El amor en los tiempos del SMS.
La cinematografía chilena me es completamente inédita, desconocida. No sé si será por tema distribución o de analogía con la española, pero es más común que de Latinoamérica nos lleguen muchos más títulos argentinos o mejicanos que de la tierra de Pablo Neruda –de hecho, la recientemente estrenada No (Pablo Larraín, 2012) apenas ha tenido repercusión en nuestra cartelera- . Sin embargo, por uno de esos azares de la vida, hoy me he topado con una cinta tan maja como intrascendente, y que si de algo estoy seguro es de que no representa la idiosincrasia fílmica de su país.
Que pena tu vida, que así se titula este film, posee todos los vicios, arquetipos y lugares comunes de cualquier comedia romántica no ya sólo contemporánea, sino incluso de los ochenta y noventa. A saber: chico liga con chica, chico se declara a chica, chica se declara a chico, chico deja a la chica –por la rutina en la relación, entiendo- , chica sufre mucho pero luego triunfa profesionalmente, chico se arrepiente e intenta volver con la chica y de paso le da la brasa constantemente a su mejor amiga –a quien, obviamente, le gusta el chico- , chico pierde el piso y el trabajo, amiga se cansa de esperarle, y al final… pues ya se sabe. Una fórmula que hace treinta años ya empleaba el mismísimo Woody Allen en no pocas de sus comedias neoyorkinas, con la salvedad de que los protagonistas solían catalizar sus frustraciones con su psicoanalista. Pero claro, ahora los tiempos han cambiado, y lo que antes eran llamadas intempestivas de madrugada ahora se traducen en mensajes de texto vía móvil –que se inserta, a veces hábilmente, en la propia narración cinematográfica- , y el diván lo hemos sustituido por una extraña escultura con forma de tubo en un parque urbano.
No sólo de Allen parece alimentarse el director de la película, Nicolás López –quien sí estrenó en nuestras salas esa rareza titulada Santos (2008), con Javier Gutiérrez, Elsa Pataky y Leonardo Sbaraglia- . Llamadme atrevido, pero encuentro no pocas influencias del propio cine español a lo largo del guión que firma el propio López junto con Guillermo Amoedo. Como muestra dos botones: el momento en la que la treintañera despechada lanza por la terraza la colección de vinilos de su marido recuerda poderosamente a un instante similar, emblemático e inolvidable, de Mujeres al borde de un ataque de nervios (Pedro Almodóvar, 1988); y la escena en la que el accidental casero del protagonista le sugiere cierto pasatiempo sexual, “sólo por diversión pero sin mariconadas”, es propio de aquel insolente policía facha y taciturno, de nombre Torrente, que tan buenos resultados económicos ha producido en la carrera de Santiago Segura…
Ariel Levy, el protagonista –a quien no conozco ni he visto en ningún otro trabajo cinematográfico- , apenas posee el carisma necesario para mantener sobre sus espaldas todo el peso de una película que pretende ser excesivamente graciosa, cuando temas como el desempleo juvenil, la dificultad para irse definitivamente del hogar materno, la enfermiza dependencia hacia la otra persona en una relación sentimental o lo paradójicamente contrapuesto que, en determinadas situaciones, pueden llegar a ser triunfo profesional y personal, podían haber dado bastante más de sí. Por el contrario, las intérpretes femeninas cumplen con candor, belleza y sentido del humor con sus roles, tanto los otros dos vértices del triángulo amoroso anteriormente descrito –Lucy Cominetti y Andrea Velasco– como esa extrovertida madre que encarna Claudia Celedón.
Leo en otras páginas y blogs que esta producción de 2010 -estrenada en menos de media docena de países, e inédita en el nuestro- recibió furibundos palos de la crítica –y personalmente creo que no sin cierta razón- , pero debió enganchar con el respetable, pues se ha terminado convirtiendo nada menos que en trilogía: Que pena de boda vio la luz en 2011 y Que pena tu familia –que cuenta con las colaboraciones estelares de ¡Eli Roth y Luis Tosar!- , fue estrenada en su país hace apenas tres meses.
En fin, un éxito del cine chileno que dudo mucho traspase sus fronteras…
Recomendado para aficionados a la comedia romántica prefabricada.