Una historia que comienza por el final, un puñado de necios como protagonistas y un tono tremendamente crítico con más carga satírica que paródica. Quienes vayan a ver ‘Los del túnel’ (Pepón Montero, 2017) pensando que se van a partir de risa con una fácil parodia ibérica de las catástrofes hollywoodienses, se encontrará una feroz y perversa crítica al ideal estandarizado de individuos socialmente aceptables, sin tacha, capaces de mejorarse a sí mismos y a los que les rodea tras sobrevivir a una tragedia…
Hugo, «descabezado», junto a Jorge Blaas y Dani Rovira. Imagen RTVE.es
Pasaban unos minutos de la medianoche cuando al fin pudimos ver una cara conocida de la cultura alcarreña: Hugo Mirò, de Huaja Malabares, aparecía en el escenario de la gala de los premios Goya para participar fugazmente (apenas unos segundos) en el número de magia de Jorge Blass que precedería a la entrega del galardón a los Mejores Efectos Especiales. Un ratito después, veíamos la segunda: Laura Domínguez y sus compañeras de las camitetas, en el vídeo de presentación de los nominados a Mejor Corto Documental, en una de las escenas de Regreso a La Alcarria. Y ya. Hasta ahí. Bueno, hay que decir que hubo una peli que sí llevaba algo de ADN de nuestra tierra, y esa es la aportación del amigo Pedro Solís como director de producción de Atrapa la bandera (Mejor Largometraje de Animación), pero, obviamente, él no subió a recoger el galardón. Sí lo hizo el director Enrique Gato, aunque TVE nos impidió verlo. Pero ya habrá tiempo de hablar de la nefasta realización de la cadena estatal.
A lo José Luis Moreno.
No hubo más sitio para Guadalajara en los trigésimos premios de la Academia del Cine Español. Ni referencias a la miel -y eso que al presentador Dani Rovira se le ha premiado en el último FITUR por sus chascarrillos del pasado año- ni cabezón con denominación de origen -el molinés Álex Catalán (Un día perfecto) se quedó sin Goya a Mejor Fotografía frente a Miguel Ángel Amoedo (La novia)-. Pero eso no fue lo peor: la gala, que comenzó con cinco minutos de retraso sobre el horario previsto, arrancó con un descastado número musical propio del Noche de fiesta o de cualquier otro show trasnochado y rancio de José Luis Moreno. Y los internacionales –y nominados- Juliette Binoche y Tim Robbins, mirando con cara de póquer. Sus rostros fueron objeto de no pocos memes en Twitter -estuve siguiendo y comentando el evento en directo a través de esta red social- . Algunos pensamos que, tras ese arranque, la cosa no iba a poder empeorar. Luego la Academia y TVE decidieron darnos un bofetón de realidad.
Juliette Binoche y Tim Robbins: cara de circunstancias. Imagen RTVE.es
Arrancó rara la gala. Algo debió pasar, porque tras el musical de inicio, y sin presentación, ni bienvenida, ni nada, se entregaron los dos primeros premios –de récord con el doblete casi simultaneo de Lucas Vidal por la canción de Palmeras en la nieve (compartido con Pablo Alborán) y la partitura de Nadie quiere la noche). Luego salió Rovira y le falló el micro. Raro, raro. A las 22:45, es decir, cuarenta minutos de comenzada la ceremonia, me di cuenta de que solo se habían entregado tres premios. O aquello se iba a alargar más de la cuenta o luego les entrarían las prisas. Como así fue.
Sorpresas, imprevistos y un palmarés muy repartido.
El reparto de premios hizo potable la gran fiesta del cine español. Me gustan los años donde hay sorpresas y no está todo el pescado vendido de antemano. Y así nos encontramos con que todas las favoritas se llevaron al menos un cabezón. Si tuviera que escoger dos o tres momentos, me quedaría con los muy sentidos agradecimientos de Miguel Herrán (Actor Revelación por A cambio de nada) hacia su descubridor, Daniel Guzmán -que se haría también con el premio en una de las categorías más disputadas, Dirección Novel- ; la muy emocionada, y con razón, Natalia de Molina, que con Techo y comida se llevaba el segundo premio de su carrera y vencía nada más y nada menos que a Penélope Cruz, Juliette Binoche e Inma Cuesta; o el discurso, claramente inteligible, del homenajeado Mariano Ozores, con toda la platea puesta en pie. No le discuto este reconocimiento, Dios me libre, pero me pregunto qué pensará Tim Robbins como le dé por buscar el nombre del cineasta en YouTube y se encuentre con Los bingueros, Jenaro, el de los catorce, Yo hice a Roque III, El erótico enmascarado, Cristóbal Colón, de oficio descubridor o ¡Que vienen los socialistas! Canela fina.
Los productores y el director de ‘Truman’. Foto: Academia de Cine (via Instagram)
Salió Antonio Resines, y dio un discurso interesante en el fondo pero algo errático en las formas. De hecho, ofreció un dato que fue objeto de no poca controversia en las redes: según el serrano presidente de la Academia, “en España se descargan ilegalmente 1.900 películas por minuto”. A algunos, desde luego, no nos salen las cuentas –deberíamos ser muchos más millones de habitantes en este país y, además, casi todos sufrimos las conexiones más lentas de toda Europa- , y, como siempre, se obvia un dato: ¿cuántas de esas descargas piratas son de títulos españoles? No seré yo quien defienda el tráfico ilícito de obras audiovisuales por la red, pero si de verdad se quiere dar una solución a este problema, hay que dar todas las cifras, dejar de llorar –así llevamos más de un lustro, y ya cansa- y empezar a proponer soluciones reales.
Aunque durante toda la noche imperó el fair play y todo el mundo defendió que aquello no era una competición, sino que cada película suma para el cine español, no se puede negar que Paula Ortiz y su equipo debieron quedarse, con perdón, con el culo torcido: solo dos premios (Mejor Actriz de Reparto para Luisa Gavasa y el ya mencionado de Mejor Fotografía) de doce posibles. Una pena, porque su película era mi favorita. Y eso que me alegré mucho, muchísimo, de que la gran triunfadora fuera la de Cesc Gay: para mí, es una de las tres mejores del pasado año (junto con B, que no optaba a premio gordo, y La novia), pero no es menos cierto de que, siendo sobresaliente, creo es una obra menos arriesgada, audaz y (en ese sentido) valiente. Cualquier productor del mundo se atrevería a hacer un Truman, pero muy pocos a llevar el lirismo de Lorca a la gran pantalla.
Y sobre el resto de premiados, poco más que decir, salvo que aplaudo como el que más que el muy querido Ricardo Darín por fin tenga su Goya y que sigo sin entender el criterio de Mejor Actor y Actriz Revelación: si es cierto que podemos considerar al debutante Herrán como revelación, no comprendo cómo Irene Escolar –que, por otro lado, considero que es una magnífica actriz- , con quince películas a sus espaldas antes que Un otoño sin Berlín, pueda entrar en esta categoría. Sé que las bases lo admiten, pero sigo diciendo que éstas permiten que se desvirtúe el sentido del premio.
Ricardo Darín, Mejor Actor Protagonista. Imagen de RTVE.es.
No puedo terminar mi análisis de los Goya 2016 sin pararme a hablar de la nefasta realización de TVE. Lejos de corregir errores de ediciones anteriores y de probar cosas nuevas, y sin volver a repetir lo de los anticuados números musicales –y, la verdad, sacar a Serrat cantando Los fantasmas del Roxy no creo que ayudara a levantar esto-, anoche pudimos asistir, entre atónitos y molestos, a cómo la cadena estatal cortaban sin piedad ni rubor alguno los discursos de algunos de los premiados. Ninguno hizo un Almodóvar –alargarse en exceso agradeciéndoselo a la Virgen de Guadalupe o la del Perpetuo Socorro- , alguno incluso quiso acercarse a saludar a sus compañeros de nominación antes de subir al escenario, y, sin embargo, eso no impidió que, a los sesenta segundos exactos, se subiera la música escandalosamente y se cortara el micrófono del (inexistente) atril. Un gesto muy, muy feo, máxime cuando el maestro de ceremonias se extendió todo lo que quiso –a veces, demasiado- en sus intervenciones. Abrieron la veda con Jorge Coira (Mejor Montaje por El desconocido), nos impidieron ver a Enrique Gato compartir “su cachito de premio” ofrecido por Nicolás Matji (productor de Atrapa la bandera) para meter a capón el vídeo del ‘In Memoriam’ y hasta tuvieron la indecencia de interrumpir el speech de Natalia de Molina, cuando todo el mundo sabe que, en los premios más gordos, no pasa nada por conceder algo más de tiempo a los galardonados. Una actitud y un criterio, como digo, deleznables y que fueron objeto del reproche, en vivo y en directo, del propio Darín. Insólito y vergonzoso. Eso sí, perdí la cuenta de cuantas veces pincharon el plano de Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa, juntos en el patio de butacas. Parecía que tuvieran una cámara solo para ellos. Carne de Sálvame.
Esta gala duró, al menos, unos minutos menos que la del año pasado. Pero sigue siendo una fiesta sin ritmo y sin gracia, donde sobran chascarrillos tontos – de «Lorca, la ballena asesina» al «Pacto Donald”… sí, ese fue el nivel- y momentos de relleno que nadie comprende. ¿Un homenaje a Buñuel, pasadas las tres horas de ceremonia, con una tamborrada? Y Juliette Binoche, y a su lado Tim Robbins, que vinieron para no llevarse nada, mirando sin entender ni papa. Verás cuando lo cuenten en casa. Surrealismo puro.
¡Por fin! Como sabéis, me pegué una buena panzada pre-gala de los Goya –La herida (Fernando Franco, 2013); La gran familia española (Daniel Sánchez Arévalo, 2013); Caníbal (Manuel Martín Cuenca, 2013); y 15 años y un día (Gracia Querejeta, 2013) me las ví en el transcurso de poco más de dos semanas- , y justo la única que se me quedó en tareas pendientes, fue la que triunfó con los premios a Mejor Película, Director, Actor Protagonista, Actriz Revelación y Guion Original.
Javier Cámara, Natalia de Molina, Francesc Colomer, Ramón Fontserè, Jorge Sanz y Ariadna Gil son los protagonistas de Vivir es fácil con los ojos cerrados, una historia enternecedora, luminosa y nostálgica que ya está disponible en algunas plataformas digitales de V.O.D…. [leer crítica]
Nunca antes habíamos sufrido tanto viendo una gala de los Goya: ahí estábamos, con los nervios a flor de piel y pegados a la pantalla, viendo cómo Álex O’Dogherty interpretaba una alegre y divertida cancioncilla en homenaje a los cortos de animación, comiéndonos las uñas, impacientes, casi histéricos, con el corazón a punto de salírsenos por la boca… hasta que por fin alguien dijo la palabra mágica de siete letras: Cuerdas. Y saltamos, y gritamos, y botamos, y nuestro querido amigo Pedro Solís bajaba por la escalinata del patio de butacas camino al escenario, donde su segundo cabezón le estaba esperando.
En un discurso sublime, Pedro se ha acordado de su productor Nicolás Matji, del equipo de La Fiesta P.C. que había colaborado desinteresadamente en este proyecto durante los últimos dos años, de toda la gente de Guadalajara “cuyos gritos los estoy escuchando desde aquí” –y entonces volvimos a gritar y a aplaudir- , de sus padres y hermanos… pero sobre todo, y como ya sabemos, de sus hijos Alejandra –“por haberme inspirado esta historia”– y Nicolás –“ojalá nunca me hubieses inspirado esta historia”– y de su mujer Lola, por todo el apoyo y el cariño y “por todo lo que no has llorado delante de mí”. Emocionado pero contenido, manteniendo el tipo ahí delante de los Bardem, los Trueba y el resto de la plana mayor de todo el cine patrio, con su presidente Enrique González Macho a la cabeza.
Cito al productor de la añorada Alta Films porque si Pedro ha sido la luz, el clímax, el momento más apoteósico de la ceremonia –al menos, para quien esto escribe, aunque sea por razones puramente personales- , el actual máximo responsable de la Academia ha sido justo el extremo opuesto. Con un discurso rancio, quejicoso, decimonónico y hasta destartalado –dos o tres veces se ha ido por las ramas, traspapelando incluso una de las páginas- , ha vuelto a repetir por enésima vez los que él y otros acólitos consideran los males innatos del cine español: la piratería, el IVA cultural, las trabas del gobierno… nada que no supiéramos ya, pero tampoco nada nuevo con respecto a su mismo speech del pasado año. Trescientos sesenta y cinco días después y sin un éxito clamoroso como bote salvavidas para nuestra taquilla –a pesar de los buenos resultados de títulos como Las brujas de Zugarramurdio 3 bodas de más, esta temporada no hemos tenido un Tadeo Jones o un Lo imposible para competir de igual a igual con el Goliath Hollywood- , se hubiera agradecido algo más de autocrítica, o al menos, alguna idea para afrontar el complejísimo futuro que tiene ante sí el séptimo arte en nuestro país. Pero no: solo lamentos. Lamentable su velado pisoteo hacia las palabras y la labor de su antecesor en el cargo, Álex de la Iglesia, con esa referencia hacia internet y el futuro, un tipo que sí que supo atisbar los males de nuestra cinematografía y se lo cepillaron antes de poder mover un dedo para cambiar las cosas. Y ya no hablemos del peloteo hacia el presidente de la Comunidad de Madrid, quien, a diferencia del (ausente) ministro de incultura –como le calificó Javier Bardem– , sí estuvo presente en el patio de butacas.
El resto de la velada se ha movido por los parámetros más o menos esperados: una fiesta que no es una fiesta –en serio, ¿hace falta ser tan estirado para salir a presentar un premio, sin soltar un simple chascarrillo? Sólo Bardem pareció salirse del guion para aplaudir a la Marea Blanca- , una duración excesiva, un libreto que cada año es más soso que el anterior –qué decepción Manel Fuentes: sin chispa, sin punch, sin gracia- con momentos sonrojantes –ese lamentable numerito musical- y sketches muy, pero que muy flojos –a rescatar, si acaso, el enfrentamiento entre Alberto Chicote y el Caníbal Antonio de la Torre– . El ya citado Álex O’Dogherty sí que ha sabido darle un poco de salsa a la hora de presentar las tres categorías de cortometrajes. Pero el gran momento chanante, surrealista e impagable ha sido cuando Ernesto Sevilla, Joaquín Reyes, Julián López, Carlos Areces y otros miembros de su muchachada, acompañados por un divertidísimo Raúl Arévalo, han presentado y recreado, en vivo y en directo, cuatro candidatas ficticias y futuras a obtener premio: 23-F Transformers, [REC]ortados, Saber y ganar. La película y el musical Merienda-Cena. Siete minutos sublimes para guardar en videoteca.
¿Y sobre los premiados? Bueno, si acaso comentar que me da rabia que, tras una semana de intensa maratón de cine español, me he quedado sin ver la peli que finalmente ha triunfado: Vivir es fácil con los ojos cerrados. Como bien ha dejado caer su también galardonado protagonista, Javier Cámara, ojalá este palmarés sirva para que repongan la peli –un título, os recuerdo, que a fecha de hoy ni está en cartelera ni ha sido lanzada en formatos domésticos y/o plataformas digitales- . La cinta de David Trueba –quien se ha llevado a su casa dos cabezones, Dirección y Guion Original, tras veinte años sin conseguir ni uno- ha cosechado un total de seis galardones importantes –a los ya citados hay que añadir Mejor Actriz Revelación para Natalia de Molina y Mejor Música Original para Pat Metheny– . Ocho le han caído a Las brujas de Zugarramurdi, casi todos técnicos salvo por el de Mejor Actriz de Reparto para Terele Pávez –estaba casi cantado, y toda la sala se ha puesto en pie para homenajear a la inolvidable actriz de Los santos inocentes– . Y La herida no puede quejarse: Mejor Actriz Protagonista para Marian Álvarez y Mejor Dirección Novel para Fernando Franco; puede parecer poco, pero tras arrasar en San Sebastián y en los Premios José María Forqué, bastante buena cosecha ha tenido este sobrevaloradísimo dramón. Una lástima que, entre tanto reparto, mis dos películas favoritas se hayan ido casi de vacío: lo de Alacrán enamorado era casi de esperar –competía en cuatro categorías con rivales muy fuertes- , pero el imprevisible castañazo se lo ha dado La gran familia española, con un bagaje final de once nominaciones y sólo dos cabezones –Mejor Actor de Reparto, merecido, para Roberto Álamo, y Mejor Canción Original- , que saben a muy poco.
En general ha sido una gala aburrida, sin sorpresas, sin puntos fuertes, y cuyo estilo esquemático y repetitivo –lo de meterse en las películas nominadas está pero que muy visto; los números musicales hay que modernizarlos o eliminarlos- empieza a sonar a hueco y agotado. Esperamos, eso sí, un relanzamiento de la cinta de Trueba –y que nos llegue a los que vivimos en provincias- , y brindar con Pedro por su segundo cabezón, como se merece.
Foto de familia de los premiados. A la izquierda vemos a Pedro, de cachondeo con Roberto Álamo. Foto (C) Alberto Ortega / http://premiosgoya.academiadecine.com
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