Cazafantasmas (2016) lo protagonizaran cuatro tíos, estoy seguro de que la percepción frente al tráiler hubiera sido más o menos la misma: repetición de gags y esquemas, escenas calcadas del original –esos espectros gigantes por Nueva York- y mucho efecto digital.

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Teaser poster con el famoso logo.

Hollywood se empeña en ser su propio espectro monstruoso, un ente que ya solo puede sobrevivir a base de fagocitarse a sí mismo. Porque se puede coger una película (buena o mala) de hace veinte, treinta o cincuenta años y darle un giro original y diferente, más acorde a los tiempos actuales, y hacer un trabajo estimable: ahí está, por ejemplo, lo que hizo J.J. Abrams con Star Trek (2009). Hollywood –Sony, en este caso- debía saber que, al margen de la calidad o de las opiniones de cada cual con respecto al original de 1984, es demasiado peligroso jugar con el factor nostálgico de la gente: la pifiaron con los liftings de Pesadilla en Elm Street (Samuel Bayer, 2010), Desafío total (Len Wiseman, 2012), Robocop (José Padilha, 2014) y vaticino que ahora van a patinar con Cazafantasmas. Para ofrecernos exactamente lo mismo que se hizo hace treinta años, ¿por qué preferir la nueva y no quedarnos con el original que tenemos en DVD?

¿Quieren que no prejuzgue? Que se hubieran currado un spot mejor. Con lo que de momento me ofrecen, me da que donde no hay mata, no hay patata.

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