Sin frenos

A golpe de pedal

Si hablamos de mensajeros en bicicleta, rápidamente nos acordamos de un imberbe Kevin Bacon sorteando el voraz tráfico de Nueva York en Quicksilver (Thomas Michael Donnelly, 1986), lejanamente recordada producción de bajo presupuesto de escaso recorrido en salas pero omnipresente en el circuito de videoclubs durante los años ochenta y primeros noventa del pasado siglo. Desde entonces, rara vez la industria del entretenimiento hollywoodiense ha vuelto a retratar a tan peculiar gremio, muy arraigado en la Gran Manzana pero poco habitual en otras grandes urbes estadounidenses; si acaso, para lanzar la carrera, allá por el año 2000, de una entonces desconocida Jessica Alba en la fallida serie de televisión Dark Angel, del casi siempre infalible –como productor- James Cameron.

No es por tanto este argumento el mayor aliciente para echar un vistazo a Sin frenos, la película que hoy nos ocupa, que se estrenó sin apenas repercusión en nuestro país el pasado septiembre y que desde hace un par de meses ya se encuentra disponible en formato doméstico. Tampoco es que el director firmante sea una garantía de calidad y oficio: David Koepp cuenta con un interesante currículum como guionista de eficaces blockbusters, que van desde Malas influencias (Curtis Hanson, 1990) hasta la ya anunciada secuela de Blancanieves y la leyenda del cazador –a estrenarse en 2015 pero aún sin realizador confirmado- , pasando por sus numerosas colaboraciones con Steven Spielberg –Parque Jurásico (1993); El mundo perdido: Jurassic Park (1997); La guerra de los mundos (2005); Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal (2008)- y otras taquilleras franquicias como Misión imposible (Brian De Palma, 1996), Spider-Man (Sam Raimi, 2002), Ángeles y demonios (Ron Howard, 2009) o el reboot de Jack Ryan (Kenneth Branagh, 2013). Pero como cineasta, sus trabajos han sido más bien discretos hasta la fecha, jugueteando con todos los géneros pero sin sobresalir con ninguno de ellos: El efecto dominó (1996), El último escalón (1998), La ventana secreta (2004) o Me ha caído el muerto (2008) resultaron ser de lo más olvidables…

Entonces, ¿qué me ha animado a sentarme a echarle un vistazo a este film? Por un lado, un tráiler que parecía prometer emociones fuertes y bastante adrenalina a gran velocidad –y sí, ya sé que los tráilers por lo general mienten más que hablan, pero este me enganchó bastante, qué le voy a hacer- ; por otro, ver cómo Joseph Gordon-Levitt, el nuevo chico de moda, se las apañaba como protagonista absoluto tras haber sido pareja de Zooey Deschanel en (500) días juntos (Marc Webb, 2009), archienemigo de los G.I. Joe (Stephen Sommers, 2009), miembro del equipo de Origen (Christopher Nolan, 2010), compañero de El caballero oscuro: La leyenda renace (Christopher Nolan, 2012), alter ego de Bruce Willis en Looper (Rian Jonson, 2012) e hijo de Lincoln (Steven Spielbeg, 2012).

sin-frenos¿Y el resultado cuál es? Bueno, pues nos encontramos ante una cinta poca enjundia: y es que Sin frenos adolece de un guión excesivamente elemental, básico, con un claro macguffin –un misterioso sobre que porta el protagonista- , un villano casi caricaturesco –Michael Shannon– , una poco elaborada historia de amor-desamor y un inverosímil contexto de mafias asiáticas y trapicheos por Chinatown. Tampoco son muy creíbles esas escenas en las que el protagonista, cual Neo en su particular Matrix, es capaz de analizar, en cuestión de décimas de segundo –que se ralentizan, para mayor comprensión del espectador (!)- , la mejor ruta de escape por la que esquivar coches, peatones y demás obstáculos a toda velocidad, realizadas, casi siempre, con poco estilo y efectos especiales de saldo.

Si decíamos, a propósito de la chilena Que pena tu vida (Nicolás López, 2010), que el lenguaje SMS calzaba como un guante en el cinematográfico de aquélla, podemos decir lo mismo acerca del GPS en ésta: mapas virtuales y calles reales se funden constantemente, creando un entorno a la vez real y virtual por el que se mueven, a toda pastilla –en bici, en coche o a pie- , unos personajes tan acartonados y planos como el nulo entusiasmo y la poca energía que desprende una película olvidable e intrascendente.

Recomendado para espectadores conformistas.

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