Magia a la luz de la luna

Un Allen en horas bajas.

Hay cineastas veteranos que, aún conscientes tanto de sus propias (y longevas) trayectorias como del vertiginoso ritmo al que se mueve hoy día el mundo audiovisual, mantienen prácticamente intacto tanto su pulso como su estilo, no sucumben en prisas –malas consejeras- ni en modas y siguen regalándonos obras solventes, casi siempre maravillosas, quizá no siempre magistrales pero a las que poco o nada se les puede reprochar: tales son los casos, por ejemplo, de Steven Spielberg o Martin Scorsese. Sin embargo hay otros que parecen haber entrado en una extraña crisis de madurez, y que, lejos de tomarse el tiempo necesario para planificar bien cada proyecto, concatenan un rodaje con otro, como si no hubiera un mañana, mermando considerablemente la calidad artística de sus obras que, triste es tener que decirlo, empiezan a parecerse demasiado entre sí: le ocurre a Clint Eastwood, quien desde Gran Torino (2008) no parece estar del todo fino; y le ocurre también al neoyorkino, Woody Allen. Ambos son dos nombres indiscutibles en la Historia del Séptimo Arte, pero que de un tiempo a esta parte se empeñan en estrenar como mínimo un film al año, rebajando así cada película a meros productos de consumo fugaz, hasta el siguiente estreno.

¿Era necesaria una Magia a la luz de la luna (2014) en el currículum del firmante de Annie Hall (1977), Manhattan (1979), Hannah y sus hermanas (1986), Delitos y faltas (1989), Misterioso asesinato en Mahattan (1993) y otros tantos títulos inolvidables? Nos encontramos ante un film agradable, sencillo, de fácil visionado y sin excesivas pretensiones; características que en cualquier otro realizador a sueldo –es decir, uno de éstos sin talento destacable pero en la nómina de cualquier major hollywoodiense- o en un debutante con exceso de celo y prudencia serían completamente inocuas y seguramente pasarían desapercibidas, simplemente para cubrir el expediente, pero que, en el caso de Allen, es imposible obviar.

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-«Percibo… una nueva comedia de Woody Allen…» -«¿Comedia? ¿Estás segura?»

Personajes algo simplistas –a pesar del tesón que le pone la pareja protagonista, unos esforzados Colin Firth y Emma Stone– , un guion algo elemental, una cierta elegancia visual –por destacar algo, la cálida fotografía de Darius Khondji y el estilizado vestuario diseñado por la española Sonia Grande– , un título que parece improvisado sobre la marcha –¿en qué momento la luna juega un papel relevante, o meramente simbólico?- y una trama demasiado previsible es el escaso y poco afortunado bagaje que nos trae en esta historia de engañifas, estafadores, ignorantes adinerados y videntes de poca monta que, en el pasado, habrían sido ingredientes más que suficientes para aquel Allen sagaz, irónico, satírico e incluso algo delirante que tantas buenas horas de gran cine nos habría dado. Hoy solo nos quedan los rescoldos de una comedia fallida obra de un autor que, aunque él mismo no lo sepa, está pidiendo a gritos unas vacaciones.

Recomendado para allenmaniacos poco exigentes.

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