Raúl Arévalo Zorzo siempre quiso ser cineasta antes que actor. Pero la vida le llevó por los derroteros de la interpretación, oficio que, sin recelos, asimiló con entusiasmo, mucho trabajo y un talento innato ante la cámara. Así lo intuíamos algunos ya desde sus comienzos adolescentes en la televisiva ‘Compañeros’ -formó parte de esa segunda generación que no alcanzaría el carisma de los Quimi, Valle y compañía, pero Arévalo destacó por encima de otros quintos como David Janer, Begoña Maestre o Álex García- y en ‘Azuloscurocasinegro’ (2006), su primer trabajo importante en la gran pantalla de la mano de su primo, el debutante Daniel Sánchez Arévalo. Desde ahí, su carrera ha sido imparable, convirtiéndose, por méritos propios, en uno de los actores más importantes -si no el que más- de su generación.
Pero Raúl tenía su espinita clavada, la dirección. Y un magnífico guion, escrito a cuatro manos junto a su colega David Pulido, cogiendo polvo en una estantería. Hasta que el destino quiso que en su camino se cruzaran Beatriz Bodegas y una productora pequeñita, La Canica, que sí se atrevieron con una historia ambivalente, hosca, violenta, áspera e incómoda que nadie más quería apoyar. Órdago a la grande, pero desde la humildad y el trabajo. Se nota.
‘Tarde para la ira’ es un amoral y contundente relato venganzas y rencores, de arrepentimientos y engaños, de cabrones que agachan la cabeza y antihéroes que se toman la justicia por su mano. El cambio de roles que marca el epicentro de la película resulta tan fascinante como turbador, precipitando un relato cimentado en minuciosos y sutiles detalles en un doloroso e inquietante torrente de violencia, nada gratuita. Arévalo hace un cine que le sale de las tripas, que lo ha mamado de Peckinpah, de Tarantino, de Carlos Saura, y lo pone en práctica con lo que ha aprendido de todos y cada uno de los directores con los que ha trabajado. Y esa pasión inusitada se impregna en cada escena, en cada fotograma, cada personaje creado ex-profeso para un cast inmejorable: Antonio de la Torre, Luis Callejo, Ruth Díaz -¿de dónde ha salido esta fascinante actriz?- , Manolo Solo…
Premios aparte, ya veremos qué camino tomará a partir de ahora el mostoleño. Costaría perderle como actor, y algo me dice que, poco a poco, sus apariciones en pantalla se irán volviendo más esporádicas y ocasionales. Pero ojo, porque podemos estar ante la eclosión de uno de los realizadores más potentes e interesantes de los próximos años. Tiempo al tiempo.