Pesadilla subversiva.
The Purge. La noche de las bestias (James DeMonaco, 2013) era una curiosa propuesta en la que se planteaba una sociedad sin apenas tasa de criminalidad, apaciguada gracias a cierta celebración en la que, una noche al año, los ciudadanos podían “dar rienda suelta a la bestia que llevan dentro” (sic) y cometer las atrocidades más bárbaras e inimaginables posibles, bajo el manto de un gobierno que incluso fomentaba tal celebración del ojo por ojo. La cinta, curiosa y entretenida, partía de un arranque bastante potente, pero se diluía en los trillados esquemas de las survival movies de Serie B, con familia protagonista encerrada y aterrada intentando superar a los atacantes externos.
Apenas tres millones de dólares de presupuesto traducidos en casi noventa de recaudación mundial convirtieron a The Purge en toda una sorpresa, y aceleraron la puesta en marcha de una inesperada secuela que llega con apenas un año de diferencia. Y, mira tú lo que son las cosas, resulta que Anarchy: La noche de las bestias (2014) ha resultado ser mucho más intensa, aterradora e incluso brillante en algunos conceptos que su antecesora.
Se agradece, por ejemplo, que DeMonaco –quien repite en la silla de director- no se haya limitado a ejecutar un refrito, sino que ha ampliado su universo distópico más allá de los muros del adosado de la primera entrega, dándonos la posibilidad de descubrir otros escenarios más salvajes e imprevisibles –callejones oscuros, infinitas avenidas, túneles del metro…- . Juega a su favor, también, el haber empleado actores desconocidos para su más amplio número de personajes; si bien es verdad que Ethan Hawke y Lena Headey son dos intérpretes más que solventes, sus rostros familiares condicionaban en cierta manera la personalidad de los roles que interpretaban, cosa que no sucede aquí, y cada uno de los protagonistas –cinco desconocidos que por diferentes azares se ven obligados a ayudarse para intentar sobrevivir- ofrece múltiples y dispares personalidades y motivaciones, gracias, hay que decirlo, al estupendo trabajo de todo el elenco.

Pero, sobre todo, Anarchy supera con creces a su antecesora en la violencia implícita –la explícita es más que obvia- y en el terrible mensaje que esconde entre líneas. Si bien en The Purge nos limitábamos a observar cómo los ciudadanos se mataban entre sí a golpes, tiros o machetazos, aquí queda evidente que, incluso en la violencia, todavía hay castas: las clases sociales altas pueden permitirse el capricho de pagarse una cacería humana simplemente tirando de chequera, y el propio gobierno aprovecha para, efectivamente, llevar a cabo un cierto reajuste demográfico purgando en los barrios más bajos y humildes…
La película, además, nos deja cierta moraleja subversiva: si bien es cierto que hay personajes que rechazan taxativamente esta purga por cuestión de principios morales, ¿no es verdad que los supervivientes consiguen cierto grado de redención, de paz interior, que de otro modo quizá nunca hubieran alcanzado? Sin duda, una sutil e irónica paradoja con cierta mala leche.
Recomendado para aficionados a las fábulas deshumanizadoras.