Juerga hasta el fin

Desmadre a la americana.

Juerga hasta el fin podría haberse convertido en una de esas comedias locas, desmadradas y geniales, que gente como los ZAZ –Jerry Zucker, Jim Abrahams y David Zucker- o los inconfundibles Monthy Python traían antaño, de cuando en cuando, a la gran pantalla. El punto de partida no podía ser más rocambolesco: los actores Jay Baruchel y Seth Rogen acuden a una fiesta en la mansión de James Franco, y entre sustancias psicotrópicas, brebajes alcohólicos y canciones de los Backstreet Boys, resulta que se desata el apocalipsis del Nuevo Testamento. Y de jóvenes famosos y millonarios pasan a convertirse, sin comerlo ni beberlo, en supervivientes de este holocausto demoníaco y demencial, antesala del fin de los días.

Un chiste con cierta gracia… para un cortometraje. O para un especial televisivo, tanto da. De hecho, el guion se basa en un relato corto firmado por Jason Stone y titulado explícitamente Jay & Seth vs. The Apocalypse, y sirve para que el actor y cómico Seth Rogen dirija a cuatro manos, junto con Evan Goldberg, esta demencial locura cuyo fuelle se agota demasiado pronto, y que recurre a ciertos clichés de diferentes géneros que, lejos de parodiarlos, casi parecen querer recurrir a ellos como tabla de salvación para darle un final a una película que, alcanzado cierto punto, ni sabe a dónde va ni cómo concluir.

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«¡Madre mía, la que se ha liao!»

La peli tiene momentos que funcionan, no lo voy a negar. Ahí están estos descerebrados antihéroes, enclaustrados en la lujosa manor, que matan el tiempo filmando una versión doméstica de Bienvenidos a Zombieland (Ruben Fleischer, 2009); o sus confesiones ante la cámara, a cual más absurda, a modo de catódico confesionario; incluso hace gala de algunos cameos ciertamente memorables –recordemos que todos los actores y artistas que aquí aparecen se interpretan a sí mismos- , caso de Michael Cera –su muerte, lo más celebrado de todo el metraje- Channing Tatum o Rihanna, sobresaliendo por encima de todos ellos, incluso del sexteto protagonista, Emma Watson, quien en tan sólo dos escenas se luce y gana por mucha diferencia a sus compañeros masculinos.

Pero como digo, la cinta va de más a menos. Y si la posesión demoníaca de Jonah Hill, muy en la línea de El exorcista (William Friedkin, 1973), todavía nos puede hacer esbozar una leve y ocasional sonrisa, el tramo final no deja de ser un cúmulo de situaciones y topicazos calcados de otros films pero sin ningún tipo de gracia ni ingenio, que van desde 1997: Rescate en Nueva York (John Carpenter, 1981) –ese Danny McBride convertido en líder de una horda caníbal de salvajes supervivientes- hasta La niebla (Frank Darabont, 2007) –esa incursión suicida a un edificio cercano en busca de víveres- , pasando por Agárrame esos fantasmas (Peter Jackson, 1996) –ese ascenso divino y ese Más Allá celestial- , que resta puntos por decenas y convierte a Juerga hasta el fin en una gracieta anecdótica con costosos FX que amenizará las fiestas hollywoodienses que seguro seguirán celebrándose en Beverly Hills.

Recomendado para culminar una noche de fiesta etílica con los amigos.

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