
Aunque suene un poco a hacerse el hara-kiri, siempre he sido muy consciente de que una de mis grandes asignaturas pendientes como cortometrajista ha sido la dirección de actores. Y si mis trabajos son más o menos afortunados en este aspecto, habrá sido por el talento de los intérpretes o por la complicidad que pudiera tener yo con ellos, pero desde luego no porque yo haya sabido dirigirles como Dios manda.
Apuntarme a un taller sobre cómo trabaja el actor ante la cámara -concretamente, ante el reto del primer plano- fue algo impulsivo, casi automático, sobre todo cuando el cursillo venía de la mano de un cineasta tan justamente reputado como Benito Zambrano. Así, me he pasado los últimos tres días en jornadas maratonianas de más de diez horas diarias -casi sin parar a comer, intentando exprimir todo el tiempo posible- junto con otros dos compañeros técnicos -otro director y una directora de fotografía- y un nutrido grupo de actores y actrices tan dispar y heterogéneo como maravilloso individual y colectivamente, prácticamente encerrados en un plató del Instituto del Cine de Madrid.
«Todo dentro, nada fuera». Ese ha sido el lema del curso que Zambrano ha repetido una y otra vez como un mantra. Y es que, como dijo Pepe Sacristán hace unos días en un coloquio televisivo, «la cámara es un artefacto al que hay que darle la información exacta; es mucho más inteligente que cualquier espectador». El gesto, la expresividad, el tono de voz, la articulación de las palabras, el movimiento corporal y facial… hay que sostenerlos de manera contenida, veraz y realista cuando al actor se le enfoca en un primer plano -independientemente del género que se esté trabajando y, por supuesto, ajustándolos a las características del personaje- y, al contrario que en el teatro -arte en perpetuo plano general-, en pantalla solo veremos un encuadre del mentón a la frente, poco más o menos…
Pero no ha sido solo estudiar la contención. Desde la creación misma del personaje -a partir del guion, el actor ha de ser valiente para construir y proponer cómo ha de ser su rol en la película- hasta desarrollar todo el proceso vital del mismo, siempre desde las tripas, de manera orgánica, y no queriéndolo empujar al rostro, pasando por la importancia que tiene el casting no solo para el director, sino incluso para el propio actor que tiene que currárselo para convencer de que él o ella es la persona indicada para ese papel y ese proyecto. Este es un proceso que tiene bastante mala fama, pero para el cineasta es vital -así nos lo hizo ver Zambrano- a la hora de encontrar a la persona que llegará antes a ese personaje.

Para mí, ha sido un verdadero privilegio ver, como si mirara a través de un gigantesco microscopio, cómo el director de ‘Solas’ o ‘La voz dormida’ trabajaba con los actores -independientemente de su edad, bagaje o experiencia-, los orientaba y los modulaba, hasta conseguir de ellos cimas que quizá unos minutos antes no éramos siquiera capaces de atisbar. No penséis que me he limitado a observar y tomar notas: yo, culo inquieto, no he dejado de preguntar y de opinar -espero que nadie se tomara a mal mis valoraciones: lo hice de la manera más constructiva que supe-, y además, en varios momentos, he sufrido/disfrutado de un intenso ejercicio de raccord, libreta en mano. Obviamente, no voy a decir que en tres días haya asimilado todo lo que hay que saber sobre la dirección de actores -¡se requieren años de experiencia!-, pero es probable que en las últimas 72 horas haya aprendido más que en tres lustros haciendo cortos.
No quiero terminar esta entrada sin dar las gracias no solo a Benito -decir de él que es afable y cercano es quedarse muy corto-, sino a todos con los que he compartido esta impagable experiencia, un grupo humano maravilloso con un potencial increíble que se vaciaron en cada escena y cada set que improvisamos con cuatro cosillas de escenografía. Para mí, esta implicación sincera sumada a la energía positiva que ha destilado este grupo desde el primer minuto del curso ha sido otro regalo inesperado. Me llevo muchísimo aprendido, pero sobre todo un montón de contactos en la agenda con quienes espero tener la oportunidad de volver a coincidir, más pronto que tarde.
A Benito, Carmen, Eva, Frantxa, Guillermo, Javi, Juan, Julia, Lía, Lucía, Maribel, Marta, Mery, Mónica, Nazareth, Nuria, Olga… Muchas gracias, y mucha mierda.