Perdidos en el espacio.
Tenía yo mis temores ante la nueva y esperadísima propuesta cinematográfica del ya notoriamente consolidado Alfonso Cuarón, director mexicano afincado ya desde hace un tiempo en Hollywood y firmante de las reputadas Grandes esperanzas (1998), Y tu mamá también (2001) o el documental La doctrina del shock (2007), así como de esas dos indiscutibles obras maestras que son Harry Potter y el prisionero de Azkaban (2004) –con diferencia, la mejor de toda la serie– e Hijos de los hombres (2006). Y es que tras su aplaudido paso por los festivales de Toronto, Venecia y San Sebastián, Gravity venía precedida de una inusitada ola de entusiasmo generalizado tanto entre críticos como espectadores que ya habían tenido la oportunidad de verla y, quieras o no, cuando las expectativas son muy altas las posibilidades de decepción crecen exponencialmente…
Otro factor que, para quien esto escribe, podía lastrar definitivamente la película: los que me conocen bien saben que reniego de esa moda tecnológica, pasajera –ya lo veréis- y sacacuartos que es el 3D, que no sólo no me aporta nada -narrativamente hablando- sino que además suele agotarme la vista, y que no me sumerge en la historia que se proyecta en la pantalla, sino más bien todo lo contrario. Y, sin embargo, no había dejado de leer comentarios acerca de la inusitada experiencia que, al parecer, suponía para el espectador ver este film en formato estereoscópico. ¿Sería cierto o una nueva, calculada y viral operación de marketing?

Pues agárrense, damas y caballeros: todo lo que hayan oído o leído es brutalmente cierto, y más aún. A partir de un planteamiento que, en esencia, no podría ser más simple –unos astronautas quedan a la deriva tras sufrir un aparatoso accidente mientras reparaban el Hubble- , Cuarón no solo cuenta, sino que reinventa –así, como suena- la propia narración cinematográfica, en la que todo el primer acto se desarrolla en tan sólo dos (descomunales) planos-secuencia para luego zambullirnos en primera persona en la indescriptible angustia que sufren los protagonistas no sólo gracias al empleo de planos subjetivos, bien distribuidos a lo largo de todo el metraje, sino también por una exquisita planificación y ritmo, que funcionan con precisión milimétrica, y que apenas dejan respiro al espectador durante los apenas noventa minutos que dura el film –otro acierto: su ajustadísimo metraje- . ¿Y qué hay del 3D? Pues al César lo que es del César: a diferencia de otros directores que erróneamente buscan la tensión mediante nerviosísimos y atolondrados movimientos de cámara, Cuarón sí ha sabido manejar el formato para dar una dimensión más a la narrativa audiovisual, dejando que cada encuadre, cada movimiento, tenga su justa duración para que el ojo humano se adapte y aprecie el efecto relieve.
No hay un solo elemento técnico o artístico que desentone en este film, complejo y minimalista a la vez, donde destacan sobremanera el apabullante trabajo del operador Emmanuel Lubezki o de Mark Sanger y el propio Cuarón como montadores del film, amén de la sobresaliente labor de todo el departamento de sonido. Y qué decir de los actores: George Clooney cumple con sobrada eficacia con su papel de veterano astronauta, capaz de mantener la cabeza fría a base de chistes malos y batallitas intrascendentes; pero es Sandra Bullock la que nos sorprende con un trabajo sencillamente sobresaliente, mostrándose frágil y vulnerable pero decidida a la vez, y logrando que olvidemos (perdonemos) cosas como Miss Agente Especial (Donald Petrie, 2000). Debo decirlo y lo digo: me he creído su personaje de principio a fin, mucho más que cuando hizo The Blind Side (John Lee Hancock, 2009), por la que, no lo olvidemos, le dieron el Oscar…

Ya sé lo que estáis pensando: es imposible que Gravity no tenga un solo pero. Bien, pues ahí va uno (¡ojo, spoilers!): hay quienes han comparado esta obra con la magistral 2001. Una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968), pero yo le he encontrado otras referencias presentes en títulos mucho más recientes que van desde Apolo 13 (Ron Howard, 1995) –no sólo porque compartan leitmotiv, sino porque quienes la vean en V.O. podrán reconocer la voz de Ed Harris en las conversaciones de radio con Houston- a Wall·E (Andrew Stanton, 2008) –el detalle del extintor- , pasando por aquella olvidable Misión a Marte (Brian De Palma, 2000) o la más entretenida Space Cowboys (Clint Eastwood, 2000). No es que supongan un lastre que realmente puedan mermar la exquisita calidad de la película de Cuarón, pero es un dato que, para bien o para mal, no he podido obviar durante el visionado.
Aun así, insisto: Gravity es una obra clave no sólo en el género de la ciencia-ficción, sino un verdadero punto de inflexión en la narración audiovisual y cinematográfica. Y, casi con toda probabilidad, el mejor título del presente año.
Recomendado para escépticos y desencantados con el cine actual.

Genial. Si ya me daba buenas vibraciones la peli, tu crítica me ha animado más a verla.
Ojico, que conociéndole en persona un poco (lo de los apellidos es casualidad, claro), digo que cuando Isra ha salido de un cine hablando bien del 3D, es que algo hay jajajaja.
En serio, la película es una gozada. Por diversas circunstancias este fin de semana la he visto dos veces (sí, como suena, en dos días), y no me arrepiento nada.
El 3D… quizá no sea tanto una moda, y acabe asentándose como una tecnología que puede convivir con el tradicional 2D. Es una herramienta que para ciertas historias da un punto de inmersión muy de agradecer. Eso sí, utilizándose bien (Cameron mostró que se podía; Spielberg – cómo no – enseñó cómo hacerlo bien, con planos largos y movimientos de cámara muy suaves; y Cuarón ha aprendido del maestro para mostrarnos PARA QUÉ usarlo). Pero no nos llamemos a engaño: ni todas las películas pueden ser en 3D (y me niego a que J. J. Abrams descubra esta tecnología), ni todas las historias ganan algo por ser en 3D. ¿O qué aportaría a peliculones como «Algunos hombres buenos», o «Mystic River»?