Mi primer encuentro con Félix Llorente y María Pedroviejo fue ciertamente peculiar: tras saber que presentaban un cortometraje en la Mostra de Venecia 2011 -que había sido rodado, precisamente, en la ciudad de los canales- , me empeñé en que dieran a conocer su trabajo al público guadalajareño. Contacté con ellos, nos cruzamos múltiples correos y alguna que otra llamada, preparamos la ‘premiere alcarreña’… pero todo, curiosamente, desde la distancia –ellos residen y trabajan en Madrid; yo, organizando el sarao en Guadalajara- . No nos conocimos en persona hasta casi la víspera de aquella puesta de largo, auspiciada por Baidefeis y teniendo como escenario el añorado Teatro Moderno.

Anónimos era mucho más que una simple postal: tenía ingenio, ritmo y gancho, atrapaba al espectador desde esa ‘confusión’ inicial de los protagonistas y desprendía candor y luminosidad por los cuatro costados. Si aún no le habéis echado un ojo, no perdáis ocasión de buscarlo entre los ‘Cortos de la Semana’…
Hago esta introducción porque muchas de sus virtudes se mantienen, y se potencian, en su nuevo cortometraje, A veces viene -un film que afronta estos días sus últimos retoques de postproducción pero que estos ojitos han tenido ya el privilegio de poder visionarlo- . Como en Anónimos, Félix, consumado realizador, vuelve a planificar con mimo, detalle y precisión cada uno de los elementos que componen la base de una buena narración cinematográfica, con especial atención a la iluminación y al sonido –ingredientes fundamentales en un puro ejercicio de suspense como el que aquí nos propone- . Y sorprende gratamente que en esta ocasión, lejos de repetirse, se haya decantado por el lado opuesto y tenebroso de su anterior cinta: si en aquélla sus protagonistas no encontraban manera humana de encontrarse cara a cara, aquí abandona aquella luminosidad que antes describía para sumergirnos en un juego del escondite angustioso y claustrofóbico. ¿Quién no ha sentido alguna vez un indescriptible, espeluznante e irracional escalofrío al oír algo al fondo de un oscuro pasillo… estando solo en casa?

Mención aparte merece María, convertida en protagonista absoluta y casi única de la función. Sin nos enamoró con su indiscutible belleza y su contagiosa sonrisa mientras parloteaba por el móvil y cruzaba los puentes del idílico escenario veneciano, aquí ella es la única luz en medio de las sombras; una luz que se empequeñece y se consume en el epicentro de la pesadilla. Y nosotros, los espectadores, sufrimos su mismo padecimiento con respiración entrecortada y vello erizado. Excelente su trabajo en esta película, y ojalá su enorme talento se vea recompensado, más pronto que tarde, con suculentos papeles al servicio de los mejores cineastas del planeta cine.
Como me pasó con la también recientemente comentada Cuerdas (Pedro Solís, 2013), me abstengo de desvelar nada más -os invito, eso sí, a que echéis un vistazo al trailer de la peli- . Sólo que os lo apuntéis como uno de los cortos imprescindibles de la próxima temporada. Con un poco de suerte, quizá en breve podramos disfrutarlo en la gran pantalla. Y hasta ahí podemos leer…