No han reparado en gastos.
Damas y caballeros, niños y niñas, pequeños y mayores: bienvenidos al mayor espectáculo zoológico sobre la faz de la tierra. Y es que, veintidós años después de aquella primera, exclusiva y accidentadísima visita a la Isla Nublar, el parque temático antediluviano ya es una realidad, ha abierto sus puertas y quiere sorprendernos a todos con su gran variedad de exóticas criaturas, tan imponentes y admirables como imprevisibles.
Seamos sinceros, muchos pensábamos que la saga jurásica ya no daba para más después de tres películas en dos décadas, cada cual tan entretenida pero más irrelevante que la anterior. Sin embargo, a pesar del escaso bagaje de su director Colin Trevorrow –con tan sólo otro largo en su filmografía, Seguridad no garantizada (2012)- , debemos aplaudir su propuesta: Jurassic World (2015) es una cinta de aventuras tremendamente entretenida, excitante, intensa y muy, muy bien hecha. No sólo hablo de los apabullantes efectos especiales, que, como era de esperar, una vez más devuelven a la vida con admirable hiperrealismo a los majestuosos y temibles saurios, sino por su magnífico tempo narrativo, su excelente sentido emocional de la música –presentar el parque con el score original de John Williams hace que inconscientemente rememores el clásico original- y por primera vez en mucho tiempo tenemos también personajes humanos con cierto carisma que logran conectar empáticamente con el espectador.

Vale que el guion echa mano de algunos lugares comunes bastante trillados –pareja de niños protagonistas que sufre el inminente divorcio de sus padres; la tía que se ve obligada a ejercer de madre de sus sobrinos; la ambición corporativa para darle un uso militar al mejor postor a las criaturas; la manipulación genética- , y que plantea algunas situaciones que rozan peligrosamente lo inverosímil –eso de adiestrar raptores… venga, aceptamos barco- . Pero por otro lado, el film no sólo nos regala excelentes guiños y homenajes al original –que es mejor no desvelar, para mayor disfrute de los que aún la tengan presente- , sino que en ciertos aspectos puntuales, hasta lo mejora. ¿Qué queríamos ver aquél verano del 93 cuando fuimos todos en masa a ver Jurassic Park? Muchos dinos monstruosos y (como en las buenas películas de catástrofes) muchas víctimas. Spielberg nos asombró a todos con sus increíbles criaturas, pero es verdad que apenas nos mostró media docena de especies diferentes y, con un parque a medio construir, casi no devoraron a nadie. En Jurassic World ambas cifras se multiplican exponencialmente, para terror y a la vez regocijo del respetable.
Hay fallos en la película, desde luego -¿cómo se pasa de la secuencia diurna del ataque de los pterodáctilos a la nocturna en el criadero de velocirraptores sin transición ninguna?- , y repite ciertas situaciones como un déjà vu –la escena de la girosfera es similar a la del tiranosaurio y el 4×4- . Pero, si te dejas llevar, Jurassic World no decepciona y te da lo que promete: dos horas de puro espectáculo, diversión y entretenimiento, a la altura de la primera entrega y muy superior a las hoy casi olvidadas El mundo perdido. Jurassic Park (Steven Spielberg, 1997) y Jurassic Park III (Joe Johnston, 2001).
Recomendado para aventureros joviales sin complejos.