¡Boza! ¡Boza! ¡Boza!*

llda-en-renoir-6Conocí a Amparo Climent hace ya algunos años, en uno de esos encuentros de ‘El Día del Corto’ que organizaba en Madrid la extinta ACE (Asociación del Cortometraje Español) y a los que solía acudir representando a Baidefeis. Luego, un tiempo después, pude por fin descubrir su faceta de actriz sobre las tablas en un montaje de ‘Drácula’ que protagonizaba junto a Ramón Langa y Emilio Gutiérrez-Caba. Ahora, casualidad o destino, nuestros caminos han vuelto a cruzarse. Felizmente, añadiría.

Sin ningún tipo de apoyo ni subvención pública o privada -salvo un crowdfunding en el que participaron más de trescientas personas, algunas conocidas, otras anónimas- , Amparo ha producido y dirigido ‘Las lágrimas de África’, un documental al que los más puritanos le pueden achacar algunas carencias técnicas -entendibles, por otro lado, cuando uno conoce las enormes dificultades que conlleva realizar un trabajo de este calibre prácticamente en solitario- pero cuya contundencia es incuestionable: viajando prácticamente con lo puesto y cámara en mano, ya sea a través de fotografías, testimonios o imágenes cinematográficas, Amparo ha dedicado dos años de su vida -y gran parte de su patrimonio personal, comenta en petit comité- a sacar adelante este testimonio en primera persona sobre cómo los refugiados sobreviven a duras penas «a las puertas de nuestra propia casa», como ella misma subraya, refiriéndose a la triple valla de Melilla. La película habla por sí misma, sacude y estremece, y lo hace además sin caer en tremendismos ni en moralinas, con una rabia y una violencia implícitas y contenidas, pero dejando al mismo tiempo un leve aliento a la esperanza.

Como el #FESCIGU2016 está dedicado a los refugiados, Amparo Climent fue el primer nombre que surgió para formar parte del jurado. Éste ha sido, por tanto, nuestro segundo reencuentro, y que me ha dado la oportunidad no solo de poder ver ‘Las lágrimas de África’, sino también charlar con ella, con la cámara como testigo, emplazándonos a vernos de nuevo el próximo 8 de octubre, en la Clausura del XIV Festival de Cine Solidario de Guadalajara.

Pero esta semana, de improviso, me llegó una nueva oportunidad de compartir un ratillo con Amparo. Como sabéis, desde hace dos años formo parte del jurado de los Blogos de Oro a través de mi blog. En la última edición, ‘Las lágrimas de África’ recibió uno de los nuevos galardones establecidos desde este año, un premio especial Baratometraje -elegido también por los blogueros que participamos con nuestros votos- que intenta impulsar y dar visibiliad a todas esas producciones españolas pequeñas, que no cuentan con el respaldo de una gran productora o de una importante financiación, y que también merecen ser descubiertas y valoradas. Durante los jueves de septiembre, este documental ha podido verse en los Cines Renoir Princesa y en Cinemes Girona de Barcelona. Hugo Serra, distribuidor del film -a través de su nueva iniciativa, ConUnPack Distribución– y uno de los impulsores del premio Baratometraje, me ofreció hace unos días la posibilidad de presentar -o anfitrionar, término que no existe pero que propongo desde ya a la R.A.E.- el último pase –amadrinado, precisamente, por Blogos de Oro- en Madrid de este gran documental. Todo un honor.

las_lagrimas_de_africa-266777567-large-jpgAyer jueves 22 de septiembre tuvo lugar la cita. Tras una breve bienvenida, el público pudo ver la peli -tras proyectarse el tráiler de ‘Los sueños de Idomeni’, el próximo proyecto documental de Amparo- y participar después en un animado debate en torno a lo que se había visto en pantalla y las reflexiones que extraíamos cada uno de nosotros. Desde el activismo y la implicación social hasta la responsabilidad política, muchos matices se contrastaron en un debate tan interesante como necesario, y que se prolongó durante un buen rato en la Sala 11 de los Princesa.

Disfruté muchísimo de esta experiencia, y os recomiendo que, si tenéis posibilidad, no dejéis de ver un trabajo tan honesto y necesario como ‘Las lágrimas de África’. De aquí en breve estará disponible en plataformas on-demand; estad atentos. Y durante el FESCIGU podréis ver un corto documental que le hemos dedicado a Amparo y su obra titulado ‘Frontera sur’, uno de los muchos audiovisuales que he editado para este certamen, que se proyectará en el Buero Vallejo el último día del Festival, el 8 de octubre, a las 19 horas dentro de la Sección Refugiados.

Fotos (C) Mariam Useros Barrero / Mausba Foto

*«Boza» es, posiblemente, la palabra que más impacta y se agarra en nuestra mente al ver ‘Las lágrimas de África’. Es un cántico de victoria y a la vez un desgarrador grito que reclama libertad, que los subsaharianos repiten con todas sus fuerzas, hasta que no pueden más, encaramados a las vallas de la frontera sur mientras intentan evitar las concertinas, los alambres y los golpes de las policías marroquí y española.

Estocada mortal

Era ya bien entrada la madrugada cuando me llegaba a través de Twitter un enlace a la portada de El País que saldría a la mañana siguiente con este titular: “La crisis barre a Alta Films, la mayor exhibidora de cine de autor”. Apenas unas pocas líneas lo complementaban, pero ya daban un dato aplastante: de todas las salas que esta productora y distribuidora tiene repartidas por todo el país –incluyendo Guadalajara- , tan sólo iban a mantenerse abiertas unas veinte, lo que significa que la gran mayoría están condenadas al cierre y, por tanto, a su desaparición.

altafilmslogoAunque el cuerpo me pedía sentarme ipso-facto al teclado, he querido esperar unas pocas horas para recabar más información. Ya por la mañana, podía leerse un reportaje más en profundidad en la versión digital de El País, y poco después el propio Enrique González Macho –propietario de la empresa y presidente la Academia de Cine- daba en la Cadena SER su versión de los hechos. En un país en el que el cine autóctono siempre ha estado en crisis, la falta de apoyos de las televisiones –principalmente RTVE- , el descenso del número de espectadores y la brutal subida del I.V.A. cultural al 21% parecen ser los ingredientes fundamentales para considerar esta dolorosa decisión.

No voy a hablar aquí de gestión empresarial, ni de controvertidas decisiones políticas –de eso ya tenemos bastante en la Asociación de Amigos del Moderno– ni de si la piratería hace o no tantísimo daño al cine español. Pero a la espera de lo que pueda suceder en las próximas horas o días, quiero compartir con vosotros a través de estas líneas el torrente de recuerdos que me desbordan, y que me hacen rememorar mis tiempos de instituto, cuando aún ni siquiera era estudiante de audiovisuales, y de cómo los Cines Renoir de Madrid fueron una piedra fundamental en mi educación cinéfila.

Gracias al extinto programa de televisión ‘Cineclub’ descubrí a los grandes clásicos –Casablanca (Michael Curtiz, 1942)- ; gracias al desaparecido videoclub de mi barrio encontré algunas joyas del cine moderno –casi todas las que voy comentando en ‘Clásicos del s. XX’– , y era habitual verme cada domingo con mis padres y amigos en grandes multicines dispuesto a ver el estreno hollywoodiense de la semana; pero había un ratito que me lo guardaba para mí –habitualmente los lunes por la tarde, día del espectador en las salas V.O.- en el que, por obra y gracia de los Renoir Princesa, Plaza de España o Cuatro Caminos, pude descubrir al Woody Allen de Misterioso asesinato en Manhattan (1993), al Tim Burton de Ed Wood (1994), a los hermanos Coen de Fargo (1996) o al Andrew Niccol de Gattaca (1997). Pero sobre todo, al nuevo cine español que empezaba a despuntar en los años noventa, primero de la mano de Imanol UribeDías contados (1994)- y Manuel Gómez PereiraBoca a boca (1995)- , luego con los imberbes Álex de la IglesiaEl Día de la Bestia (1995)- , Alejandro Amenábar Tesis (1996); Abre los ojos (1997)- , Julio MedemTierra (1996); Los amantes del círculo polar (1998)- o Fernando León de AranoaBarrio (1998)-  , cuando el éxito aún no les había llegado; nombres que entonces eran bastante desconocidos para el gran renoirpúblico pero que a mí me abrieron un nuevo horizonte, completamente inédito hasta entonces, y que mucho han tenido que ver, para bien o para mal, en mis gustos y preferencias cinéfilas.

Durante las últimas décadas, Alta nos ha dado la oportunidad de disfrutar de un cine diferente, más artístico y menos industrial, y su presencia era habitual en festivales y entregas de premios. Y sólo por recordar unos pocos nombres, gracias a ellos hemos podido conocer a Michael Moore, a Adolfo Aristaráin, a Juan José Campanella, a François Ozon, a Cesc Gay, a Daniel Sánchez Arévalo, a Santiago Zannou, a Michel Hazanavicius…González Macho apela a “un milagro” para solucionar esta situación, aunque a renglón seguido confiesa lacónicamente “no creer en ellos”. El cierre casi total de los cines Renoir –que, insisto, son los accionistas mayoritarios de los Multicines Guadalajara; aún está por ver cómo afectará esta decisión a las únicas salas que hay en nuestra provincia- es, como la suspensión del Certamen ‘Arcipreste de Hita’, como el cierre del Teatro Moderno, como tantos otros ejemplos a lo largo y ancho de nuestra geografía, una nueva estocada mortal, otra más, hacia lo que nos mueve y nos conmueve, lo que nos hace pensar y crecer y evolucionar, lo que nos alimenta el espíritu. El cine, en este caso, nos permite conocer otras ideas, otras culturas, y con ello, poco a poco, aprendemos y valoramos no sólo de lo que se hace aquí, sino en otras lejanas regiones del planeta. Pero claro, para algunos la séptima de las artes ha dejado de ser tal, rebajándola a un mero e insustancial entretenimiento para el populacho…

Hoy es sin duda un día triste, muy triste. Si nadie lo remedia, puede darse la insólita  circunstancia de que las próximas películas que ganen en Cannes, Málaga, San Sebastián, Sundance o Berlín nunca sean exhibidas en una sala española. Productoras nacionales y foráneas se las verán crudas para sacar a la luz sus obras, con el consiguiente perjuicio para una nueva generación de cineastas en ciernes que aún esperan su oportunidad. Pero yo, al contrario que González Macho, si creo, o mejor dicho, espero un milagro para la cultura en este país. Se llama sentido común. Lo malo es que, ya se sabe, es el menos común de los sentidos…