Capitán América: El soldado de invierno

El superhéroe desubicado.

Si no están muy duchos en lo que al universo Marvel se refiere –más concretamente, a toda esta serie directamente relacionada con Los Vengadores- , recomiendo encarecidamente que se echen un vistazo a cierto documental producido por la ABC y que, bajo el más que acertado título de Ensamblando un Universo, explica de manera clara, acertada, amena y divertida todas las ramificaciones y crossovers de líneas temporales y argumentales que se cruzan entre los ya numerosos largometrajes de superhéroes y sus respectivas secuelas, amén de aquella festiva conjunción que firmó Joss Whedon en 2012 y de la cual, en apenas unos meses, nos llegará otra entrega. Porque, a ver: que levanten la mano quienes no andan ya un poco perdidos con tanto IronMan –tres entregas en solitario- , Thor –dos- , Hulk –la de Ang Lee más el extraño remake/secuela de Louis Letterrier- , la televisiva Agentes de S.H.I.E.L.D., etcétera…

Steve Rogers, más conocido como el Capitán América y con los rasgos y el físico de Chris Evans –ya nadie le identifica como la Antorcha Humana de las dos descarriadas entregas de Los 4 Fantásticos– , tiene ya su segunda aventura en solitario. Conviene recordar el origen de este personaje, surgido –tanto en la ficción cinematográfica de su anterior entrega como en las páginas de los cómics originales de Joe Simon y Jack Kirby– como símbolo yanqui de la libertad y la democracia frente a la creciente amenaza fascista del Viejo Continente durante el estallido de la II Guerra Mundial. Así, Capitán América: El primer vengador (Joe Johnston, 2011), se planteaba como un jovial relato a medio camino entre las historias de las hazañas bélicas y la fantasía pulp con superpoderes, con cierto guiño al desenfado indianajonesco. Pero, plantado ahora en pleno siglo XXI –tras haber sido rescatado de una larga criogenización de más de siete décadas- , el capi se dará cuenta de que ya no es tan fácil distinguir a los buenos de los malos, que no hay bandos claros sino espionaje y contraespionaje y más contraespionaje, que el juego se ha vuelto mucho más complejo y que las grandes conquistas planetarias ahora se gestan de manera silenciosa y con un simple click de ratón.

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Explícame este embrollo, que yo ya me he hecho un lío…

Es esta dicotomía la que profiere un plus más que interesante al díptico fílmico del Capitán América, enfrentando esta nueva guerra fría 2.0 ante el conflicto bélico clásico que reflejaba la anterior película. Además, nos encontraremos –pero solo brevemente- con un héroe que ha de vérselas para sobrevivir en solitario, ya que hasta ahora siempre había actuado arropado por un equipo a su alrededor. “No te fíes de nadie”, le espeta un moribundo Nick Furia/Samuel L. Jackson, quizá sabedor de que el peor enemigo puede ser, precisamente, la persona más próxima.

Capitán América: El soldado de invierno (Anthony & Joe Russo, 2014) es, probablemente, una de las entregas más interesantes de todas las que ha dado hasta la fecha la franquicia Marvel, quizá no tanto por sus escenas de combate –que las tiene, y muy bien coreografiadas, por cierto- , sino por todo el mensaje subyacente que contiene entre líneas, donde la intriga política, eficaz aunque a veces algo previsible, pesa tanto o más que sus espectaculares efectos especiales.

Recomendado para aficionados a la fantasía conspiranoica.

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