Acabo de regresar de pasar unos (pocos) días en la playita, y entre el piar de las gaviotas, el arrullo de las olas, el aroma a protector solar y el tacto de la arena caliente que se te pega y cuela por cada poro del cuerpo, a mi mente venían una serie de films que, por diversas razones, siempre me huelen a verano. Son títulos de lo más dispares: algunos son sencillamente imprescindibles, otros de intrascendente calidad cinematográfica… pero todos ellos, por diferentes razones, me sugieren un visionado fresquito en la terraza o para acompañarnos a la hora de la siesta con las persianas bien bajadas y el ventilador a toda potencia.
1. TIBURÓN (Steven Spielberg, 1975). Es el film playero por excelencia: nos pasamos media película asombrados y a la vez aterrados ante los indiscriminados ataques del enorme escualo al que hace referencia el título, para luego adentrarnos en alta mar con esos tres impagables y pintorescos personajes –un sheriff, Roy Scheider; un marino, Robert Shaw; y un biólogo, Richard Dreyfuss– a la caza del colosal bicho. Una producción plagada de contratiempos e incertidumbres –el tiburón mecánico, cariñosamente bautizado como Bruce por el equipo técnico, estuvo más tiempo estropeado que en funcionamiento- que pudieron dar al traste con la emergente carrera de su joven y prometedor director. Por suerte, Spielberg ya era un genio y hoy Tiburón es una indiscutible obra maestra. Imprescindible.
2. 20.000 LEGUAS DE VIAJE SUBMARINO (Richard Fleischer, 1954). El carcarion carcarius tuvo un antepasado lejano, primero en la imaginación y las páginas de Jules Verne, después en esta fabulosa adaptación en imagen real a cargo de la factoría Disney: la escena en la que un monstruoso cefalópodo ataca el fabuloso Nautilus es de esas que se te quedan grabadas a fuego, sobre todo si, como en mi caso, descubres esta maravilla del cine de aventuras cuando apenas levantas un palmo del suelo. Un reparto de lujo –Kirk Doulgas, James Mason, Paul Lukas, Peter Lorre– para una película inolvidable, nunca superada técnica ni artísticamente por otras posteriores y más modernas adaptaciones. Se dice desde hace un tiempo que David Fincher –Se7en (1995), El Club de la Lucha (1999), Zodiac (2007), La red social (2010)- está interesado en un nuevo remake. Veremos.
3. LOS GOONIES (Richard Donner, 1985). Vale, de esta pandilla ya he hablado en multitud de otras ocasiones… ¡pero no lo puedo evitar! Puede que no sea exactamente una peli de verano –la acción se desarrolla fuera de temporada, rozando el otoño- , pero, ¿qué puede haber más refrescante que aventurarse por misteriosas cuevas y deslizarse por cascadas subterráneas y oscuros túneles en busca de un tesoro pirata? Esos acantilados que tienes más que vistos en tu habitual lugar de veraneo pueden esconder más de lo que te imaginas… una cinta que es santo y seña para toda una generación –la mejor prueba de ello, el homenaje, más que evidente que se desprende de cada uno de los fotogramas de Héroes (Pau Freixas, 2010) o Super 8 (J.J. Abrams, 2011)- .
4. ABYSS (James Cameron, 1989). Desde los tiempos del ya mencionado Nautilus, el cine submarino se ha dejado ver por nuestras carteleras muy de cuando en cuando, y casi siempre en un contexto bélico. Cameron, innovador como pocos, dio la vuelta a esta tendencia con Abyss, entretenidísima aventura subacuática que era a la vez un alegato antibelicista –y eso que él, precisamente, es quien más ha sacado partido a los cuerpos castrenses, muy presentes en Aliens, el regreso (1986), Avatar (2009) y sus dos Terminators (1984, 1991)- . Excelente trabajo de fotografía de Mikael Salomon y un nuevo hito en los entonces dubitativos efectos digitales CGI, recompensados con un Oscar de la Academia. En el debe, la relación entre el exigente director y sus actores: Ed Harris y Mary Elizabeth Mastrantonio casi no lo cuentan. ¿El fin justifica los medios? Parece que para el director de Titanic (1997), sí…
5. PIRATAS DEL CARIBE. LA MALDICIÓN DE LA PERLA NEGRA (Gore Verbinski, 2003). Nadie apostaba por el revival del cine de bucaneros, sobre todo tras el estrepitoso fracaso comercial de La isla de las cabezas cortadas (Renny Harlin, 1995), que condenó al ostracismo a su director y quebró literalmente a su productora, Carolco. Y mucho menos si el punto de partida era una atracción de Disneylandia (sic). Pero una puesta en escena ágil y fresca, unos héroes fácilmente reconocibles, unas gotitas de sano humor a lo Monkey Island –el videojuego- y unos solventes efectos especiales fueron más que suficientes para conjugar con solvencia y fortuna las dosis justas de romance, aventura y alta mar. El excelente score de Klaus Badelt –alumno aventajado de Hans Zimmer- y un impagable Johnny Depp –nominación al Oscar incluida- que construyó un personaje sublime que hoy es ya todo un icono hicieron el resto. Lástima que sus secuelas fueran mermando la genuina propuesta a cada nueva entrega. Y todavía preparan más…
6. COCOON (Ron Howard, 1985). ¿Unos aliens de buen corazón que vienen a La Tierra a rescatar a unos congéneres hibernados dentro de extrañas crisálidas en el fondo del mar? Vale, el planteamiento puede ser algo blandengue, y el resultado algo almibarado. Pero esta entretenidísima cinta puede y debe ser reivindicada, principalmente, por su estupenda nómina de veteranos actores: ¿cuántos apostarían hoy por un blockbuster protagonizado por un puñado de octogenarios? Sublimes Don Ameche, Wilford Brimley, Hume Cronyn y Jessica Tandy, entre otros, acompañados por rostros habituales de la década como Steve Guttenberg, Brian Dennehy o el jovencísimo Barret Oliver. A recordar esa entrañable secuencia en la que los abueletes, contagiados por la energía que emana de los cocoons, chapotean en la piscina como críos en el agua.
7. TROYA (Wolfgang Petersen, 2004). ¡Que arda Troya! Pero puestos a invertir una burrada en un blockbuster veraniego, mejor que arda tras un buen desfile de estrellas de moda encarnando tanto a héroes como a villanos –bien mazados, eso sí- desembarcando y guerreando a pie de playa: Brad Pitt, Eric Bana, Orlando Bloom, Diane Kruger, Brian Cox, Brendan Gleeson, Saffron Burrows, Sean Bean, Rose Byrne, Peter O’Toole… ¡menuda pléyade! A algunos se les nota que pasaron por allí a cobrar un (sin duda) suculento cheque, y el final, a pesar del incendio, deja un poco frío. Pero la peli entretiene como la que más.
8. LOS ROBINSONES DE LOS MARES DEL SUR (Ken Annakin, 1960). Muchos años antes de la odisea de Tom Hanks y su balón Wilson en Náufrago (Robert Zemeckis, 2000), Disney levantó la producción más cara jamás filmada en imagen real de su momento con esta historia sobre una acomodada familia suiza –padre, madre y tres hijos de diferentes edades, a cada cual más conflictiva- obligada a superar sus diferencias y, todos a una, sobrevivir en una remota isla desierta tras un aparatoso naufragio. El resort de cañas y bambú que se construyen no tiene precio –hoy puede encontrarse fielmente recreada en cualquier parque temático del tío Walt– , y la fáunica carrera, con avestruces, cebras, elefantes y demás bichos, resulta tan divertida como descacharrante. Eso sí: hoy día sería impensable que una producción apta para todos los públicos exhibiera tales dosis de violencia explícita –esos bucaneros volados y desmembrados… ¡a cañonazos!-.
9. JASÓN Y LOS ARGONAUTAS (Don Chaffey, 1963). Los clásicos de la mitología griega tocaron el celuloide con un guion endeble, unos hieráticos actores –Todd Armstrong, encarnación de la sosería más infame ante una cámara- pero tocada con la varita mágica de un mago genial recientemente fallecido: Ray Harryhausen. Su coloso de cobre o su ejército de esqueletos, protagonistas de sendas batallas a pie de playa, son razón suficiente para volver a echar un vistazo a esta producción británica, hoy de culto, que de cuando en cuando siguen reponiendo en la pequeña pantalla. Harryhausen nos volvería a maravillar, casi dos décadas después, con la horripilante –e inigualable- Medusa y el temible Kraken de Furia de titanes (1981) –la original de Desmond Davis, no esa insulsa tontería de Louis Letterrier de 2010…- .
10. LE LLAMAN BODHI (Katherine Bigelow, 1991). Comparada en su momento con El gran miércoles (John Milius, 1978), este film de acción firmado por la que años más tarde se convertiría en la primera mujer en recibir un Oscar a la Mejor Dirección mezclaba cultura surf y trama policíaca con algunas gotas de romance, amistad, traición, lealtad y robos de bancos. ¡Casi nada! El cóctel resulta algo irregular, pero hay que reconocer que las imágenes, muy por encima de la trama y los personajes, son ciertamente hipnóticas –ese Patrick Swayze cuerpodanone cabalgando sobre las olas; esos saltos en paracaídas- . Tan apetecible y refrescante como una buena horchata.
A mí el final de Troya (ATENCIÓN SPOILERS) me parece lo más auténtico de la película: los niñatos que provocan el lío consiguen escapar, y los dos protas que eran los únicos que no veían lógica en aquella guerra acaban cruzando la Estigia…
¿Por qué aclaras lo de Monkey Island – el videojuego – ? ¿Para no confundirlo con el próximo exitazo de broadway? http://www.youtube.com/watch?v=R91iBFsdrvI&list=PLA47DADDF71D548AD