Además de ser una película tremendamente honesta –Roland Emmerich no engañó a nadie: dio lo que prometió, y a paladas- , había tres cosas que funcionaban estupendamente en el primer ‘Independence Day’ (1996): las escenas de batalla aérea, el natural humor de Will Smith y las maquetas que saltaban por los aires. Si para una secuela -que llega veinte años tarde- nos quitan dos de esas tres cosas, ¿merece la pena este ‘Contraataque’?
Podéis leer mi crítica en Cultura En Guada, aunque, supongo, que ya sabéis por dónde van a ir esta vez los tiros: