Lucy

Una rubia para dominarnos a todos.

¿Y quién no ha oído hablar de esa mítica leyenda urbana que dice que el ser humano sólo utiliza un 10% de su capacidad cerebral? Seguro que más de uno ha fantaseado con dicha aseveración, e incluso de ha imaginado múltiples posibilidades, tan inverosímiles como fantasiosas, sobre qué ocurriría si desarrollásemos extraordinariamente dicho porcentaje: ¿telequinesis? ¿telepatía? ¿levitación? En una palabra: ¿superpoderes?

Pues eso es ni más ni menos que lo que propone el galo Luc Besson en su nueva superproducción a la americana, es decir, siguiendo los patrones del Hollywood más esquemático pero financiándose con un buen puñado de euros. Cuenta para ello además con varios escenarios intercontinentales –de Taiwán a Berlín o Roma, aunque sin pisar suelo americano en ni una sola escena, para desarrollar el grueso de la narración en la capital francesa- y con dos estrellas generacionales de reconocido currículum, como son la joven Scarlett Johansson y el veterano Morgan Freeman.

lucy2014
Scarlett Johansson, más allá del límite.

Ahora bien, Lucy (2014), dentro de que no deja de ser una propuesta más bien alimenticia y sin demasiado recorrido artístico, posee ciertos hallazgos que no debemos pasar por alto. Por ejemplo, el hecho de que Besson apuesta explícitamente por la figura femenina como paradigma del próximo escalafón en la escala evolutiva del ser humano, reduciendo a los personajes masculinos a una serie de viejunos anclados en teorías científicas del pasado –esa pandilla de expertos a los que congrega el propio Freeman- cuando no a un montón de brutotes descerebrados que resuelven todo a base de tiros, golpes y testosterona. Toda una declaración de intenciones –“si la humanidad tiene futuro será gracias a ellas”, parecen querer decirnos- habida cuenta además de que la catarsis se produce no por una mutación genética o por la experiencia adquirida, sino por obra y gracia de un narcótico experimental que la protagonista, obligada a actuar como mula de un mafioso oriental, asimila en dosis masivas de manera accidental.

Más allá de las interpretaciones filosóficas –esa master class con la que se nos intenta demostrar la veracidad de una teoría como poco discutible- antropológicas –esas constantes referencias a otra Lucy, la primera homo sapiens de la que se tiene constancia- e incluso lisérgicas –recordamos a una tercera Lucy, la de cierta canción de los Beatles- , a este film se le podrán reprochar muchas cosas –desde las constantes y evidentes referencias a El cortador de césped (Brett Leonard, 1992) o Matrix (Larry & Andy Wachowski, 1999) hasta claras lagunas en el guion- , pero no es menos verdad que posee cierto atractivo visual, una planificación cercana a la novela gráfica –no sería difícil trasladar plano a plano las aventuras de esta rubia a las viñetas de un cómic- , un trabajo más que competente de su heroína femenina –muy notables sus tres primeras escenas- y, sobre todo, que como blockbuster de poco más de ochenta minutos de metraje es honesto con el espectador y consigo mismo, y en ningún momento nos quiere dar gato por liebre. Es lo que es.

Recomendado para públicos palomiteros.

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