Que pase el siguiente.
En los últimos años, hemos podido asistir a cómo el cine se acercaba de manera tangencial al mundo del deporte, casi siempre como contexto pero, curiosamente, rara vez –o casi nunca- como reflejo de la competición física en sí. Así, representantes –Jerry Maguire (Cameron Crowe, 1996)- , entrenadores –The Damned United (Tom Hooper, 2009)- e incluso líderes políticos –Invictus (Clint Eastwood, 2009)- se han visto retratados y se han servido de la práctica deportiva para fines particulares aunque, a veces, como herramienta para un buen fin colectivo.
En esta línea o subgénero podríamos situar a Moneyball, típica producción hollywoodiense de superación personal -basada en una historia real, of course– en la que el manager de un equipo de béisbol de segunda, a comienzos de este siglo XXI, revolucionó, mediante un sistema informático de estadísticas y probabilidades, el mundo de los fichajes, traspasos y demás mercadería dentro de las series mundiales que se juegan en los Estados Unidos; hechos éstos que, finalmente, llevaron a él mismo y a su club a lograr metas deportivas por encima de presupuestos raquíticos y reticencias de colegas, compañeros y jugadores que le hicieron ganarse no pocas enemistades.

No es de extrañar que alguien como Brad Pitt haya decidido no sólo protagonizar, sino producir, una cinta como ésta: un guión sencillo pero eficaz, firmado por los muy reputados Aaron Sorkin y Steven Zaillian, le sirve de vehículo de lucimiento personal y profesional –dos nuevas nominaciones a los Oscar, como actor y como productor incluidas- , le permite rodearse de buenos secundarios que le escudan pero nunca le hacen sombra –Jonah Hill y Philip Seymour Hoffman– y, como ya hicieran antes desde Robert Redford a Tom Cruise –o en los últimos años su colega George Clooney- , se construye un personaje a medida, un héroe a lo Frank Capra, en una fábula agradable y familiar que rescata lo mejor del american-way-of-life que tanto gusta al otro lado del Atlántico.
¿Es esto algo malo? No, para nada… pero este tipo de películas de tan buenrrollismo, sin apenas resquicio ni conflicto alguno –en el que si acaso algo sorprende es la escasísima presencia de personajes femeninos- , aunque correctas y entretenidas, no tienen la mayor trascendencia. Que pase el siguiente.
Recomendado para fanáticos de la gestión deportiva.