Perdiendo el norte

Españoles en el exilio.

Hay películas que nacen al albor de una moda, un acontecimiento o una corriente social y/o cultural y que, por ello, podrían parecer productos prefabricados y enlatados. Ese podría ser el caso de Perdiendo el norte; su propuesta no podría ser, a priori, más actual, manida y previsible. Sin embargo, para quien esto escribe, el tercer largometraje del realizador Nacho G. Velilla -curtido en la ficción televisiva de 7 vidas y Aída– funciona con bastante consistencia, sabiendo sacar partido, además, de las no pocas virtudes que esconde el film.

perdiendoelnorte-foto
Blanca, Julián, Pepe y Yon: emigrantes de hoy y ayer…

Velilla y sus coguionistas –Antonio Sánchez, David S. Olivas y Oriol Capel– dosifican con inteligencia los golpes de humor, las subtramas entrecruzadas, las gotas de melancolía nostálgica y los chistes satíricos sobre los recortes, la austeridad, Merkel o la dificultad del idioma germano. ¿Tópicos? Sin duda, pero en estos tiempos es fácil identificarse con estos chascarrillos que tristemente están de actualidad. Además, el gran acierto de Perdiendo el norte es situarse en un estilo mucho más cercano al cine de Richard Curtis -prestigioso realizador británico responsable de Love actually (2003) y Una cuestión de tiempo (2013), así como de los libretos de Cuatro bodas y un funeral (Mike Newell, 1994) o Notting Hill (Roger Michell, 1999)- que al de otras recientes exitosas comedias españolas, como 3 bodas de más (Javier Ruiz Caldera, 2013) u Ocho apellidos vascos (Emilio Martínez Lázaro, 2014); así, no nos es difícil identificar a Yon González como un joven Hugh Grant rodeado de una pléyade de simpáticos secundarios de inolvidable carácter, entre los que el Braulio de Julián López o el Rafa de Miki Esparbé seguramente sean los que más complicidad y carcajadas arranquen entre el público, mientras que el plus de calidad lo pone un impagable José Sacristán que, en un pequeño ejercicio de metacine, recupera en cierto modo el emigrante resignado que encarnara en Vente a Alemania, Pepe (Pedro Lazaga, 1971).

Aunque bien es cierto que hay momentos que se alargan demasiado –el chiste en torno a los cuernos- y que la trama central es bastante previsible –esa historia de amor/odio entre González y Blanca Suárez, donde, por cierto, ella está bastante mejor que él- , confieso que la propuesta de Perdiendo el norte atrapa de principio a fin gracias a una innata capacidad para conectar con el espectador, incluso con el más escéptico. He leído y oído comentarios que le achacan una falta de mayor carga irónica, e incluso de que en cierto modo endulza una realidad mucho más gris y pesimista. Pero lo cierto y verdad es que nadie discute su facilidad para provocar la risa contagiosa entre el respetable. ¿Y no es ese el primer objetivo de cualquier comedia? Pues esta lo cumple, y con creces: personalmente, hacía años que no me reía así en una sala de cine. Divertidísima.

Recomendado para espectadores sin complejos.

Conversaciones de cine: Julián López

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: