Cada vez es más habitual la presencia de cine independiente español en festivales y cartelera, algo que celebro enormemente. Y aunque a estas películas aún les falte algún empujoncito más para salir de los circuitos minoritarios, las secciones no competitivas y las sesiones residuales, la apuesta de ciertas -aún pocas- salas y certámenes así como de blogueros y cinéfilos que no dudamos en asomarnos a las propuestas que brindan estos baratometrajes va logrando, pasito a pasito, que vayan teniendo un eco cada vez más sonoro en el hermético panorama fílmico nacional.
Alberto Utrera salta a la dirección de largometrajes con una historia coral que se desarrolla en un escenario tan poco habitual como un club de fumadores de sustancias alegales. Con un escenario único -algo que empieza a ser seña de identidad de nuestro indie patrio- y a través de una narración construida a base de flashbacks que saltan de una trama a otra -en realidad, todo el libreto se cimenta sobre piezas individuales que terminan colisionando en la catarsis final-, ‘Smoking Club’ es el retrato ambivalente y a ratos algo desdibujado de una sociedad en el que la sinceridad es una mera utopía, un término en desuso sepultado en lo más recóndito del diccionario, un concepto desvirtuado ya desde el principio: no deja de tener cierta ironía que este aparente oasis de tolerancia y libertad se rija por una ristra interminable de reglas -las 129 normas a las que alude el título- “para una mejor convivencia”…
En su haber, sobresale una cierta frescura tanto en el planteamiento como en la construcción de algunos personajes, especialmente los que podríamos considerar protagonistas, que se benefician no solo de los matices que se dibujan desde el propio guion sino también de la naturalidad que desprenden valores en alza como Rodrigo Poisón -a quien hemos visto en cortos como ‘Democracia’ (Borja Cobeaga, 2013), ‘Fired on call’ (Óscar Cavaller & Álvaro Moro, 2014) o ‘La invitación’ (Susana Casares, 2016)-, Jimmy Castro -ex-estrella infantil de la tele y un actorazo en potencia- o la siempre notable Natalia Mateo –‘Traumalogía’ (Daniel Sánchez Arévalo, 2007); ‘El patio de mi cárcel (Belén Macías, 2008); ‘Sin respuesta’ (Miguel Parra, 2013)-. En el debe, encontramos, contra pronóstico, un ritmo con demasiados altibajos -el episodio del testamento se alarga excesivamente- donde se echa de menos más agilidad en la forma y en el fondo de los diálogos. Viendo ‘El vals del autónomo’ y ‘El productor ejecutivo’, los dos recientes -y excelentes- cortometrajes que Utrera ha conseguido meter entre los finalistas del Notodofilmfest 2017, parecería que en realidad estuvieran realizados por otro director: si en éstos las diabluras dialécticas y el fulgurante montaje son señas de identidad y valores en la narración, en ‘Smoking Club’ se peca de un cierto exceso de prudencia o contención, cuando la propuesta, claramente inspirada en los primeros trabajos de Guy Ritchie o Quentin Tarantino, pide a gritos más visceralidad y menos recato formal…
Poniéndome además puntilloso, debo decir que he echado en falta una atmósfera más cargada, etérea y confusa dentro del propio escenario. ¿Un club de fumadores donde apenas hay humo? Quizá sea un detalle nimio, pero debo decir que, personalmente, algo sí me ha desconcertado, y resta algunas décimas a los momentos más brillantes e incluso hilarantes de la propuesta. En cualquier caso, bienvenido sea este pequeño gran nuevo cine español surgido de la crisis, repleto de ideas frescas y sin miedo a dar paso a creadores y actores de momento poco familiares para el gran público.