Mi otro yo

Coixet, en el purgatorio.

De entrada, llama la atención que Isabel Coixet, cuyo cine denota un estilo y unas características muy definidas –la soledad, el aislamiento, la timidez- , se lance a la aventura de realizar un thriller de terror que, si bien conserva algunos de estos habituales temas en la filmografía de su directora, bucea con soltura en los elementos comunes del género. Luces que se encienden y se apagan, oscuros túneles, serpenteantes escaleras, claustrofóbicos ascensores y extrañas visiones donde la realidad y la paranoia chocan no faltan en esta propuesta bien ejecutada pero fallidamente rematada.

Rodada en la capital galesa, Coixet nos presenta a Cathy (Sophie Turner), una joven adolescente algo introvertida que empieza a obsesionarse con la idea de que alguien intenta hacerse pasar por ella y usurparle la identidad: amigos y vecinos comentan que la han visto en lugares donde ella no ha estado, y así, poco a poco, la chica empieza a obsesionarse con esta misteriosa doble. Con guion escrito por la propia directora, adaptando la novela homónima escrita por la británica Cathy MacPhail, y que en realidad sirve de catarsis para uno de los procesos más confusos y dramáticos de la juventud: el abandono de la infancia –en este caso, de manera abrupta, con la imprevista desestructuración de una familia modelo: al padre (Rhys Infans) le diagnostican una grave enfermedad degenerativa y la madre (Claire Forlani) busca consuelo en los brazos de un amante anónimo- y el paso a la madurez –la rivalidad en el instituto con Monica (Charlotte Vega), su relación con su compañero Drew (Gregg Sulkin)- .

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Usurpando, que es gerundio…

Mi otro yo (2014) entretiene y mantiene el interés del espectador, quizá más del aficionado al género que del seguidor de la carrera de Coixet. Sin embargo, el primero no tardará en identificar lugares comunes anteriormente enumerados –y seguramente alguno más- , mientras que el segundo puede sentirse algo desconcertado ante una propuesta más fantástica que dramática, sin grandes conflictos personales más allá del calvario que sufre la protagonista. La presencia de buenas intérpretes españolas –Ivana Baquero, Leonor Watling, nuestra Geraldine Chaplin– estabiliza algo una balanza donde, al otro lado, se encuentra un Jonathan Rhys-Meyers transmutado en un espigado Coque Malla…

Un buen trabajo de la protagonista –conocida hasta ahora en nuestro país por su participación en la televisiva serie Juego de tronos- y una eficaz fotografía, obra de su habitual operador Jean-Claude Larrieu, parecen un bagaje algo insuficiente para un thriller sobrenatural que, aunque entretiene, falla en un clímax trasnochado y algo tópico visto en numerosas propuestas de género anteriores, siendo Purgatorio (Pau Texidor, 2014), la más reciente.

Recomendado para espectadores curiosos.

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