Querido George Lucas, te amaré hasta que te mate.
En los últimos meses se han sucedido toda una serie de noticias alrededor de la figura de George Lucas y de la saga Star Wars: la absorción de Lucasfilm y la adquisición de todos los derechos de la serie por parte de Disney Pictures, la puesta en marcha –con J.J. Abrams a la cabeza- de la preproducción de una eventual nueva trilogía –los ya bautizados como Episodios VII, VIII y IX- y la publicación de esa famosa foto en la que casi todo el reparto principal ya confirmado parece comentar, de manera desenfadada, el nuevo proyecto. Pero antes, mucho antes de todo esto, el documentalista y cortometrajista Alexandre O. Philippe realizó este análisis minucioso e irónico en torno a toda la controversia –exagerada para algunos; más que justificada para otros- surgida como un eco de lo sucedido dentro y fuera de aquella galaxia muy, muy lejana, que ha atrapado a varias generaciones de fans y que se ha convertido en icono cultural incontestable del último cuarto del siglo XX.
Desde su imprevisible eclosión a escala planetaria, allá por el 1977, con la inolvidable La Guerra de las Galaxias, hasta su discutida nueva trilogía, finalizada en 2005, Star Wars se ha convertido en parte de nuestras vidas, sus personajes son mitos que han traspasado el celuloide, sus diálogos y escenarios son imitados y parodiados continuamente, sus diálogos han pasado a formar parte de nuestro vocabulario habitual y su legado ha sido tan poderoso como económicamente rentable para su creador –quien desde luego no inventó el cine, pero sí una nueva y poderosa forma de comercializarlo- . ¿Puede entonces un autor manipular a posteriori su obra, si no está completamente conforme, hasta el punto de impedirnos acceder al material original? Esta cuestión es el epicentro, el meollo de toda la cuestión: como bien sabéis, desde hace décadas es el propio Lucas el que decide qué material es válido para llevar el ‘sello de calidad’ Star Wars, hasta el punto de haber retocado los filmes originales no sólo en aspecto –esos efectos CGI que ¿mejoran? los FX genuinos- , sino también en aspectos quizá muy sutiles pero que, a la larga, lastran la filosofía, o mejor dicho, el recuerdo genuino que provocaron en nosotros mismos como espectadores. Un ejemplo que se resume en la famosa frase «Han disparó primero». Pero más allá de estos aspectos quizá más subjetivos, de entre muchas cuestiones que se plantean y debaten en el film, me quedo con ésta: ¿puede Lucas hacer desaparecer los filmes originales -según él, porque no está conforme con el acabado artístico- sustituyéndolos por copias remasterizadas y con discutibles añadidos? ¿Qué pasa entonces si alguien decide conservar y difundir las copias genuinas? ¿Deben prevalecer los derechos de autor o el legado cultural que suponen estos filmes originales?

El voraz marketing de plástico y cartón que inundó nuestras vidas es otro de los temas relevantes en el documental, entre frikis, coleccionistas y meros adictos a los muñequitos y accesorios, así como la decepción, desilusión o tristeza –sí, sí, tristeza- que para los fans más talluditos supuso el estreno en 1999 del Episodio I: La amenaza fantasma, tras casi veinte años esperando una nueva aventura galáctica. ¿Es realmente tan mala? ¿Hemos perdido la inocencia de un niño? ¿Puede cambiarse toda una filosofía mística –la Fuerza- ser sustituida por una cuestión biológica –los midiclorianos- ? ¿Por qué existe Jar Jar Binks?
El pueblo contra George Lucas es un constante desfile de opiniones y testimonios no sólo de geeks e internautas –algunos más pirados que otros, bien es verdad- , sino también de filósofos, escritores, cineastas, músicos, periodistas e incluso actores –ahí esta David Prowse, el hombre tras la máscara de Darth Vader a quien nunca pudimos ver su rostro en la pantalla- … es decir, gente que en su día se sintió inspirada por Star Wars -innumerable la cantidad de clips, piezas, cortos, parodias, referencias… que se muestras a lo largo de todo el film- y que, desde distintos puntos del planeta, ofrecen una visión ilustrativa y genial no sólo de lo que sienten como fans de la serie original, sino con una cierta objetividad a la hora de tratar éstos y otros temas –atención, que la cuarta entrega de Indiana Jones también se lleva lo suyo- . En definitiva, no se queda en el simple retrato de la subcultura friki, y se convierte en un documental imprescindible acerca de un fenómeno social que, nos guste o no, ha traspasado barreras generacionales y prejuicios sociales y artísticos.
Recomendado para estudiosos de los fenómenos sociales.