Coherence

La noche del cometa.

Ocho amigos vuelven a reunirse, tras un cierto tiempo sin verse, para celebrar una cena. El tema inevitable durante la velada será el paso, esa misma noche, de un cometa en una órbita muy próxima a La Tierra, y sobre todos esos mitos que la rumorología siempre ha alimentado sobre las posibles perturbaciones y efectos que estos fenómenos cosmológicos producen, supuestamente, en el ser humano. Pero, ¿qué pasaría si alguna de estas leyendas urbanas fuese real?

Este es el planteamiento de Coherence, ópera prima como realizador de largometrajes James Ward Byrkit; un punto de partida, no lo negaré, que huele a trillado por los cuatro costados, pero que sin embargo supone el arranque de uno de los thrillers fantásticos más alucinógenos, desconcertantes, fascinantes e hipnóticos que ha dado el género en los últimos años. Una suerte de Reencuentro (Lawrence Kasdan, 1983) pesadillesco con ciertas influencias buñuelianasEl ángel exterminador (1962)- donde espectadores y personajes se ven atrapados en un laberinto opresivo y angustioso, en el que nada ni nadie es lo que aparenta y en el que es casi imposible discernir dimensiones propias y ajenas.

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Desconfía de todo… y de todos.

Un complejísimo enigma lleno de recovecos y de múltiples lecturas, que junto con Cube (Vincenzo Natali, 1997), Primer (Shane Carruth, 2004) y Die Tür (La puerta) (Anno Saul, 2009) podrían componer un atípico póker de ciencia-ficción de producción barata pero eficaz, inquietante y muy sofisticada, donde el recelo, la desconfianza en el prójimo y el temor fundado a quedarnos solos y aislados –es decir, a tener que llegar a enfrentarnos a nosotros mismos y a nuestra propia psique- funcionan como verdadero motor de la historia, independientemente de si ésta se desarrolla en una siniestra urbanización, un pequeño trastero o una prisión con forma de hexaedro.

Con un sobresaliente manejo del tempo narrativo, un exquisito y sutil empleo de la iluminación y un puñado de estupendos actores, desconocidos en su gran mayoría pero en gran sintonía entre ellos, el único y verdadero problema de Coherence seguramente sea que su complicadísima lógica narrativa, planteada en múltiples capas a modo de muñeca rusa, seguramente no llegue a conectar con el gran público, acostumbrado a propuestas mucho más sencillas y menos quebradizas, pero que, posiblemente, con el tiempo llegue a alcanzar -si no lo ha hecho ya- el estatus de obra de culto.

Recomendado para gourmets de la ciencia-ficción compleja.

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