El extraordinario viaje de T.S. Spivet

Una mente maravillosa.

Nunca le he considerado uno de mis directores de cabecera, pero, por unas cosas o por otras, en los últimos tiempos no suelo perderme una cita con el cineasta galo Jean-Pierre Jeunet, un autor de un estilo y plasticidad visual únicos e inconfundibles pero con una trayectoria ciertamente irregular, en el que encontramos desde obras de culto –Delicatessen (1991), La ciudad de los niños perdidos (1995)- hasta grandes éxitos –Amelie (2001)- , si bien es cierto que en los últimos años parece haber perdido algo de su duende con público y crítica –Largo domingo de noviazgo (2004) y Micmacs. Un plan de locos (2009) cosecharon resultados más bien discretitos- .

Jeunet ha decidido volver a poner los pies en tierras americanas –que no en el Hollywood propiamente dicho- en un nuevo intento de trasladar su lenguaje y su particular universo cinematográfico al otro lado del Atlántico, tras aquella nefasta experiencia que fue Alien resurrección (1997). Y podríamos decir que en El extraordinario viaje de T.S. Spivet (2014) se nota esa discreción, ya que, si bien la cinta posee muchos de los elementos y personajes tan característicos del realizador, no se le puede negar un cierto celo a la hora de mostrarse explícitamente imaginativo ni radical en la planificación de escenas y situaciones.

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La nada convencional familia Spivet, al completo.

Conserva el colorido vivo, a veces chillón –casi almodovariano- de trabajos de antaño, pero coloca la cámara con un clasicismo y una frialdad, permitidme la expresión, que no son propias de quien hizo del travelling y la grúa su seña de identidad en el lenguaje audiovisual. Esto da como resultado un film construido a base de imágenes preciosistas, equilibradas, bellas, pero difícilmente reconocibles en el universo Jeunet, para ilustrar un libreto correctamente hilado, por momentos entrañable, sin apenas fisuras que achacarle… pero al que le encuentro sobrado de academicismo y falto de la pasión y emoción de otros títulos del cineasta.

Nos deja, eso sí, un póker de buenas interpretaciones dentro de ese afortunado grupo de actores que encarna a esa familia entrañable pero desencajada, que vive dentro de un letargo algo melodramático debido a una tragedia del pasado reciente que condiciona a todos sus miembros, empezando por ese crío a la vez repelente y maravilloso que da título al film y al que da rostro y voz el jovencísimo Kyle Catlett y terminando por esa madre abnegada y por momentos ausente a la que da vida una espléndida Helena Bonham Carter, en uno de los pocos personajes normales que le han caído en los últimos años. Una lástima, sin embargo, que el histrionismo desatado de Judy Davis eche a perder por momentos ese interesantísimo tercer acto en el que Jeunet apunta y hiere –pero levemente- al circo mediático de los medios de comunicación de hoy día, más preocupados en disparar las audiencias con los trapos sucios de la familia del chaval que en el hecho de que un crío de diez años logre revolucionar el mundo de la ciencia.

Recomendado para aficionados a las fábulas cotidianas.

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