
Ha pasado casi una semana desde la finalización del I Certamen de Cortometrajes del Espacio y Ciencia-Ficción de Yebes-Valdeluz ‘4661’ y aún estoy recuperándome de esta peculiar aventura fílmico-espacial: tras muchos meses de preparativos, gestiones, llamadas de teléfono, selección de obras, reuniones con jurados, conversaciones con los cineastas seleccionados, sesiones fotográficas, diseño de cartelería e imagen de marca -ha costado, pero creo que hemos logrado que se identifique a la robota de pechos cromados con el festival y su temática-, contrataciones con artistas y proveedores, ensayos, soporte audiovisual, entrevistas en los medios, campañas de publicidad y difusión… el pasado viernes 15 de nuestra nave despegaba con una tripulación quizá algo escasa en número pero sobrada de tesón y entusiasmo, y también con algo de nervios y vértigo.
Marta Marco se metió al pasaje en el bolsillo en el arranque de la primera jornada, en la que los espectadores -alrededor de un centenar- quedaron prendados de su carisma, ingenio, talento y sentido del humor. Muchos aplausos y luego, máxima atención para ver los siete cortometrajes a concurso. Prácticamente no se movió nadie durante casi dos horas de sesión. Y después, todos a participar en la votación para el premio del público.
Aún con un notable retraso -por causas ajenas a nosotros-, el respetable no falló en la clausura del sábado, llegando a superar el aforo día anterior. Dr. Sapo y Pepe López abrieron la velada con su divertido y talentoso arte de voz, guitarra, armónica y percusión, acompañando toda la ceremonia de entrega de premios con sus puntuales intervenciones musicales. Una fiesta en la que contamos con una frustrada y algo cínica maestra de ceremonias –Lorena Aparicio, metida en su papel- en perpetuo conflicto dialéctico con una espontanea llegada del futuro dispuesta a spoilearnos la noche -divertidísima Miriam Tejedor-. Entre puyas y chascarrillos se iban entregando uno a uno los premios, los cinco decididos por el jurado -mis muy queridos y admirados Pedro Solís, María Pedroviejo y Alberto Sanz, siempre con una sonrisa en el rostro- más el que había votado el respetable. Y, como colofón, foto de familia con todos los implicados y proyección de los dos trabajos merecedores de premio gordo.
Creo, sinceramente, que para ser nuestro primer certamen 100% M&M, la cosa ha salido más que notable. Pero perdonadme la osadía, era muy complicado que la misión saliera mal. En cine se suele decir que un director debe rodearse de los mejores en un rodaje, y el éxito -alto o moderado, según quién lo pondere- de este proyecto se debe, lo primero y principalmente, al equipo que me ha acompañado en todo este tiempo. Pili, mi socia de facto en Mitad & Mitad Producciones, ha sido (es) el primer oficial que todo capitán desearía tener a su lado, en quien puedes delegar tantas tareas y responsabilidades como si fueras tú mismo, consciente de que no te va a fallar. En la retaguardia no ha faltado mi querida Mariam, que ni mermada por un puñetero e inoportuno virus ha dejado de multiplicarse para cubrir múltiples tareas además de regalarnos unas fotografías de primera. Presto y eficaz, Ocha se rebeló como el ingeniero comodín que desde la sala de máquinas se teletransportaba allí donde hacía falta. El apoyo institucional del Ayuntamiento de Yebes ha sido vital, y por fortuna en control de tierra teníamos al concejal de cultura Jon Perojo, principal valedor desde que ‘4661’ solo era una idea sobre el papel. Y no quiero olvidarme de todos aquellos -particulares y empresas- que han arrimado el hombro para terminar de ensamblar este ilusionante cohete a las estrellas.
Personalmente, estoy muy satisfecho con el resultado. Lo que no significa que esté conforme. El #4661FilmFest solo acaba de dar un paso, pero lo ha hecho con firmeza y convicción. Ojalá este sea el inicio de una prolongada, y cada vez más grande, odisea cultural y cinematográfica. ¡Larga vida y prosperidad!