‘Cómo conocí a vuestra madre’: Casi legendaria

Ya comenté hace poco, al hilo del estreno de ‘Stranger Things’, que había tomado la determinación de, salvo excepciones -caso de ‘El Ministerio del Tiempo’, de la que me declaro fan incondicional- no seguir series en TV por el riesgo de retrasos, cancelaciones de emisión, contraprogramaciones, etc. Dicho ésto: serie que me llame la atención, serie que me veré de una sentada una vez haya concluido.

De ahí que llegue con casi un año de retraso para comentar ‘Cómo conocí a vuestra madre’, una propuesta fresca, divertida -sobre todo en las primeras temporadas- y sencillamente imprescindible para la generación que nacimos entre finales de los 70 y principios de los 80, creada y desarrollada por Carter Bays y Craig Thomas. ‘How I met your mother’ (o, en el acrónimo universal, HIMYM) arranca en un pequeño salón de una vivienda media del año 2030: dos adolescentes miran a cámara mientras una voz en off, su padre, les cuenta una historia que empezaría veinticinco años antes, en el Nueva York de 2005. Toda la serie es, por tanto, un gigantesco flashback de nueve temporadas, recordando la presentación formal de otra ficción de referencia ochentera, ‘Aquellos maravillosos años’ (1988-1993), que por su ambientación histórica más se acercaba a la generación de nuestros padres que a la nuestra.

HOW I MET YOUR MOTHER -- Season 8 -- Pictured (L-R): Josh Radnor as Ted Mosby, Cobie Smulders as Robin Scherbatsky, Neil Patrick Harris as Barney Stinson, Jason Segel as Marshall Eriksen and Alyson Hannigan as Lily Aldrin -- © 20th Century Fox Television

La otra serie con la que es imposible no comparar es con ‘Friends’. De hecho, los personajes, decorados, ambientes, situaciones y tramas -episódicas y de temporada- recuerdan, a veces en exceso, a la famosa sitcom de David Crane y Marta Kauffman: son muy pocas las diferencias que podemos encontrar entre el carácter de Ross Geller (Davis Schwimmer) y Ted Mosby (Josh Radnor), con un amor platónico que vendría a ser Robin (Cobie Smulders) por Rachel (Jennifer Anniston), una pareja de amigos que conforman el matrimonio perfecto aunque con altibajos (Alyson Hannigan y Jason Segel en vez de Courteney Cox y Matthew Perry) y el gracioso del grupo (Neil Patrick Harris por Matt LeBlanc), al que aquí le dan una pátina de patético pero entrañable donjuan adicto a los trajes. Y todo en dos escenarios principales (luego, a medida que avanza la serie, habrá más): el apartamento y el bar -en este caso, un pub que vendría a reemplazar al recordado Central Perk- .

Sin embargo, HIMYM funciona bastante bien, sobre todo durante los primeros años: más allá de las equiparaciones, nos encontramos a un grupo heterogéneo bien dibujado, con sus personalidades, inquietudes y anhelos individuales perfectamente definidos pero que a la vez funciona de manera excelente como pandilla, protagonizando algunos capítulos no solo estupendos, sino también brillantes e ingeniosos: se me viene a la cabeza, a bote pronto, el de la gran nevada -una historia en tres tiempos con apariencia engañosamente lineal- , aquél en el que Barney habla de su manual para ligar -el Libro de Juegos, lleno de argucias tan descacharrantes como inverosímiles- o el impagable número musical al más puro estilo Broaway con el que remataron el episodio nº 100.

Los guiones, además, se enriquecen con multitud de referencias literarias, urbanísticas -no esconde en ningún momento su adulación por la metrópoli neoyorkina… aunque la serie se filmara en un estudio de Los Ángeles- , televisivas y, sobre todo cinéfilas, que, más allá de los habituales chascarrillos en torno a ‘Star Wars’ o ‘Los Goonies’ -que parecen ser los más habituales a la hora de ilustrar a nuestra quinta- , no dejan de reivindicar títulos como ‘Jungla de cristal’, ‘Arma letal’, ‘Kárate Kid’, ‘La princesa prometida’ o incluso las menos recordadas ‘Campo de sueños’ o ‘Este muerto está muy vivo’. Otro de sus puntos a favor ha sido la nutrida presencia de estrellas invitadas que se apuntaron a esta fiesta, como Alan Thicke, Chris Elliott, John Lithgow, Kyle MacLachlan, Jennifer Morrison, Bryan Cranston, Martin Short, Jorge García, James Van Der Beek, Ralph Macchio, Billy Zabka o los cantantes Britney Spears, Kate Perry y Enrique Iglesias.

A la hora de poner un pero, sin duda hay que hablar de su excesiva duración: nueve temporadas que comienzan muy, muy bien, pero que verdaderamente pierden fuelle en las tres últimas, rayando a veces lo inverosímil -aquella vez que Barney y Ted deciden, en plena borrachera, adoptar una niña- o incluso lo repetitivo -demasiadas chicas definitivas para Ted, demasiados altibajos entre Barney y Robin- , donde algunos personajes incluso llegan a perder su naturaleza -el playboy Barney convertido en un romántico incurable y casi patéticamente almibarado- .

Aunque quedan algunos cabos sueltos -¿qué pasan con la piña y con la cabra?- , una vez vistos los 208 episodios hasta llegar al agridulce y controvertido último capítulo -bastante discutido por los fans, aunque a mí sí me ha funcionado; podéis encontrar en internet el final alternativo de la serie, y sacar vuestras propias conclusiones- , al menos reconforta saber que, al contrario que otras series, aquí el final sí parecía pensado de antemano -de hecho, el último diálogo entre Ted y sus hijos se rodó en la primera temporada- , aunque se hayan pasado estirando la narración. Echaré de menos tomar unas cervezas en el MacLaren’s con este grupo, que, sin ser perfecto, tan buenos ratos nos ha dejado, y me propongo un reencuentro para dentro de unos años. ¿Qué tal en 2030?

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