Monuments Men

Siete del patíbulo.

Desde que Steven Spielberg diera una vuelta al género con su imprescindible Salvar al soldado Ryan (1998), el bélico se ha tornado en un género dolorosamente hiperrealista, cruel y violento, donde todas las acciones no hacen sino subrayar la tragedia del conflicto y de quienes participan de un modo u otro en él. El director de Tiburón (1975) o La lista de Schindler (1993) supo imprimir una pátina de verosimilitud a la guerra que visualmente nunca se había visto en la pantalla, pero su cruento dramatismo bien podía beber de aquéllos fantasmas del combate que protagonizaron algunos de los títulos más conocidos de Francis Ford Coppola –Apocalypse Now (1979)- u Oliver Stone –Platoon (1986); Nacido el cuatro de julio (1989)- .

Pero hubo un tiempo, muy anterior a estos, en el que Hollywood retrató la guerra de un modo quizás más ligero, pero no por ello menor: títulos como El puente sobre el río Kwai (David Lean, 1957) o La gran evasión (John Sturges, 1963) poseían el mismo trasfondo trágico, pero en su desarrollo, como en la vida misma, había momentos también para el honor, el compañerismo y, por qué no decirlo, el buen humor. Ese espíritu, digamos, más lúdico es el que ha querido rescatar George Clooney para su nueva propuesta como actor y director, Monuments Men (2013), que si bien se inspira en un hecho real pero poco conocido –la creación de un pequeño grupo dentro del ejército norteamericano cuya misión era rescatar y catalogar obras de arte robadas por el ejército alemán durante la II Guerra Mundial- , es en realidad la excusa para rodearse de un buen puñado de camaradas que, rifle en mano y con algunos años de más, se pasean por la Europa ocupada en busca de cuadros, estatuas y demás reliquias de la historia, desde Normandía –pocos días después del desembarco aliado- hasta Múnich, pasando por las Árdenas, Bastogne, Gante, Bruselas y otros escenarios ciertamente conocidos para cualquier aficionado a este periodo de la historia o a Hermanos de sangre, la soberbia miniserie televisiva producida por Spielberg y Tom Hanks.

Es loable el intento de Clooney, tanto por esa forma desenfadada que pretende darle al conjunto como por el fondo –salvaguardar el patrimonio artístico de la humanidad- . Sin embargo, Monuments Men naufraga prácticamente desde su arranque, en el que se obvia los criterios de selección de un equipo que pretende ser esperpéntico y no llega ni a mínimamente divertido. Y es que si en cualquiera de los clásicos a los que anteriormente hacía referencia funcionaban algunas de sus desenfadadas situaciones no era porque fuesen graciosas, sino porque los personajes tenían carisma y, sobre todo, química. En Monuments Men, todos los miembros del equipo parecen tallados en serie –personalidad, cero- , y cualquier escasa complicidad entre ellos parece algo impostada, artificial, y no funcionan ni en grupo, ni por parejas ni por separado. Da la sensación de que los actores no se esfuerzan lo más mínimo por darles algo de alma, y esta apatía se contagia en el espectador que asiste impávido ante tan triste función.

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«Jo, qué bien nos lo pasamos por aquí, de campamento, eh, George…?»

Tampoco ayuda nada un guion tremendamente esquemático –cuyo punto de partida recuerda poderosamente al del clásico de John Frankenheimer El tren (1964), con Burt Lancaster y Paul Scofield- , que cae una y otra vez en ciertos errores de timing que difícilmente hacen verosímil a la historia –da la sensación de que las comunicaciones funcionan con insólita eficacia y velocidad- , y una puesta en escena carente de originalidad, de garra, de punch. No hay aventura, no hay conflicto –más allá de un par de bajas que sufrirá el grupo- , y, ciertamente, sobra esa especie de carrera contra los rusos a ver quién pilla antes el trofeo…

Aclaremos, en este punto, que la película no es que sea mala: es que recuerda poderosamente a cualquiera de esas producciones bélicas de medio pelo que Hollywood produjo como churros entre la década de los cincuenta y sesenta, y que hoy día alimentan la programación de sobremesa de cualquier cadena autonómica. Ciertamente, para no aportar nada más ni nada nuevo, no hacían falta estas alforjas, George.

Recomendado para nostálgicos de la épica bélica de Serie B.

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