Los Goya del armisticio

Decía el nominado Eduard Fernández, en una previa emitida en ‘Informe Semanal’ (TVE) pocos minutos antes del comienzo de la ceremonia, que «casi todos los del cine somos de izquierdas, eso lo sabe todo el mundo; lo que no quita que podamos tener una relación cordial y de respeto con un gobierno de derechas», apostillando que «quizá, y que me perdonen mis compañeros, cuando se recoge un Goya no sea el momento más oportuno para cierto tipo de reivindicaciones». No seré yo quien censure al que se pone delante de un micrófono tras recibir un galardón, es su minuto de oro y puede decir, sin faltar a nadie, lo que le venga en gana; pero, en cierto modo, esta actitud conciliadora fue la que reinó en una gala, la de los Goya 2017, que sí tuvo momentos para las críticas -justificadas, por otro lado- , pero fueron de guante blanco. Sutiles algunas –Sílvia Pérez Cruz cantando con delicada capella la áspera letra de ‘Cerca de tu casa’, lo más emocionante de la noche- , algo más personales otras –Carlos Santos dedicando su discurso a su hermana en el Día Mundial Contra el Cáncer- y, el resto, ceñidas a los números, en especial lo que el Séptimo Arte patrio aporta a las arcas del Estado -tres veces más de lo que recibe, contestando a la demagogia de las subvenciones- ; a la terrible situación que afronta el gremio de los actores, donde tan solo un 8% puede vivir de su oficio -vaya desde aquí mi total apoyo, aunque me hubiera gustado que también se mencionara a la precaria situación de guionistas, técnicos audiovisuales, etc. ; y al escaso peso que, todavía hoy, tienen las mujeres en una industria aún dominada mayoritariamente por hombres. Pero vamos, nada que pudiera incomodar al ministro Íñigo Méndez de Vigo, sentado entre la presidenta de la Academia Ivonne Blake y la alcaldesa Manuela Carmena.

Un monstruo para la ira.

Empecemos hablando de un palmarés de lo más repartido en cuanto a premios gordos -y, en cierto modo, bastante previsible- pero que, evidentemente, dio mucho que hablar en las redes. ‘Tarde para la ira’, a mi modo de ver, ganó con toda justicia el cabezón a la Mejor Película, así como Mejor Dirección Novel (Raúl Arévalo), Guion Original (Arévalo y David Pulido) y Actor de Reparto (Manolo Solo). Cuatro estatuillas muy, muy importantes, pero que se me hacen muy escasas -en cantidad- frente a las nueve que cosechó ‘Un monstruo viene a verme’. Se esperaba que este film arrasara en categorías técnicas -Efectos Especiales, Sonido, Montaje, Fotografía, etc.- , e incluso me pareció de lo más merecido el reconocimiento a la bellísima Música Original de Fernando Velázquez. Pero de ahí a llevarse el galardón a Mejor Director, cuando no ganaría ni Guion Adaptado -que fue, muy meritoriamente, para Alberto Rodríguez y Rafael Cobos por ‘El hombre de las mil caras’– , ni ninguno de interpretación, ni (por supuesto) Mejor Película, me parece un regalazo innecesario. Algo que ya pasó en 2013, cuando Bayona fue elegido como mejor realizador en una noche en la que la ‘Blancanieves’ de Pablo Berger y el ‘Tadeo Jones’ de Enrique Gato habían superado claramente a ‘Lo imposible’.

En cuanto a los actores, un premio por película, lo que se tradujo en dos que se fueron a casa de Emma Suárez: Actriz Protagonista por ‘Julieta’ y de Reparto gracias a ‘La próxima piel’. Roberto Álamo se hizo con el único reconocimiento para ‘Que Dios nos perdone’ -también parece poco bagaje para la cinta de Rodrigo Sorogoyen– al igual que una emocionadísima Anna Castillo con ‘El olivo’, cuyas posibilidades como Mejor Actriz Revelación parecían algo difuminadas por un trabajo estrenado hace ya nueve meses.

Y por lo demás, en este capítulo, poco más que añadir. Si acaso, la inesperada derrota de ‘Nacido en Siria’ frente a ‘Frágil equilibrio’ como Mejor Película Documental, que a más de uno nos pilló a contrapié.

[Ver palmarés completo de los Goya 2017]

goyas2017
El ministro, SuperDani, la presidenta y un sosías de Von Nekrus, a quien llamaron Cocoguaga. Lo más bizarro de la noche. Foto vía @LaScript / rtve.es

La intra-gala.

Salvo los dos grandes momentos -ya comentados- de Sílvia Pérez Cruz y Anna Castillo, la gala dio para pocas alegrías. Dani Rovira arrancó con fuerza, pero un año más -y van tres… como él mismo insistió en recordar- se le vio encorsetado en un guion que era cualquier cosa menos ágil y divertido. Sus mejores momentos, sin duda, cuando le salían espontáneos chascarrillos –«Qué buena ‘Piscosis, ¿eh?», le espetó a un Agustín Almodóvar que, efectivamente, parecía la reencarnación del mismísimo Alfred Hitchcock- . Y reivindicar más presencia femenina en la industria fílmica con esos tacones cercanos fue una opción, como poco, controvertida. Sigo diciendo lo de siempre: el muchacho le pone voluntad, pero el libreto no da para muchos lucimientos.

A pesar de que, anoche, muchos seguían preguntándose el porqué del Goya de Honor para Ana Belén -un reconocimiento que yo sí que aplaudo: le contemplan cincuenta años de carrera y, aunque hoy algunos lo hayan olvidado, fue una de las actrices más populares de los años setenta y ochenta- , debo decir que a su discurso de agradecimiento le sobraron páginas -¡salió con cinco folios!- y datos autobiográficos, y solo al final, después de una larguíiiiisima lectura, se le vio agradecida, emocionada y natural.

Me pareció espléndido que este año, al fin, hubiera música en directo, contando nada menos que con la magnífica Film Symphony Orchestra. Sin embargo, ¿de quién fue la idea de tener a los músicos ocupando medio escenario? En cuanto subían dos o tres entregadores y recogía el premio más de una persona, parecían sardinas en lata… sigue faltando un atril algo más amplio -casi nadie sabía dónde poner el premio para poder leer cómodamente el discurso… claro que, bien mirado, igual es una manera sutil de invitarles a ser breves- , hubo quien se quejó de que los micros no se pudieran subir o bajar y algo debía pasar con la climatización de la sala porque Ivonne Blake y Ana Belén tuvieron que pedir agua para poder terminar sus respectivos discursos.

Otra pregunta que me hago tooooodos los años: ¿por qué no salpicar la gala con las canciones nominadas interpretadas por los propios cantantes? Ayer hubo un único número musical -bastante potable, por cierto, con las voces en directo de Adrián Lastra y Manuela Vellés– colocado excesivamente tarde en la escaleta, sobrepasadas ya las dos horas y pico y cuando apenas quedaban tres o cuatro galardones por dar.

Por último: creo que hay que cuidar un poco las apariencias a la hora de entregar los premios. Vale que, como ya he comentado, muchos estaban cantados, pero la Academia ni siquiera se tomó la molestia en dejarnos jugar a las quinielas de última hora. ¿Que salen Lastra y Daniel Sánchez Arévalo a dar el Goya a la Mejor Dirección Novel? No hacía falta que abrieran el sobre, toda España ya sabía que iría para Raúl Arévalo. ¿Que sale Pedro Almodóvar a dar el de Mejor Actriz? Caerá -y cayó- sobre su musa en ‘Julieta’, Emma Suárez. Y no hablemos del monográfico que dedicaron Javier Fesser y Esteban Crespo -dos realizadores que saben lo que es estar nominado al Oscar por un cortometraje- a Juanjo Giménez y ‘Timecode’ antes de dar el Goya a Mejor Corto de Ficción… ¿qué estarían pensando, en ese momento, al resto de nominados de la categoría –Alexis Morante (‘Bla, bla, bla’), Damià Serra (‘En la azotea’), Lluís Quílez (‘Graffiti’) y Susana Casares (‘La invitación’)-?

En fin: que esta ceremonia no pasará a la historia por ser especialmente relevante. Pero quizá sea un mal menor y necesario: reparto de premios para que todo el mundo pudiera rascar algo de pedrea y discursos alejados de la hostilidad de otros tiempos para intentar acercar, de una vez por todas, posturas entre el mundo del cine y la política. Ya lo dijo Mariano Barroso: tenemos que conseguir un pacto de estado para preservar e impulsar la cultura cinematográfica de nuestro país. El de anoche pudo ser un primer paso, ahora le tocaría al gobierno dar el suyo. ¿Qué tal la tan ansiada y demandada rebaja del IVA cultural?

PD: Me alegró mucho que se acordaran del Guinness de ‘Cuerdas’… lo que no entendí es porqué mencionaron este hito antes de entregar el Goya a ¿¡Mejor Fotografía!?

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