Premios Fugaz 2021: La confirmación de una gran cosecha

Por primera vez, he tenido el privilegio de formar parte de la Comisión CortoEspaña. Una oportunidad que me ha permitido no solo ver más de un centenar de grandísimos cortometrajes producidos durante el último año en nuestro país -y confirmar, una vez más, que el corto español goza de una salud excelente- sino además votar los trabajos más sobresalientes en cada categoría de los Premios Fugaz en su quinta edición.

Ni qué decir tiene que, tras un largo proceso de varias fases, tres han sido los nombres que han destacado por méritos propios en la configuración del palmarés final de este 2021: Jorge Muriel, Carmen Córdoba y Óscar Bernàcer.

Tráiler oficial de ‘Lo efímero’, de Jorge Muriel

El primero, firmante del sobresaliente ‘Lo efímero’ -a mi juicio, ahora que lo puedo decir, el trabajo más redondo de los cuatro finalistas al máximo galardón- que se llevó los reconocimientos a Mejor Cortometraje, Mejor Guion -para el propio Muriel- y Mejor Montaje a manos de Bernardo Moll Otto, cuyo nombre probablemente os suene por ser el director del entrañable y recordado largometraje documental ‘La historia de Jan’ (2016)-.

La segunda, responsable de otra obra de la que ya me habréis oído y leído decir maravillas, ‘Roberto’, que logró dos de los tres fugaces a los que aspiraba: Mejor Cortometraje de Animación y Mejor Dirección Novel, confirmando este laurel el talento emergente de toda una nueva hornada de mujeres cineastas y lográndolo, además, por vez primera para una cinta animada.

Y el tercero, si bien no lograba ninguno de los tradicionalmente considerados premios principales, ha batido todas las marcas en la historia de estos galardones al conseguir siete de las nueve estatuillas a las que aspiraba, superando por dos el récord que hasta ahora mantenía ‘Xiao Xian’ (Jiajie Yu Yan, 2020) con cinco recompensas. Un hito sin duda muy difícil de superar y que confirma la gran labor de conjunto en una película tan notable como ‘Stanbrook’.

Tráiler oficial de ‘Stanbrook’, de Òscar Bernácer

No quiero olvidarme del resto de premiados, especialmente de ese merecidísimo premio a Mejor Dirección para Susan Béjar (‘Distancias’); el muy aplaudido a Mejor Actriz para Thais Blume -rostro, cuerpo, alma y espíritu de esa ‘Dana’ indómita- o ese reconocimiento a Mejor Cortometraje Documental para ‘Before I Die’ de Iker Esteibarlanda. Vaya desde aquí, también, mi enhorabuena al resto de galardonados, finalistas y participantes en esta edición.

La gala fue retransmitida desde el IG Live de CortoEspaña, y si bien fue excesivamente austera y tuvo algún qué otro imprevisto técnico, derrochó cercanía, calidez y buenrollismo gracias al don de gentes del conductor Samuel Rodríguez y a la sincera emoción y agradecimiento de cada uno de los premiados que pudo conectarse en directo. Ojalá la próxima edición pueda celebrarse de manera presencial, dentro ya de una cierta normalidad social, y que yo pueda estar ahí para contároslo.

* Todos los cortometrajes premiados podrán verse gratuitamente, y solo durante 24 horas, en el perfil oficial de Facebook de CortoEspaña el próximo 21 de junio, conmemorando La Noche Más Corta del año.

‘Akelarre’, la película que necesitábamos y no lo sabíamos

Tuvo un estreno discreto -tras el verano de la pandemia, cuando la reapertura de cines y teatros se hacía con aforos limitados o directamente no se hacía-, se colocó, para sorpresa de muchos, entre las favoritas a los Premios de la Academia 2021 -con el récord de nominaciones de esta 35ª edición, nueve-, fue la cinta más premiada en la ceremonia de los goyas virtuales con cinco cabezones en su palmarés, y ahora, tras su lanzamiento internacional en Netflix -ya estaba disponible en otras dos plataformas* desde febrero, pero solo en España-, se ha convertido en la tercera película más vista a nivel global y de la que todos hablan, comentan y alaban en las redes sociales. ¿Por qué ‘Akelarre’ se ha convertido en un fenómeno viral en todo el mundo? A mí se me ocurren estas cinco razones:

Feminismo y pedagogía. Vivimos un tiempo de crispación constante, donde la polarización de opiniones apenas deja espacio para los grises: todo ha de ser blanco o negro. Incluso el propio movimiento feminista, protagonista de una revolución silenciosa convertida ya en clamor por la igualdad en todos los rincones del mundo, no solo se ha visto atacada con acusaciones pueriles y sin fundamento por ciertos sectores reaccionarios, sino que empieza a ser discutido desde dentro de sí mismo por la pérdida de capacidad de escucha y diálogo. ‘Akelarre’, historia de unas jóvenes -casi niñas- que fueron acusadas de brujería en el País Vasco del S. XVII por una Inquisición aviesa de poder, es el relato de la dignidad frente al miedo, del empoderamiento frente al sometimiento, de la unidad frente al individualismo, de la inteligencia colectiva frente al dogma monolítico. ¿Qué mejor manera para resaltar esas virtudes que mediante un cuento siniestro y a la vez luminoso que nos revela una de tantas historias de la Historia? ¿Qué mejor vía para el feminismo que la pedagogía frente la imposición de las ideas?

Imágenes de ‘Akelarre’ © David Herranz / Avalon

Nuevos rostros. Nadie discute el talento y el buen oficio los Mario Casas, Candela Peña, Javier Bardem o Maribel Verdú de turno. Pero lo cierto y verdad es que la sobredosis de mismos rostros tanto en la pequeña como en la gran pantalla puede llegar a agotar al respetable -hasta no hace mucho, incluso se hacían chistes sobre qué película no tenía a Antonio de la Torre en el reparto-. El público agradece un soplo de aire fresco de cuando en cuando, y en ‘Akelarre’, salvo por la presencia de los ya veteranos Alex Brendemühl y Daniel Fanego, el elenco es toda una insólita novedad, arriesgada y maravillosa.

Todas a una. Amaia Aberasturi emerge como la cabecilla del grupo, reafirmada con una primera nominación al Goya. Sin embargo, este es uno de esos ejemplos en los que si existiera un galardón al Mejor Elenco, habría ganado de calle: las jóvenes protagonistas de ‘Akelarre’ –Garazi Urkola, Yune Nogueiras, Jone Laspiur, Irati Saez de Urabain y Lorea Ibarra-, fantásticas todas ellas, potencian su talento apoyándose unas con otras en una relación cómplice que se transmite a la pantalla y que les da carácter individual como intérpretes pero una fuerza descomunal como grupo, muy bien aprovechado por el director Pablo Agüero gracias a la gran labor previa de su equipo de casting. Ver a estas actrices danzar y cantar alrededor del fuego ante el pánico de sus beatos captores es uno de los momentos más inspirados de la película y una de las escenas más icónicas de nuestro cine presente.

La fuerza del euskera. Si bien es verdad que en ‘Akelarre’ el uso de este idioma está tan presente como el castellano -justificado claramente por motivos narrativos-, 2020 ha venido a confirmar la fuerza de la lengua y de las historias autóctonas del país vasco que ya se venía atisbando en los últimos años gracias a películas como ‘Loreak’ (2014) o ‘Handia’ (2017), ambas dirigidas por el tándem Jon Garaño-Aitor Arregi. ‘Ane’ (David Sañudo) -con otros cuatro premios Goya este año-, ‘Hil Kanpaiak’ (Imanol Rayo) o la televisiva ‘Patria’, creada por Aitor Gabilondo para HBO, dan buena cuenta de ello. Tampoco me olvido de ‘Baby’, el esperado regreso de Juanma Bajo Ulloa, si bien es verdad que su película sin diálogos, como casi todo su cine, se escapa de cualquier clasificación tradicional. Ulloa, no lo olvidemos, ya encabezó a aquella inolvidable generación de cineastas vascos que surgió en los noventa junto con Álex de la Iglesia, Julio Medem o Enrique Urbizu, entre otros.

Cine independiente de alto nivel. No nos engañemos: en el subconsciente del espectador medio, la palabra “independiente” aún lleva asociada cierta connotación negativa, como cutre o de baja calidad por su falta de medios. El gran éxito de los Blogos de Oro en su primera edición como premios del cine independiente español no solo ha sido el cerca de medio centenar de largometrajes presentados, sino la sobresaliente calidad técnica y cinematográfica de muchos de ellos que se ha visto recompensado luego en las grandes ligas, como la ya citada ‘Ane’, la multipremiada ‘Las niñas’ (Pilar Palomero) o la sorprendente ‘My Mexican Bretzel’ (Nuria Giménez Lorang). No quiero olvidarme de ‘Planeta 5000’ (Carlos Val), ‘Mujereando. El Quejío de una Diosa’ (Carmen Tamayo), ‘La desvida’ (Agustín Rubio Alcover), ‘Estándar’ (Fernando González Gómez) o ‘El arte de volver’ (Pedro Collantes), obras muy notables sin apenas distribución y que, como en el caso de ‘Akelarre’, bien merecen que un Netflix o un Filmin de turno apuesten por ellas.

(*Actualmente, ‘Akelarre’ se encuentra disponible en Filmin Premier, Netflix y Movistar+)

El corazón y los monstruos

Quienes me seguís por redes sociales habréis comprobado que últimamente comparto muchas buenas noticias -¡y que siga así la racha!- en torno a ‘Roberto’, un corto de animación que descubrí entre los seleccionados a los últimos Blogos de Oro. Vaya por delante que nada tengo que ver con esta obra, más allá de una profunda y creciente admiración como espectador, ni con su directora Carmen Córdoba, con quien de momento me une una respetuosa amistad virtual que espero más pronto que tarde, pandemia mediante, se traduzca en coincidencia real en algún certamen o festival.

‘Roberto’ es, en dos pinceladas, la historia de amistad entre dos vecinos separados por una calle y al mismo tiempo unidos por un viejo tendedero. Desde niños, él le profesa a ella un cariño sincero y romántico a través de sus dibujos; ella, sin embargo, le corresponde con tímidas sonrisas mientras en la soledad de su cuarto se avergüenza de su aspecto físico. Así pasarán los años, hasta que llegará el día en el que ella deberá enfrentarse a su soledad, a sus miedos y a su monstruo interior.

Fotogramas de ‘Roberto’ (2020) © Carmen Córdoba

Sin diálogos, con una música emotiva y envolvente, un montaje fluido y una animación excelente que aúna varias técnicas diferentes, ‘Roberto’ nos lleva por un viaje emocional lleno de aristas, contraponiendo las inseguridades y prejuicios de su protagonista femenina -víctima silenciosa de una sociedad que te devora si no formas parte del espejo tramposo y deforme que solo refleja fantasmas- con la mirada sincera de quien tan cerca y a la vez tan lejos espera pacientemente, hasta llegar a un revelador y agridulce giro final que no solo hace que empatices aún más con esta entrañable pareja, sino que es capaz de sembrar en el imaginario del respetable una asombrosa dimensionalidad a sus personajes, en una de las historias de amistad más hermosas que se recuerdan.

Siete años ha tardado su creadora en levantar este proyecto que, una vez ha visto la luz, ya ha superado las ciento veinticinco selecciones internacionales y el medio centenar de premios y reconocimientos -que no llegara a la finalísima de los Premios Goya del pasado 6 de marzo es algo que no alcanzo a comprender- en apenas unos meses de recorrido festivalero. Y su meteórica carrera solo acaba de arrancar. ¿Qué es lo que la hace tan especial? El cuidado y mimo en cada uno de sus fotogramas, la delicadeza con la que trata a sus personajes -y la pesadilla a la que deben hacer frente- y, sobre todo, la universalidad en forma y fondo de su mensaje hacen de ésta una de las piezas que más hondo calan en el público. De esas que remueven, conmueven y que te dejan la sensación de que debería ser proyectada en todas las aulas del mundo. Virtudes que ya la han convertido, por méritos propios, en uno de los cortos imprescindibles de la presente década.

Si lo seleccionan en un festival que os pille cerca o lo programan en algún certamen online, no os lo perdáis.

Premios Goya 2021: Este es el camino

En menos de una semana, hemos podido asistir a dos ejemplos bien diferentes de cómo afrontar una gala de entrega de premios en estos tiempos de pandemia. Los Feroz del pasado 2 de marzo apostaron por un acto enteramente presencial, con un protocolo sanitario poco claro -el uso de mascarillas en el escenario quedó a criterio de cada uno, y en el patio de butacas, aunque había separación, esta se rompía cada vez que alguien atravesaba su fila para ir a recoger premio- y, sobre todo, con unos supuestos golpes de humor y diversidad con los que no solo no empaticé, como ya comenté en su momento, sino que los encontré incluso vulgares en algunos momentos.

En el Soho CaixaBank, teatro levantado donde antes hubo un añorado cine -como nos recordó el anfitrión Antonio Banderas en uno de los muchos inspirados momentos de la noche-, no hubo lugar ni a la improvisación ni a la controversia. La ceremonia de los Premios Goya 2021 arrancó con una brevísima fanfarria en directo -a cargo de la Orquesta Sinfónica de Málaga- para dar la bienvenida al oriundo más universal -con permiso de Picasso- que lo primero que hizo fue dedicar unas palabras «a la familia del cine» para a continuación compartir unos segundos de silencio en recuerdo y homenaje a las víctimas del Covid-19 junto con un buen número de técnicos en el escenario. Una solemnidad nada impostada que marcaría el tono de la noche: elegante, respetuosa, discreta incluso para ser un mero soporte para los verdaderos protagonistas, los nominados y los premiados, así como otros imprescindibles a los que el actor quiso recordar explícitamente: auxiliares, meritorios, conductores, eléctricos, exhibidores, distribuidores, taquilleros… Banderas y María Casado, por cierto, confirmaron que su química profesional es excelente.

Sorprendió que la primera tanda de premios, esos que arrastran la etiqueta equivocada de “menores”, los entregaran cinco pesos pesados: Pedro Almodóvar, Penélope Cruz, Alejandro Amenábar, Paz Vega y Juan Antonio Bayona. Lectura de finalistas en cada categoría y conexión en directo con todos ellos, en un juego de multipantallas que no tuvo un solo fallo importante en toda la noche, para dar paso al discurso en directo del ganador o ganadora. Curioso: en un año en el que ninguno de ellos pudo recoger in situ el cabezón, vivimos no solo las celebraciones más espontáneas y emocionantes -muchos de ellos estaban en casa con familiares y allegados, otros compartían local y pantalla con otros compañeros de rodaje también finalistas-, sino los discursos más breves, concretos y certeros que se recuerdan. Como anécdota, el pequeño despiste de coordinación entre los miembros del equipo de ‘La gallina Turuleca’… y eso que ellos sí que se lo debían de traer bien ensayado al no competir contra ningún otro trabajo en la categoría de Mejor Largometraje de Animación.

Así transcurrió con más brío del acostumbrado todo el reparto de galardones, salpicado por algunos tiempos muertos a los que ya estamos acostumbrados: números musicales -quizá demasiados-, el bonito homenaje a Ángela Molina -única premiada que sí subió al escenario-, un efectivo guiño a Berlanga -se echó de menos quizá otro al también centenario Fernán Gómez- y un emotivo In Memoriam que, a diferencia de años anteriores, no nos privó de ver a todos y cada uno de los rostros y nombres del cine español desaparecidos en el último año -salvo el de la añorada Rosa María Sardà, ausente del panel a petición propia– ni venían estos acompañados de las (polémicas y) diferentes intensidades de aplausos.

Aplausos. Eso fue lo que más eché en falta para quitarle algo de frialdad a la noche: ya que no había público, quizá los propios entregadores y hasta los músicos hubieran podido aportar ese reconocimiento sonoro y rítmico que todo artista agradece. Pero la verdad es que muchos de los sinceros vítores que llegaban por las videoconexiones cubrieron en gran parte ese déficit.

Una de las grandes novedades de este año -y que ya se había anunciado en días previos- fue la aparición de un buen número de amiguetes de Banderas que habían enviado mensajes de apoyo al cine español: desde Stallone, De Niro, Tom Cruise, Nicole Kidman, Laura Dern -divertidísima-, Dustin Hoffman o Emma Thompson hasta Guillermo del Toro, Iñárritu, Helen Mirren, Ricardo Darín o Barbra Streisand -en off y pieza musical incluida-, entre otros muchos. Una aportación curiosa que creo hubiera funcionado mejor repartidas en un par de bloques, y no en los cuatro o cinco en que se dividió y que ralentizaba el ritmo de la ceremonia.

Creo que fue la entrega de premios de la Academia más acertada y dinámica en muchos años, porque a pesar de irse a las dos horas y media, fue más breve de lo habitual -en años anteriores, no recuerdo haber terminado nunca antes de la una y pico de la madrugada-. Los discursos, en general, fueron todos como un tiro -incluso aquellos con mensaje social o político, como los de Mabel Lozano o Alberto San Juan-, sobresaliendo las acertadas palabras de Mario Casas recordando sus orígenes “a tres metros sobre el cielo”, el dúo a capella Aránzazu Calleja-Maite Arroitajauregui, entonando el cántico de las brujas de ‘Akelarre’, y el excelente speech de Ana María Ruiz, enfermera, antes de entregar el último y más esperado galardón de la noche.

La velada nos dejó también algunos momentos maravillosos para el recuerdo: el troleo accidental de Celia de Molina -festejando el premio de su hermana Natalia cuando en realidad la ganadora había sido Nathalie Poza-, las emocionadas lágrimas de Rozalén, el primer Goya para un actor de color –Adam Nourou– y para una directora de fotografía –Daniela Cajías– y el triunfo incontestable del cine independiente –‘Las niñas’, ‘Ane’, ‘No matarás’, ‘Akelarre’– en un año tan extraño como ecléctico y brillante, donde, por primera vez que yo recuerde, seis de los premios considerados principales han sido para seis trabajos completamente diferentes y se premiaron en igual número, y por méritos propios, tanto a hombres como a mujeres.

He leído a no pocos blogueros y periodistas echando en falta algo más de humor. Respetuosamente, discrepo: la experiencia en ediciones anteriores, con gracietas y chistes metidos con calzador que apenas despertaban una tímida sonrisa entre el respetable, hubiesen quedado aquí completamente fuera de lugar dado el tono sobrio y formal que tenía la ceremonia desde el minuto uno y que, sin errores destacables -me niego a valorar los denigrantes y vomitivos comentarios misóginos que se pudieron escuchar en la alfombra roja- y con un palmarés tan igualado y repartido, convirtieron a la noche de los Goya 2021 en una de las más sobresalientes de los últimos tiempos. ¿Que puede hacerse una ceremonia aún más corta, más ágil, más desenfadada y menos solemne? Sin duda. Pero si tomamos la 35ª celebración de estos premios como punto de referencia, creo que iremos por el buen camino. O, como diría nuestro mandaloriano favorito: «this is the way».

Ver palmarés completo aquí.

Fotos © Academia de Cine / Imágenes TV © RTVE