Marsella

No sin mi hija.

Mentiría si dijera que corro a la cola del cine cada vez que Belén Macías estrena un nuevo trabajo; pero sí debo decir que esta directora tarraconense, a la que le gusta venir a rodar de cuando en cuando a la provincia de Guadalajara –El patio de mi cárcel (2008) y la miniserie La princesa de Éboli (2010) se filmaron, casi íntegramente, en la capital alcarreña y en Pastrana, respectivamente- , hace películas sencillas, honestas, sin adornos artificiales y, lo que suele ser (tristemente) menos habitual en la cartelera, historias de y con mujeres –lo que no significa exclusivamente para mujeres- .

Marsella no es sólo el nombre de la conocida ciudad de la costa azul francesa a la que se dirigen las tres protagonistas de este film. Marsella significa también esperanza, ilusión, un punto de partida en el que poder dejar atrás un pasado imperfecto y, como en los cuentos de hadas, poder vivir felices para siempre. Es el lugar donde espera el padre de Claire (Noa Fontanals Fourgnaud), una niña de diez años cuya custodia se la disputan sus dos madres, la biológica (María León) –cuyo turbio pasado no se explicita pero se intuye- y la adoptiva (Goya Toledo), empeñada en darle a la pequeña una educación refinada que sólo podrá conseguir bajo su tutela. Las notables diferencias entre ambas mujeres muestra una (aparentemente) infranqueable barrera que podría retratar, en cierto modo –y permitidme la expresión- , las ‘dos Españas’ de los tiempos actuales: la que intenta salir adelante huyendo de su bajo estatus social –a veces, equivocadamente, a cualquier precio- ; y la que, desde una situación más privilegiada, cae en el error de dar lecciones de vida y moralidad a quienes están a su alrededor.

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María León y Noa Fontanals, madre e hija contra viento y marea.

Muchas capas y muchas interpretaciones bajo la simple apariencia de una road-movie maternofilial que esconden, de manera muy acertada, un dibujo social actual sobresaliente, apoyado además en el excelente trabajo de su triángulo femenino protagonista –aprovecho para, una vez más, reivindicar que los críos puedan volver a las nominaciones a los Goya; injustísimo que Noa Fontanals no vea reconocido su trabajo y su talentazo sólo por una cuestión de edad- . Sin embargo, el film baja enteros con esa subtrama con la bolsa de heroína, que casi entorpece la narración, nos desvía de los puntos más interesantes y se resuelve de manera algo simplona y naif. Marsella, como drama, funciona más que bien y es ciertamente interesante, pero los elementos de narcothriller no terminan de cuajar en el conjunto, dando como resultado una pieza tan notable como irregular.

Recomendado para degustadores de dramas realistas.

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