40 soplando velas

El Cineclub Alcarreño celebra este 2017 nada menos que su 40 aniversario. Ahí es nada. Cuatro décadas de actividad cultural y cinéfila casi ininterrumpidas -cuando han tenido que paralizar su actividad, desde luego no ha sido por gusto ni por desidia de sus responsables- que convierten a esta asociación no solo en una de las más veteranas en su género en nuestro país, sino, en estos tiempos de efímeros mainstreams, consumo rápido y descargas en la red, en casi casi una maravillosa rareza.

No voy a contaros aquí la extensa y fructífera historia del Cineclub Alcarreño -para ello, os remito al magnífico reportaje publicado en Cultura EnGuada– . Prefiero dedicar este pequeño espacio no solo a alabar la impagable labor divulgativa y cinematográfica que, semana tras semana, mes tras mes, año tras año, sigue realizando este colectivo en una ciudad (a veces) muy complicada en el aspecto cultural, sino a celebrar sus cuarenta palos -dicho con cariño- con una fiesta de cumpleaños que vivió una época dorada hace no demasiado tiempo, desapareció -como tantas cosas hermosas- con los recortes austericidas amparados en la crisis y que, en 2015, ya tuvo un momento único y fugaz con una sesión inolvidable gracias a la colaboración de la UNED en Guadalajara. Hablo, cómo no, de La Linterna Mágica, ese club de cine pensado para la chavalería de entre 6 y 12 años que, lejos de los prejuicios que a veces nos ciegan a los adultos, aún acuden a una sala con jolgorio y entusiasmo, expectantes ante la magia de la pantalla y del proyector, y con un hambre envidiable de aprender los secretos que atesoran las películas y toda la Historia del Séptimo Arte.

Para esta ocasión, Luis Orna y Marta Marco, magníficos, abrieron la sesión con un delicioso -y por momentos delirante- recorrido por las edades del cine -del mudo al sonoro, y después al color- y por sus diferentes géneros, contando siempre con la activa complicidad de un auditorio plagado de locos bajitos, cuyas risas se prolongaron posteriomente durante la proyección de ‘Siete ocasiones’, de Buster Keaton, que contó con la narración de Marta y la música al piano de Fernan Álvarez en directo.

Más allá de estas novias a la carrera y de los imposibles ejercicios circenses de Keaton -muchos cineastas actuales deberían revisarse la filmografía de este genio de la narración visual, en una época en la que no existían los trucajes digitales- , la fiesta alcanzó su punto climático a tartazo limpio, como mandan los cánones, y henchidos de felicidad agridulce, la Linterna Mágica volvió a apagarse. Porque de nuevo, la pregunta sin respuesta -¿cuándo volverá?- volvió a quedarse flotando en el ambiente.

Feliz cumpleaños, Cineclub.

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