Los juegos del hambre: Sinsajo Parte 2

Fin de ciclo.

Desde un prisma meramente egoísta, ¿cómo puede uno comentar una película que no es una película, sino en realidad un (forzado) cuarto acto de una obra que perfectamente podría verse como un solo largometraje de cerca de nueve horas de duración? Las circunstancias me obligan a comenzar con la habitual coletilla “si no conoces esta saga, mejor no sigas leyendo”, no porque desee tirarme piedras contra mi tejado y menguar por gusto el número de internautas que se hayan detenido en esta página en concreto, sino porque, si no sabes lo que son Los juegos del hambre, quién es Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence) ni qué hace un puñado de jovencitos jugando (aparentemente) a la guerra, lo que yo te cuente aquí te va a sonar a chino, y, lo que es peor, seguramente revelaré datos que son conocidos para los habituales pero puro spoiler para el resto de los mortales. Avisados quedáis.

Sinsajo Parte 2 comienza exactamente donde finalizaba su predecesora: tras haber rescatado a Peeta Melark (Josh Hutcherson) y al resto de los tributos campeones y que el muchacho haya intentado (sorprendentemente) asesinar a Katniss, la rebelión empieza a hacerse fuerte distrito a distrito, encaminándose hacia el Capitolio con un único objetivo, derrocar al malvado Presidente Snow (Donald Sutherland). Para ello –tal y como ya sucedía en Sinsajo 1– cuentan tanto las victorias bélicas como la propaganda política contra el dictador, arengando a las masas para alzarse como una sola voz contra el villano. Y poco más que contar: a estas alturas de la tetralogía, es complicado plantear nuevas tramas, pues se trata de cerrar arcos argumentales abiertos en las tres cintas precedentes y dar una conclusión satisfactoria a todo el conjunto. ¿Lo logra? Haciendo bueno este argumento que acabo de exponer, este, llamémosle –en términos ‘galácticos- ‘Episodio 4’, es evidentemente el que más carencias tiene en cuanto a planteamientos y nudos, y toda la cinta es un continuo desenlace, una huida hacia delante, una continua superación de etapas con una meta final más que clara y, como mandan los cánones, un goteo incesante de protagonistas y secundarios que van desapareciendo dramáticamente de la narración. Es lógico, por tanto, plantearse si el tercer libro de Suzanne Collins merecía dividirse en dos partes, ya que si la primera era narrativamente bastante rica, esta es casi una simple concatenación de secuencias cinemáticas, algunas bastante eficaces, ojo –ese recorrido subterráneo- , hacia un esperado desenlace que, en una primera impresión, puede dejar algo frío: y es que, si algo nos ha enseñado Los juegos del hambre bajo su apariencia de intrascendente aventura juvenil es que la guerra no es un juego, la muerte puede ser –de hecho, es- cruenta, dramática y dolorosa, y, lo peor de todo, los intereses particulares y egoístas de una reducida élite siempre se apoyarán, bajo cualquier forma de política conocida o por descubrir, sobre los hombros de los oprimidos, los desaventurados, el pueblo. De ahí que la serie se resuelva en un cierre anticlimático, falto de cualquier consideración épica, heroica… hollywoodiense.

SINSAJO 2 foto
Jennifer, morena, al frente de los soldados de la libertad.

Quizá sea un epílogo, digamos ‘poco cinematográfico’, pero es que cualquier otra resolución hubiese traicionado el espíritu y la moraleja de esta gris distopía. A la cinta le pesan más esa descompensación narrativa descrita anteriormente, esos (interminables) vaivenes sentimentales del trío protagonista o esos ‘falsos finales’ que lastran los últimos minutos. Pero, en definitiva, es un (¿)cierre(?) más que digno para una serie ciertamente satisfactoria.

Recomendado para incondicionales de la saga.

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