‘Igual o Mejor’: Con la pata quebrada

Fue un accidente de lo más tonto, un traspié de esos que nunca piensas que te va a pasar… y te pasa en el momento más inoportuno. Tras colocar estratégicamente un par de cámaras para la grabación, bajaba del escenario del Teatro Moderno por la escalinata frontal de madera, pensando en mil y una cosas, cuando me despisté, creí que ya tocaba suelo y me comí el último escalón. Quizá, por la violencia del josconcio, hasta puede que fuesen dos escalones. Da igual: el suelo desapareció y sonó un doble crujido -puede que fuera un chasquido, pero a mí me retumbó con fuerza en los oídos- que me hizo caer en redondo. Dolor, cosquilleo, el pie izquierdo dormido. Y durante treinta segundos temes lo peor. Y aunque la hinchazón de se adueñó rápidamente de mi tobillo, casi al momento descarto el diagnóstico más agorero: a pesar del dolor, puedo mover el pie y los dedos. Puede que no sea tan grave, pero hay un hecho evidente: no puedo apoyar ese pie y en poco más de tres horas presento la gala ‘Igual o Mejor’.

Poco antes de empezar, metí la pata.

El espectáculo debía salir adelante. No por una cuestión de chulería ni de hacerse el valiente -en todo caso, algo de inconsciencia-: por complicidad, amistad o simplemente porque de verdad creía en este proyecto, llevaba muchos, muchos meses colaborando con los chicos y chicas de Ritmo Musical para sacar adelante su nuevo show, un formato concierto+música en vivo con imitaciones, valoraciones de un jurado y votación del público inspirado en cierto y conocido programa televisivo. Primero, grabando y realizando el teaser publicitario lanzado en redes y las cinco piezas audiovisuales que se proyectarían durante la gala; segundo, como maestro de ceremonias de la misma, algo que me apetecía muchísimo y que afrontaba con todas las ganas de pasármelo bien, que dirían los Hombres G. Si no había rotura, si podía aguantar con un fuerte vendaje y un analgésico, un esguince aunque fuese severo no me iba a parar. No, con todo lo que nos había costado llegar aquí y estando tan cerca de empezar.

A las nueve menos veinticinco, con tan solo cinco minutos de retraso, apagamos las luces y nos lanzamos al ruedo. Incluido yo.

Durante casi dos horas y media -entreacto incluido para recoger los votos del respectable-, creo que entre todos logramos levantar un espectáculo que de verdad mereció la pena. Después de tantos meses de ensayos, nervios, concentración, repeticiones… cuatro chicas y un chico –Alba, Yoanna, Virginia, Eva y Jorge– se atrevieron a salir al escenario e imitar, con todo su tesón e ilusión, a personajes tan dispares como Madonna, Pippi Calzaslargas, Paloma San Basilio, Gloria Trevi y Rick Astley. Independientemente del resultado, de las puntuaciones y de los votos, olé su valentía para, siendo tan jóvenes, atreverse a un reto como este. Mi más profundo respeto y admiración, algo que creo que también lograron entre el público presente -algo más de media entrada, unos ciento veinte espectadores-.

Salvo algún pequeño fallo técnico al principio que se resolvió rápidamente, creo sinceramente que ofrecimos una gala dinámica, divertida e incluso sorprendente, gracias al gran trabajo de todos, desde los cinco protagonistas hasta todos los miembros del cuerpo de baile -que coreografiaron cada uno de los números-, pasando por los que trabajaron entre bambalinas, un jurado más que cómplice –Fernando, Conchi, Laura, Sapo– y los técnicos del teatro.

«Nivelazo» fue la palabra que más me repitieron al final de la misma, incluso gente que no conocía de nada pero se acercaba a saludar y a felicitarnos. Comparto esa valoración y el entusiasmo, creo que la gente se fue verdaderamente contenta… pero, como casi siempre ocurre en estos casos, en el patio de butacas eché de menos a algún responsable de la cultura municipal que hubiera visto y comprobado, en primera persona, lo que una asociación cultural y juvenil, con pocos recursos, algo de ayuda y mucha ilusión, puede llegar a conseguir. Si se les diera algo más de apoyo, ¿quién sabe hasta dónde podrían llegar?

Queda en el horizonte la idea de intentar hacer al menos una segunda gala. Pero ahora es tiempo de disfrutar del subidón del jueves, recoger las felicitaciones que siguen llegando por redes sociales… y de ponerle más hielo al tobillo.

¿Quién sabe? Quizá salió todo tan bien por aquello del «rómpete una pierna» que se desean a modo de suerte los actores británicos… ¡pero para la próxima, que se la rompa otro o que alguien pise una mierda! Que es más castizo, menos british y, desde luego, menos doloroso…

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