Dredd

Mucho ruido y pocas nueces.

En esta aparente nueva era dorada de las adaptaciones de cómics a la gran pantalla –ahí están los grandes resultados económicos de las series X-Men, Los Vengadores o la Trilogía del Caballero Oscuro, aunque no podemos obviar estrepitosos fracasos como Linterna Verde (Martin Campbell, 2011) o The Green Hornet (Michel Gondry, 2011)- , no era de extrañar que alguien pensase en hacerle justicia al Juez Dredd, personaje surgido de la imaginación y las viñetas de John Wagner y Carlos Ezquerra a finales de los años setenta del pasado siglo, y que ya sufrió una nefasta adaptación en 1995, dirigida con nulo entusiasmo por Danny Cannon, con un Sylvester Stallone en horas bajas repitiendo muecas y gestos de la anterior, y mucho más divertida, Demolition Man (Marco Brambilla, 1993) para encarnar a este policía-juez-ejecutor de un desolador futuro postapocalíptico.

Pete Travis, con tan sólo un largometraje en su currículum –la entretenida pero volátil En el punto de mira (2008)- , ha sido el encargado de revitalizar la figura de Dredd para el cine. Para ello, contaba con algunos elementos bastante interesantes: la fidelización absoluta al protagonista original –en las novelas gráficas nunca se quitaba el casco que le cubre hasta los ojos, al contrario de lo que sucedía en el film de Cannon/Stallone- , la introducción del personaje de la juez Anderson –quien tuvo su propia serie sobre el papel y que aquí es una agente novata que sirve de guía al espectador- , una ambientación más cruda y claustrofóbica –sin neones chillones ni motos voladoras- y la presencia de una cada vez más habitual  en la pantalla Lena Headey, cuya dura belleza ya pudimos comprobar en 300 (Zack Snyder, 2006) o en las televisivas Juego de tronos y Las crónicas de Sarah Connor.

DreddLástima que tanto talento quede al servicio de un (anti)héroe arisco y poco hablador, sin matices ni contrastes, con las facciones de Karl Urban; algo que seguramente funcionaría en los cómics, pero que a nivel cinematográfico provoca cierta incomodidad en el respetable. Hierático, impasible, rudo y poco hablador, este Dredd resulta ser excesivamente frío, calculador y, si se me permite la expresión, ‘inhumano’, provocando nula complicidad con el espectador. Algo similar ocurre con el personaje de Headey, cabecilla de una banda de matones que aspiran a hacerse con el control de Mega-City-Uno: una villana sin matices ni fisuras, de una sola pieza. Por ello, sólo nos transmite algo la cadete Anderson –Olivia Thirlby– , en las antípodas de los otros dos: ella es todo pasión e intuición… hasta el punto de tener ciertas habilidades extrasensoriales (!), justificada por cierta mutación a lo Desafío total (Paul Verhoeven, 1990), lo que igual ya es pasarse un poco de frenada…

El hecho de que toda la trama se desarrolle en el interior de un único edificio de doscientos pisos de altura bautizado como ‘Peach Trees’ –o sea, ‘Melocotoneros’ en el idioma de Cervantes- no sólo parece un chiste descafeinado en medio de este festival de tiros, muertos y explosiones, sino que no hace más que recordarnos lo bien que funcionaba ese entorno cerrado y hostil en la magistral Jungla de cristal (John McTiernan, 1988) y qué poco juego da aquí. En resumen: mucho ruido y pocas nueces.

Recomendado para aficionados al cómic violento.

Una respuesta a «Dredd»

  1. «no podemos obviar estrepitosos fracasos como Linterna Verde (Martin Campbell, 2011) o The Green Hornet (Michel Gondry, 2011)» jeje, de hecho han desaparecido tan rápidamente las dos películas que en mi cabeza no paro de confundirlas…

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