El retorno de ‘Chuache’.
Nos dijo una y mil veces aquello de ‘volveré’. Y tras el parón en su carrera artística para enfundarse el traje de gobernator, Arnold Schwarzenegger regresa en plena forma a la gran pantalla. Eso sí, con algunas canas y arrugas de más…
Tras su celebrado paso por Los mercenarios (Sylvester Stallone, 2010) y Los mercenarios 2 (Simon West, 2012), ‘Schwarzie’ vuelve a encabezar el cartel de una peli de acción al estilo añejo del Hollywood ochentero, lo que equivale a decir un guión de circunstancias, personajes fácilmente identificables entre buenos y malos, tiros por doquier y algún que otro combate cuerpo a cuerpo. Pero que nadie se lleve a engaño: El último desafío –cuyo título parece una declaración de intenciones sobre el firme retorno de su musculoso protagonista al primer plano cinematográfico: ya ha terminado el rodaje de otras dos películas y ha anunciado su participación en al menos cinco más- hace gala de algunos detalles que la definen como una curiosa y entretenida producción de Serie B unas décimas por encima de la media, algo que algunos incrédulos no nos esperábamos en absoluto…
De entrada, El último desafío se presenta como un western contemporáneo, con todos sus alicientes: ese sheriff veterano e incorruptible, ese fugitivo que ha de atravesar el pueblo para alcanzar la frontera mejicana, esos arquetípicos pistoleros que conforman su banda… ingredientes tomados directamente de clásicos como Río Bravo (Howard Hawks, 1959) y personajes y secuencias que nos retrotraen a Grupo salvaje (Sam Peckinpah, 1969), a Silverado (Lawrence Kasdan, 1985) o al famoso tiroteo de OK Corral, visto en multitud de ocasiones en la gran pantalla –desde Duelo de titanes (John Sturges, 1957) hasta Tombstone (George P. Cosmatos, 1993)- . Pero hay que reconocer que este divertimento firmado por el coreano Jee-Woon Kim, su absoluto desenfado y su falta de pretensiones, compensan en buena medida su falta de originalidad…
Sin aportar nada nuevo ni al género de acción ni al fronterizo, El último desafío es verdaderamente eficaz, e igualmente efímero, como entretenimiento insustancial para un domingo por la tarde. Lástima que el ver por enésima vez a Peter Stormare haciendo de sicario psicópata y a Johnny Jackass Knoxville haciendo de payaso no equilibre el esperado cara a cara entre ‘Chuache’ y Eduardo Noriega, aquí villano absoluto de la función… ¡quién le iba decir al de Santander, cuando debutó con Tesis (Alejandro Amenábar, 1996), que terminaría viéndoselas con el mismísimo Terminator!
Recomendado para fans del género a la vieja usanza.