Batman v Superman: El amanecer de la Justicia

Un colosal desastre.

Tras las buenas sensaciones que nos dejaron los primeros ‘X-Men’ de Bryan Singer -así como la ‘Primera generación‘ de Matthew Vaughn- y la Trilogía del Caballero Oscuro de Christopher Nolan, el cine de superhéroes empieza a caer en el peligroso error de tomarse demasiado en serio a sí mismo. Ojo, no digo que haya que volver a los coloristas tiempos del ‘Superman‘ de Donner (1978) ni al oscuro cartón-piedra del ‘Batman‘ de Burton (1989), pero no deberíamos perder la perspectiva de que estamos ante un cómic. Ni más, ni menos.

Zack Snyder, al que ya se le fue la mano en el excesivo clímax de ‘El Hombre de Acero‘ (2013), se pone trascendente y, en lugar de dar lo que promete el título, se tira dos horas largas construyendo un conflicto ambibalente al que no se le termina de sacar partido con unos personajes obligados a recitar diálogos shakesperianos que no llevan a ninguna parte. Mucha retórica existencial, ética y divina, mucho cruce de miradas intensitas para luego desembocar en la esperada batalla entre el hijo de Krypton Cavill y el justiciero de Gotham Affleck (por unas razones que todavía no logro comprender) que tiene esta vez como escenario una isla desierta (supongo que para evitar repetir miles de muertes en daños colaterales) y que, en apenas un suspiro, termina cuando uno de los combatientes grita «¡Mamá!», que debe ser como el «crucis» de toda la vida.

Para rematar, la aparición de un colosal y horrible monstruito -que recuerda demasiado al Abominación de ‘El increíble Hulk’ (Louis Leterrier, 2008)- y la presencia de un irritante Jesse Eisenberg, que más parece una versión adolescente y sin maquillar del Joker que el supuesto Lex Luthor a quien se supone que encarna. Todo esto en una película que ya en su versión comercial superaba los 152 minutos de metraje y que su ‘Ultimate Edition’, con media hora adicional, no solo no mejora el resultado, sino que lo aletarga y lo estira -sobre todo con esas eternas secuencias a cámara lenta imitando el peor estilo publi-Pantene de Michael Bay- hasta límites exasperantes. Por salvar algo, quedémonos con la presencia de Gal Gadot/Wonder Woman, que, aunque previsible, su personaje da algo de interés a un guion que hace aguas por todas partes.

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