Arrolladora personalidad; incompleta biografía.
Quizá sea problema mío, pero cuando me dispongo a ver una película histórica cuyo título es tan claramente alusivo a su destacadísimo protagonista, me espero un retrato biográfico sobre dicho personaje, quizá no riguroso y exacto –no nos engañemos: los biopics suelen subrayar los aspectos más notables y obviar, o al menos suavizar, los detalles más sombríos- , pero al menos lo suficientemente completo como para hacerme una idea bastante aproximada sobre tal o cual individuo.
Patton (Franklin J. Schaffner, 1970), es, en ese sentido, una aproximación tan lujosa como incompleta: la primera –y muy representativa- secuencia nos presenta a un ya veterano general que arenga al espectador como si fuera un soldado más a sus órdenes, y nos advierte del peligro y la amenaza que supone no sólo para el estilo de vida norteamericano, sino para la justicia, la paz y la concordia mundiales, el avance de las tropas alemanas en su afán por conquistar Europa y Rusia. Un discurso tan rudo como efectivo… si se desconoce el hecho evidente de que los EE.UU. no quisieron saber nada acerca del conflicto en el Viejo Continente hasta que pasó lo de Pearl Harbor. Así que menos humos…

A favor de este clásico del género bélico, sobre todo, dos cosas. Por un lado, la brillante puesta en escena que lleva a cabo Schaffner, quien no escatima en extras, vehículos y grandes batallas –al estilo de, ya lo hemos comentado en otras ocasiones, el veterano David Lean- ; por otro, Oscar mediante incluido, la impresionante encarnación que George C. Scott realiza del tosco pero brillante estratega militar, recreando a la perfección su carácter indómito y terco, que además de granjearle no pocos enfrentamientos dentro de su cadena de mando o con otros militares aliados –legendarios son sus piques con el británico Montgomery– , le llevó a vivir convencido de ser la reencarnación de otros míticos héroes bélicos, tales como el cartaginés Aníbal. No desmerece, dándole la réplica, Karl Malden, estupendo como general Omar Bradley: amigo, colega, confidente, confesor y a veces un poco Pepito Grillo.
Aunque posee momentos brillantes, a Patton, con sus más de ciento setenta minutos de metraje, le falta chicha para enganchar al espectador: se echa de menos un primer tercio introductorio, que nos explique –e implique- los orígenes, la juventud, la forja de su carácter y su ascenso militar, desde su entrada en el cuerpo o su participación en la Primera Guerra Mundial, hasta su retirada -¿o por qué no su muerte?- finalizada la contienda de 1945. Schaffner y sus guionistas, a pesar de contar con abundante material bibliográfico para ello, dedican todo el libreto a las campañas más famosas y los triunfos más sonados de este controvertido –pero legendario, al menos a ojos de la U.S. Army- hombre de guerra. Complaciente sólo para incondicionales del género.
Recomendado para aficionados a las hazañas bélicas.
*Como curiosidad, apuntar que Scott volvió a encarnar al famoso general en un telefilm -inédito en España- titulado ‘Los últimos días de Patton’ (Delbert Mann, 1986), que pasó sin pena ni gloria.