
Ha pasado un año entero desde que Juan Ramón Velasco, presidente de la Agrupación Fotográfica de Guadalajara, regresó del XXIX Congreso Nacional de Fotografía CEF en Antequera con las orejas gachas y un mensaje lacónico en las formas pero ilusionante en el fondo: «Nos han hecho la encerrona y el año que viene nos toca organizarlo a nosotros». Confieso que él y yo, unos días antes, ya habíamos especulado con esa posibilidad; pero esta Junta Directiva no llevaba ni un año en el cargo, y parecía muy precipitado. Sin embargo, algunos cogimos la noticia con entusiasmo: el encargo coincidiría con el 60º aniversario de la af/G. Debíamos organizar algo grande. Y a ello nos pusimos.
En febrero de 2016 se convocó a una primera reunión a los socios, para que se presentasen voluntarios para una labor que tendría su meollo pasado el verano y las fiestas patronales: el Congreso se desarrollaría en el primer fin de semana pasado el puente de Todos los Santos -sin actividades culturales de renombre durante esas fechas con las que pudiéramos hacer contraprogramación- y nos habíamos propuesto ampliar los habituales dos días y medio de almuerzos, reuniones, asambleas y gala de premios a toda una semana de actividades. Una Semana Nacional de la Fotografía, nada menos. Palabras mayores.
Los meses previos a las vacaciones estivales fueron un goteo de reuniones con administraciones públicas -viaje express a Toledo incluido- , borradores de programa, diseño de web y redes sociales creadas ex-profeso para este acontecimiento, contactar con artistas para la gala, baile de presupuestos, desarrollo de contenidos para un Boletín especial, negociación con hoteles y restaurantes… y, tras el parón de agosto, organización de grupos de trabajo, preparación y montaje de exposiciones, coordinación de invitados y acreditaciones, gestión de espacios y horarios -algunos, sin confirmar hasta apenas unos días antes- , trajín de llamadas telefónicas de protocolo, preparativos técnicos, supervisión de medallas y diplomas a entregar, montajes de audiovisuales, guion y cálculo de invitaciones para la Gala…
De pronto, una avalancha con muchos frentes y muy pocos días para cerrarlo todo, incluso cuando la Semana ya estaba en marcha. Disculpad si lo que voy a decir suena a falta de modestia, pero salvo dos o tres casos, no conozco a nadie que haya sacrificado tantas horas de sueño como yo para sacar esto adelante. Como ejemplo, un botón: solo he podido disfrutar de dos de las catorce actividades que componían la Semana como simple y mero espectador. De hecho, en el momento de publicar estas líneas, aún no he podido ver ninguna de las cinco exposiciones inauguradas y que tenemos en marcha -¡y en dos de ellas, expongo foto!- .

Pero este no es un post de reproche. Todo lo contrario. Solo tengo palabras de agradecimiento. Agradecimiento para todos los que han echado horas, ganas, entusiasmo, esfuerzo y trabajo, empezando por Mariam Useros -la pobre ha dormido tan poco como yo, a veces simplemente por pura solidaridad- y terminando por todos y cada uno de los voluntarios que han colaborado desinteresadamente en esta ardua labor. Ya sé que lo políticamente correcto es no nombrar para no excluir a nadie: me lo aplicaré en tanto en cuanto me refiera a compañeros y compañeras de af/G -no os nombro aquí uno por uno, pero sabéis, porque os lo he reconocido personalmente, lo mucho que os agradezco el currazo que os habéis metido entre pecho y espalda- , pero debo incluir en esta lista a Pili Sancho, nuestra regidora al rescate, que vino a dirigir la Gala entre bambalinas simplemente por una cuestión de amistad; a mi querida media naranja fílmica Mónica Gallo, a quien dejé colgada al comienzo de la gala -en ese ya mítico momento «me he quedado en blanco, cielos, dónde estamos que me he perdido en mi propio guion» sobre el escenario del Buero- pero que siempre está ahí, a las duras y a las maduras; a Sandra Sardi y Marta Marco, dos artistazas increíbles que se ganaron a todo el público con su talento y carisma; y a los chicos de la Asociación Ritmo Musical, por quienes aposté prácticamente a ciegas y cuyos números de baile nos entusiasmaron a todos.
Este es el quid de la cuestión. ¿Cómo se sobrevive a un titánico sarao cultural de seis días que cuenta con cinco exposiciones fotográficas, una mesa redonda, dos master-classes, una asamblea, tres visitas guiadas, un cinefórum y una Gala Nacional con más de cien participantes inscritos más público en general? Con el apoyo de todo un equipo y un sinfin de colaboradores que reman todos juntos con una camaradería y un buenrollismo dignos de aplauso. Esta Semana podía haber sido un auténtico cataclismo para la Agrupación, y, sin embargo, creo que se recordará como uno de los eventos más bonitos y mejor organizados que jamás se hayan hecho en la historia de la af/G. Me llevo eso, así como tanta gente nueva a la que he conocido estos días y el reencuentro con viejos amigos de la CEF a los que hacía tiempo que no veía.
Eso sí: no me meten en otra de estas ni loco. Una y no más, Santo Tomás. Que, como decía el teniente Murtaugh de ‘Arma letal’, «soy demasiado viejo para esta m…»
