Los Intocables de Eliot Ness

Chicago’s 30.

Hacía tiempo que no le echaba un ojo a Los Intocables de Eliot Ness (1987), una de las películas que más me fascinaron durante mi juventud y que, hoy vista, creo no sólo ha aguantado pero que muy bien el paso del tiempo, sino que podemos descubrir en ella hallazgos de muy buen cine con mayúsculas.

1930. La Ley Seca trata de imponerse con rigor en una América que poco a poco trataba de despegarse del gran crack económico del 29, pero que se veía lastrada por políticos corruptos y agentes de la ley a sueldo de las mafias, italoamericanas principalmente, que eran quienes en realidad rigen desde la sombra las calles de grandes urbes como Nueva York o Chicago. Destaca aquí, en Illinois, el despiadado Al Capone, que tras la apariencia de próspero hombre de negocios se encuentra uno de los gángsters más sanguinarios de la época. Un joven y algo ingenuo, pero incorruptible, agente federal, Eliot Ness, será quien tenga la difícil tarea de acabar con su gigantesco imperio clandestino.

 Inspirada en la serie de televisión homónima que protagonizó Robert Stack entre 1959 y 1963, pero con un texto enteramente nuevo y original a cargo del prestigioso dramaturgo y guionista David Mamet –quien acababa de ganar el Pulitzer gracias a su magnífica obra Glengarry Glenn Ross– , Los Intocables es, en primer lugar, el trabajo más redondo a mi parecer en toda la carrera de su director, Brian De Palma, un tipo que lo mismo convierte a Stephen King en un horror alucinógeno en multipantalla –aunque, con el tiempo, Carrie (1976) se convirtió en la precursora de los terrores adolescentes de gente como Wes Craven, entre otros, con Pesadilla en Elm Street (Wes Craven, 1984) o las inagotables Scream (1996-2011)- que perpetra sin pudor al maestro Hitchcock –Vestida para matar (1980) es una versión bastarda y contemporánea de Psicosis (1960), y Snake Eyes (1998) juega a ser La soga (1948) en versión Las Vegas- o sorprende a todos con una trepidante y desenfadada adaptación de Mission: Impossible (1996), a mayor gloria de Tom Cruise.

Sin embargo, aquí De Palma supo ser respetuoso con el material que tenía entre manos: un excelente libreto escrito por un autor de prestigio, una lujosísima producción que contó entre otros con vestuario de Giorgio Armani y música de Ennio Morricone y un casting de primera encabezado por una estrella en ciernes, Kevin Costner; un secundario habitual pero no muy conocido para el gran público, Charles Martin Smith; un jovencito de ascendencia hispana que apuntaba maneras, Andy García; y dos pesos pesados de la época, el gran Robert De Niro –quien engordó doce kilos y se trabajó a conciencia el físico de Capone- y un magistral Sean Connery que ganaría su único Oscar como Actor de Reparto gracias a su papel de veterano policía.

Con todos estos mimbres, De Palma no despreció la oportunidad de hacer cine del bueno, con un planteamiento visual clásico –todos los planos aprovechan maravillosamente bien el formato panorámico-  pero sin por ello renunciar al ritmo –muchos de los supuestos cineastas de hoy deberían aprender con esta cinta cómo se planifica una buena secuencia de acción- y, cuando no se resiste a dejar su impronta visual marca de la casa, lo hace sin estridencias, con estilo. Basten tres apuntes: el inquietante monólogo de Capone mientras sostiene un bate de béisbol; el asalto al apartamento de Malone/Connery –un larguísimo plano-secuencia subjetivo realizado con steady– ; y el tiroteo, a cámara lenta, en la gran escalinata de la estación de trenes. Tres clarísimos y muy diferentes ejemplos de cómo ejecutar tres secuencias llenas de violencia y tensión, pero que sorprendentemente encajan a la perfección en el conjunto gracias a su planteamiento y sutileza en su ejecución.

Dejaremos a un lado la polémica que en su día hubo sobre si esta última secuencia que he comentado, la de la escalinata, es un homenaje o un plagio a uno de los momentos más recordados de la Historia del Cine y que extraemos del indiscutible clásico de Pudovkin El acorazado Potemkin (1925). También el hecho de que nos encontramos ante una visión algo romántica y legendaria de lo que los diarios y testimonios reales de la época nos han dejado –parece ser que Ness y su grupo no eran más que unos ejemplares funcionarios que nunca salieron del despacho y nunca se encontraron cara a cara con Capone y sus hombres- . Quedémonos pues con lo puramente cinematográfico: un magnífico film plagado de personajes inolvidables y llenos de matices, con una soberbia puesta en escena, una bellísima banda sonora a cargo del maestro Morricone y, sin duda, una de las mejores películas de gángsters de todos los tiempos.

Recomendado para gourmets del cine negro.

Una respuesta a «Los Intocables de Eliot Ness»

  1. Esta siempre será un peliculón. Como ejemplo de lo que dices sobre las escenas de acción, yo apuntaría a otra que siempre ha sido de mis favoritas: la del puente-frontera con Canadá. Sencillamente impresionante en planificación, ejecución y ritmo (gracias a Morricone, también).

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