Carácter castrense.
Pudo haber sido uno de los grandes nombres del cine de acción de los ochenta y noventa. Fue héroe y villano, especializándose en pistoleros, detectives, policías y, sobre todo, militares. Despuntó como actor fetiche de James Cameron antes de trabajar con William Friedkin, George P. Cosmatos o Michael Bay, entre otros. Alternó protagonistas y secundarios en cine y televisión. Pero su carrera nunca llegó a despegar del todo, y hoy, aunque sigue en activo, es casi más un reclamo para fans de la Serie B que un gancho para la cartelera.
Nacido un 31 de julio de 1956 en la pequeña localidad de Anniston, Alabama (Estados Unidos), Michael Connell Biehn, como tantos otros, hizo sus primeros pinitos en el mundo de la interpretación a través de la pequeña pantalla, donde con veintipocos añitos ya se le pudo ver haciendo episódicos en La fuga de Logan o La familia, y personajes con algo más de peso en otros seriales como The Runaways. No tardó en dar el primer paso en el Séptimo Arte: a finales de los setenta hizo una fugaz aparición en Grease (Randal Kleiser, 1978), para luego tener otros roles poco más importantes en títulos hoy prácticamente olvidados como Hog Wild (Les Rose, 1980), El admirador (Ed Bianchi, 1981) -en la que acosaba a la famosa Lauren Bacall- u Hombres de hierro (Franc Roddam, 1983).
Sin embargo, fue un joven y desconocido realizador canadiense proveniente del mundo de los efectos especiales el que le ofreció un papel que cambiaría su hasta entonces discreta trayectoria: el de Kyle Reese, un soldado del futuro que viajaba a la época actual para enfrentarse a un temible cyborg –encarnado por un no mucho más conocido Arnold Schwarzenegger- en una peliculilla de acción fantástica con tintes tecnofuturistas: Terminator (James Cameron, 1984). La cinta, como todos sabemos, fue la gran sorpresa del año, recaudando más de doce veces su presupuesto y convirtiéndose casi de inmediato en obra de culto para millones de espectadores en todo el planeta.
Tras repetir con Cameron en la muy notable Aliens, el regreso (1986) -donde volvió a ser un heroico soldado, esta vez compartiendo cartel con Sigourney Weaver- y encarnar un recordado aunque efímero personaje en la serie Canción triste de Hill Street, recibió buenas críticas gracias en sendos trabajos en Desbocado (Rampage) (William Friedkin, 1987), La séptima profecía (Carl Schultz, 1988) o In a shallow grave (Kenneth Bowser, 1988, inédita en España) antes de ponerse una vez más a las órdenes del director de Titanic en la aventura fantástico-submarina Abyss (James Cameron, 1989).
A partir de aquí, su carrera volvió a plagarse de sucesivos altibajos: además de repetir su afamado Kyle Reese en Terminator 2: el Juicio Final (James Cameron, 1991) –aunque su aportación no acreditada se quedó en la sala de montaje hasta que diez años después se lanzara una edición especial- , pudimos verle en Navy Seals. Comando Especial (Lewis Teague, 1990); Treinta minutos para morir (Avi Nesher, 1991); K2 (Franc Roddam, 1991); El riesgo del vértigo (Christopher Coppola, 1993); Tombstone, la leyenda de Wyatt Earp (George P. Cosmatos, 1993); Jade (William Friedkin, 1995); La Roca (Michael Bay, 1996); Cherry Falls (Geoffrey Wright, 2000) o El arte de la guerra (Christian Duguay, 2000), sin dejar nunca de participar en diversos proyectos televisivos, ya fueran telefilms –Sabor a muerte (Lou Antonio, 1992); Atrapados por la violencia (Forest Whitaker, 1993); Código rojo (Craig R. Baxley, 1994); Conspiración para matar (Douglas Barr, 1996)- o series –Los siete magníficos; Hawai– .
Como otros colegas, ha querido probar suerte tras la cámara, pero aquí sí que los resultados han sido, hasta la fecha, desastrosos: The Blood Bond (2010), codirigida, escrita y protagonizada por él, tan sólo pudo verse en el Cannes Film Market de aquél año, y su carrera comercial se ha limitado a Hong Kong y Malasia (¡!); mientras que a The Victim (2011), que también escribe, protagoniza y dirige –esta vez en solitario- , le ha caído una ‘R’ como la copa de un pino –ya sabéis, la calificación más dura que te pueden dar los exhibidores americanos debido a sus altísimas dosis de violencia, sexo, etc.- que, de momento, le ha dejado sin posibilidad de carrera comercial tanto dentro como fuera de su país.
A pesar de todos los pesares, y aunque su popularidad no es ni mucho menos la de antaño –y eso que directores como Quentin Tarantino y Robert Rodríguez le han intentado recuperar ofreciéndole una aparición en Planet Terror (2007)- , Michael Biehn, a sus cincuenta y seis años, sigue trabajando sin parar; no hay más que echar un vistazo a su ficha en Imdb para ver la cantidad de proyectos simultáneos –casi todos de medio pelo- en los que anda metido. Pero para muchos de nosotros, nunca dejará de ser el guerrero que vino del futuro para salvar a la Humanidad… algo de lo que no todos pueden presumir.